Por: María Dennisse García Ramírez.
¿Puedes escuchar mi voz saliendo de la penumbra? ¿Sientes
mi dolor lacerante buscar una salida hacia ti?
He gritado tu nombre desde los confines de mi alma. He
rogado para que oigas el rasgar de mi espíritu. Te he maldecido una y mil veces
más, convencida de ser ignorada por ti. Sigo en esta oscuridad tan insalvable
que mis ojos no ven, en esta atmosfera tan pesada que mi piel no siente, y
en un silencio tan absoluto que mis oídos gritan para escapar. Mi voz no puede atravesar mi propia mente. Hace tanto que te llamo que el tiempo para
mí no corre. Los segundos parecen años y los años minutos.
Destrozo mis uñas y dedos rasgando la pared de tu adiós.
Mis manos y brazos se llenan de ríos serpenteantes de color vino. Clavo infernales
espinas en mis entrañas, buscando borrar el recuerdo putrefacto que dejaste.
He pasado llorando durante centurias tu abandono, que no
recuerdo los tiempos en los que estabas junto a mí, ni mucho menos cuando aún
no venías, y yo clamaba al cielo, con los ojos suplicantes y llorosos por tu llegada triunfal a mi vida, que estaría llena de alegrías y júbilos, no de llantos
ni desesperos.
Casi mi vida entera ha pasado tras los barrotes gruesos de
la soledad, viendo por la pequeña ventana de la realidad el ir y venir de tu
corazón traicionero, mientras mi carcelera de nombre Esperanza me mantiene agonizante,
con sólo un atisbo de vida.
Ahora canto por la absolución de mi alma, por la liberación
de la prisión eterna y fantasmal en la que me dejaste.
Desgarraré mi voz con el llanto que brota de rincones
desconocidos de mi ser, donde sé muy dentro de mí que nunca he dejado de amarte
desde el momento en el que te conocí. Vestiré el corazón de negro anochecer y
lo perforaré con los clavos que me obsequiaste, sólo para poder mandarte
al más profundo ataúd del olvido, y decirte adiós sin siquiera haberte tenido.
Juro por las eternidades pasadas y las que ocurrirán que no
me podrás quitar ni de tu desolada mente ni del vacío de tu corazón.
Teñiré hasta tus más tiernos recuerdos del rojo de mi
sangre, marcaré mi nombre con los despojos de mis uñas en tus memorias más preciadas, y bailaré macabramente alrededor de tu sufrir y devastación.
Te marcaré del mismo modo en que me tatuaste; con fuego,
soledad y abandono. Hoy te maldigo a ti y a tus descendientes, hasta que pasen
las infinidades necesarias para saciar mi rabia.
Inmolaré tu espíritu y haré sacrificios con los más bellos
sentimientos que alguna vez pudiste albergar.
Sentimientos que nunca fueron hacía mí.
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