Por: Emmanuel Martínez
Rangel
El muchachillo cabizbajo cerró aquel libro de
tajo. Se vislumbraba entre la espesura con luz tenue que iluminaba su rostro
una ligera sonrisa. Regresó a ver por sobre su hombro derecho. Corrió
ligeramente la cortina y vio en aquella esquina la luz de tu balcón, la sonrisa
ya un poco más pronunciada y llena de melancolía ingrata lo dominó, y fue
víctima de aquellos otros días, de aquella noche que lo dejaste ¿lo recuerdas?,
la rosa en su chaqueta, esa que nunca te dio en la maldita ^.
La misma dueña de otras proezas, era también
su maleficio, esa noche fue a caer la farsa que igual y nunca alimentaste,
recuerdo furtivo de verdugo masoquista, como lo fuiste a dejar ahí, solo, tan
solo el pobre hombre que daba lastima, diste media vuelta, y a los tres pasos
te tomó la mano, lo regresaste a ver como quien ve a un extraño y vislumbré el
mismo rostro desencajado de esta noche.
A tu andar baldosa a baldosa caían tus
ilusiones que eran más bien suyas. Llegaste a la esquina solo para caer en un
abismo. La chica de la esquina no se movió más, no te moviste de ahí, pero era
muy tarde, nadie merece regresar a donde lo hirieron, y aunque regresar era
solo cuenta tuya el orgullo maldito les dominó. No se llamaron por un tiempo y
cuando por fin lo quiste decir, decir que te habías equivocado, era ya muy
tarde, regresaste un par de noches a tocar la puerta pero nadie salió.
Si vieras las puñaladas que le daba a la pared
para no abrirte, si vieras como se mataba leyendo y releyendo “el capítulo
seis” de ese maldito libro. Ya nada queda de aquel que fue a tu lado, ese
hombre se ha ido y tú ya te has marchado. El sentido de culpa le invadía a la
chica, como si la culpa fuera solo de uno, como si se pudiera ver de pupila a
pupila solo con el deseo.
Ahora yo he de cerrar este libro de pastas
guindas, tú lo sabes mujer. Siempre me querrás, siempre me vas a querer… pues
yo represento para ti todos los pecados que nunca has tenido el coraje de
cometer.
Tienes que marcharte, regresar a tu vida,
tienes que dejarme ahora que aquel hombre te espera. El hombre cerró de tajo el
libro y regresó a ver por sobre el hombro derecho. El desgastado era de Wilde,
Oscar Wilde El Retrato de Dorian gray capitulo 6.
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