Marco Antonio Cansino Gracidas
Me encuentro acostada en el sofá de mi pequeña sala a la que
rodean estantes de libros. El sofá se encuentra junto a una ventana sin
cortina. Todo lo que existe me vigila cuando me dispongo a leer: el firmamento,
el amanecer, la luna y la lluvia con su ritmo sobre las copas de los árboles
que se alcanzan a ver. Al lado del sofá hay una lámpara sobre una mesa donde
siempre hay un libro fuera de su lugar y una taza con café o una copa de vino
lo acompaña.
Yo por fortuna caí en los libros desde que
era pequeña. Me levanto del sofá y doy unos pasos hacia los estantes donde
descansan todos. Paseo la mirada por cada uno de ellos y me encuentro los que
en mi edad lozana me robaron las horas: Julio Verne, Poe, Márquez. A estos les
siguen los clásicos, Shakespeare, Cervantes, Homero, las tragedias
griegas, la mitología y la poesía española. Sigo paseando la vista por los
estantes y me encuentran los escritores latinoamericanos: Cortázar,
Borges, Bolaño, Isabel Allende, Gabriela Mistral.
Me encuentro sola como el apeadero de una
estación abandonada. Tomo uno de esos libros al azar y siento sus latidos. Tiene vida. Una voz
me sorprende, una voz que suena al paso de las hojas:
Soy Tejido de abeto en un mueble de pino,
observo de perfil que tú buscas mi canto.
Soy Tejido de pulpa y escondo bajo un manto
el espíritu humano que en este alejandrino
observo de perfil que tú buscas mi canto.
Soy Tejido de pulpa y escondo bajo un manto
el espíritu humano que en este alejandrino
pienso explicar al mundo: soy Tejido de lino,
que posado en tus manos te muestro y digo tanto
del héroe del que hablaba el manco de Lepanto.
Soy Tejido en tus ojos, de estilo gongorino
que posado en tus manos te muestro y digo tanto
del héroe del que hablaba el manco de Lepanto.
Soy Tejido en tus ojos, de estilo gongorino
y rima quevedesca. Soy de aquellos tejidos
donde por un añil pasa la tramontana,
el ascenso de Apolo y la flecha de Diana.
donde por un añil pasa la tramontana,
el ascenso de Apolo y la flecha de Diana.
Después del vendaval iré de vuelta al nido.
Y veré tu regreso, buenaventura amada,
a la espera de ver mi nombre en tu mirada.
Y veré tu regreso, buenaventura amada,
a la espera de ver mi nombre en tu mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario