Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

30 nov 2014

Amor y desamor


Por: Ivonne Fabila García
Sagrado Corazón de Jesús, vidrieras, Sagrado Corazón de Jesús, Iglesia, Rakov Potok, Croacia Foto de archivo - 5714038

Hoy que la tristeza invade mi corazón recordando un aniversario más de aquellos amantes, ahora inmortalizados en el tiempo, cuyo amor simplemente fue, es y será en la eternidad de quienes los evoquen con el pensamiento, pero no de ellos mismos, la reflexión y las preguntas invaden mi ser.

El amor y el desamor convergen en un mismo punto. Lo único que los separa es el tiempo. ¿Por qué? Ambos sentimientos viven en una misma persona; en momentos enamorada, en otros, decepcionada.

Cuando se siente amor, se olvida el desamor. Pero cuando se vive el desamor, no se puede pensar en otra cosa más que en el amor perdido.

¿Existe el amor verdadero? Si existiese, ¿éste durará para siempre? Siempre, suele ser demasiado tiempo. Acaso, ¿es tan voluble el ser humano que la única forma de mantener el amor es mediante una pócima?, ¿un hechizo mágico que mantenga juntos a los amantes hasta la muerte?

Rara vez se cumple la promesa del amor eterno, y la gran mayoría vive la vida en desamor. ¿Es más fuerte el desamor que el amor?

Los amores imposibles son más intensos, más pasionales, pero, ¿duran?, ¿es porque son así, justamente, imposibles?, ¿lo único que los mantiene unidos es la ilusión?, ¿la adrenalina de lo prohibido? Y si no, ¿podrían permanecer juntos los amantes en la eternidad? 

Dicen que el amor existe, entonces, ¿quién o qué mata el amor? ¿El ego o el egoísmo? ¿Es que muere o nunca nació? O bien, ¿será que es parte de esta vida en movimiento, en donde todo es efímero y nada permanece para siempre? ¿Será que el desamor es una enseñanza de vida para encontrar el amor propio, para aprender a brillar con propia luz, sin necesidad de nadie más? O, ¿será que desde pequeños nadie nos enseñó a amarnos para después poder amar a los demás incondicionalmente?

Queda claro que el amor comienza por uno mismo y después se da. Pero nadie nos enseñó a amar desde la comprensión de un ser completo, que tan sólo comparte unos pasos junto a otro, en este sendero que muchos llamamos vida.  Así, se confunde la falta de amor propio con la ausencia de un tercero, cuando la verdadera carencia está dentro del mismo ser.

Ahora, Tristán e Isolda han sido condenados, por haber sufrido el amor eterno y no saber vivir con decisión propia.

27 nov 2014

Espejito, espejito...

Por: Eira García




Mido 1.64 m, soy de complexión delgada, tez morena claro, mis ojos son grandes de color del café, mi nariz es un poco grande y mis orejas saltoncillas, mi cabello es de una tonalidad castaño media y es ondulado, tengo cachetes carnosos que al sonreír se acumulan en la parte media de mi cara.

Los dedos de mis manos son largos como de pianista, aunque no lo sea. Mi dedo índice derecho refleja la mala posición con la que tomo el lápiz al escribir, con dos grandes callos a los lados.

Tengo caderas anchas pero Dios no me dotó de glúteos abundantes y tengo unos pequeños piecesillos.

Soy una chica muy sonriente y mi risa es estruendosa. Soy inteligente y simpática. Soy tímida hasta que me siento en confianza con las personas. En muchas ocasiones soy muy insegura de mí. Soy muy nerviosa y me da miedo exponer ante el público en general. Soy una persona muy terca, cuando alguien no entiende mi punto comienzo a alzar la voz inconscientemente. Lloro por cualquier cosa y reprimo mis sentimientos la mayoría de las veces.


Amo a mi novio; me encanta verlo cada que puedo; amo hacer todo con él. Me encanta ver películas, sobre todo de comedia, también me gusta el cine de arte y odio las películas de terror. Soy 'católica de eventos', no voy a misa pero si rezo diario a Dios. Me gusta hacer cosas diferentes a lo cotidiano, a lo que me rigen los días diariamente. Me gusta practicar deportes pero no soy la persona más disciplinada del mundo. Amo los tacos y el algodón de azúcar. Me encanta la música ¿a quién no?, sobre todo el rock en sus distintas alteraciones. Respeto mucho a la naturaleza y la cuido hasta donde me es posible."

Sirena en el inframundo

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpw_6bGS51aS50FVSZVo1BnkSOjImPzWD3xJaoV3GgPps_CLV6mtqmMIwiWjH8x9lYS4eIsomEIRAqlFDgrJXogHq6q-TAZREiBul3VM3FdCck5yrEXKU0stSsPm1lxLGs4uC1Gy7ga1mB/s1600/nave.jpg

Por: Citlalli González Pérez

En un tiempo muy lejano vivía un grupo de hermosas sirenas. Dedicaban toda la noche a embellecerse: cepillaban su cabello, adornaban sus ojos con los colores de las flores, se fabricaban joyas con la madera que restaba de los barcos náufragos. Y por la mañana, muy temprano, salían en busca de algún navío desviado. Entonces los preparativos nocturnos valían la pena. Se veían encantadoras, se veían sirenas. Con su voz hipnotizante llevaban a la perdición a cualquiera y ellas disfrutaban provocar catástrofe con sus atributos.
Había llegado la hora de que Bas, la sirena pequeña, saliera a cumplir con la tradición del grupo. Ahora le correspondía también a ella causar estragos a los viajes de los marinos, explotar su belleza.
Bas dejó por fin su roca y partió volando en círculos sobre el mar. A lo lejos reconoció un barco acercándose. Voló cerca de él. Se dedicó primero a observar en qué consistía el trabajo de los marineros, cuál era la mecánica a bordo. Cada quien tenía un papel importante que hacer y parecía que funcionaba. Se encontraba maravillada, mirándolos desde la proa, cuando se acercó su compañera mayor. Le hizo un gesto de inconformidad y le indicó con una ceja levantada que hiciera su labor de una vez. Ella despertó de su fantasía humana y comenzó a cantar como nunca lo había hecho y con un rostro lleno de amargura. Los marineros abandonaron sus tareas y se dispusieron a escuchar a la sirena, que les dedicaba una especial melodía. El timón se movía sólo a causa de las olas salvajes. Nadie hacía nada por detenerlo. El barco pronto se golpeó contra un abultamiento de piedras que se encontraba cerca. Los pasajeros seguían encantados con aquella sublime canción. Se hundieron lentamente con una melodía que les acariciaba los oídos.
Bas miró aquel caos. Le hubiera gustado seguir viendo aquella cadena de hombres trabajando por un mismo fin: vivir y aprender del mar. Tal vez ella también quería hacerlo.
Durante días, se le encomendó seguir con esta tarea. Pero cada vez que buscaba algún barco que pasara por allí, no aparecía nada. Ella se sintió triste. En verdad quería recuperar aquel navío.
Había escuchado en algún lado acerca del paradero de todas aquellas almas que se pierden en el mar. Hades, el inframundo. Bas sabía lo que tenía que hacer, sin embargo temía; era una acción arriesgada.
Entonces vio flotando cerca de ella, un pedazo destrozado del barco. Lo tomó entre sus manos y se dio cuenta del significado que este pedazo de madera tenía. Una vida de aventura para miles de personas, que dedicaban su existencia a un ideal. Estrujo fuerte el pedazo de madera y se armó de valentía.
Voló un día entero en busca de la ubicación que la sirena más anciana le había brindado como referencia del inframundo. Cada que se acercaba un poco más, el cielo iba tornándose un poco más obscuro. Entonces arribó. Encontró un pozo infinito, se aproximó a él y miró dentro. No podía distinguirse el final.
Bas descubrió de entre sus plumas aquel símbolo que la había llevado hasta allí y pronto se aventuró a aquel hoyo de la perdición. No advirtió el tiempo que demoró en caer; pudieron haber sido días, semanas o meses. Hasta que en algún instante se encontró rodeada de tinieblas y olores putrefactos. Merodeó un momento por el sitio hasta que se encontró de frente con una pila enorme de piedras negras. Sintió su textura rugosa y su temperatura de hielo; y de pronto comenzó a moverse. La pila se retorció hasta que fue tomando una figura humana. Cuando dejó de atravesar esta metamorfosis, quedó formado, frente a los ojos de Bas, Hades en “carne y hueso”.
La miró con extrañez y se tomó su tiempo para preguntar:
-¿Qué hace una sirenilla aquí?
-Vengo a recuperar a toda una tripulación –dijo con temor.
- Nadie sale del inframundo sin dejar una parte suya en él, ¿Qué no lo sabes? –respondió Hades, como disfrutando cada palabra.
-Pues vengo por ellos y no me iré sin llevarlos conmigo.
-Pues ponte cómoda sirena, que te quedas también tú.
Una vez más tomó su amuleto y lo sujetó cerca de su corazón. Una fuerza nueva le recorrió todo el cuerpo y la impulsó a robar el bastón que Hades sujetaba. Con él se ayudó para tomar las almas de los marineros, una por una. Hades, furioso se acercó rápidamente a ella con la intención de empujarla hacia aquel estanque en que conservaba todas las ánimas. Pero Bas se hizo a un lado; Hades pasó justo por el lugar donde estaba y cayó al estanque.
-Nadie sale del inframundo sin dejar una parte suya en él –susurró Hades, rodeado de almas que nadaban en el estanque.
Bas comenzó a sentirse débil, había permanecido largo tiempo expuesta a aquellas aguas mortales. Se desvaneció entre las risas de un Hades vengativo.
La tripulación entera despertó a una orilla del océano, sobre unas piedras y sin saber cómo habían llegado allí. Ansiosos, usaron señales de humo pidiendo rescate.



Lo que desea una pestaña

Por: Citlalli González Pérez




Una pestaña se encuentra estrujada entre un dedo índice y un pulgar. La dueña de estos dedos la aprieta con los ojos cerrados y una esperanza infinita en ella. Jamás había sido tan fácil conseguir algo sin esfuerzo alguno. Sólo hace falta pensar en un gran anhelo  durante once segundos mientras se sostiene con las manos y las propiedades místicas de estos pelos hacen su magia. La pestaña atrapada piensa en qué clase de Filamento cilíndrico podría ella estrujar  para que su deseo de no estar aprisionada se cumpliera. También razona el injusto motivo por el cual, habiendo dientes de león y estrellas fugaces, tiene que ser ella la que se encuentre en esta incómoda situación. La pestaña pequeñita se imagina en un escenario diferente y próspero. Por su mente bailan pensamientos de ella cogiendo un dedo humano y resolviendo su afán. Entonces abraza bien del dedo que la comprime y se concentra en las imágenes mentales que se ha formulado. De pronto la pestaña es libre de todo pulgar y sólo espera el encuentro fortuito de otro dedo que cumpla sus caprichos.

Memorias

Por: Erika Berenice Cisneros Vidales






2:14 am

Despierto gritando entre la marea de mi ancha cama. Mi rostro bochornoso e incluso mojado. Lo seco con las sábanas blancas mientras respiro por la boca para tratar de tranquilizarme y bajar el ritmo de mi corazón que late rápidamente. Tengo que borrar esas imágenes de mi cabeza. No puedo, pues no son sólo ideas o pensamientos vagos, son recuerdos de aquellos tiempos algo lejanos que insisten en perturbarme y acosarme en mi estado más vulnerable e inconsciente. Tengo que olvidar, aunque cueste trabajo… tengo que hacerlo.

-Tranquila, tranquila… todo está bien, -siento los brazos de mi padre rodearme y tranquilizarme como cuando era niña, pero él ya no esta allí. Y pronto la ilusión de su presencia se disipó, estaba ausente, hace tanto que lo está. Siento nostalgia pero ya no lloro.

-Sí papá, así es. -Contesto amargamente, esperando que donde sea que estuviera lo escuchara. Duermo.

Tres horas después, mi alarma comienza a sonar, con esa canción del grupo favorito de mi padre que siempre escuchaba en su viejo estéreo: ¨All you have todo is dream¨. Es hora de levantarme y tomar mi ducha cotidiana de treinta minutos con agua casi helada, en la que me relajo al sentir el frío sobre mi piel. Al salir seco mi cabello y me visto. Un pantalón oscuro entubado, unas botas negras y una blusa blanca. Tomo mi bolso y salgo del departamento 27 del piso 7 de un moderno edificio en el centro de la ciudad llamado ¨Lisboa¨ -que manera más ridícula de llamar a un predio con el nombre de un lugar de otro país-, pero es un edificio esplendoroso y lujoso en el que me encanta vivir.

"Rainy, rainy, it is a rainy day", canto suavemente al caminar por el estacionamiento hacia mi coche, un viejo Camaro de color rojo del ´89. "Rainy, rainy, it is a rainy day", suele ser una canción de juego en la primaria que no recuerdo bien, pero la letra o al menos ese fragmento no lo he olvidado. La calma termina. Mi coche ha sido atacado, tiene vidrios y espejos quebrados y en el cofre escrito con aerosol negro: ¨Tú sabes por qué¨.

Tú sabes por qué… ¿Qué se supone que debo saber? Es una situación un tanto frustrante porque no lo sé, y alguien acaba de delinquir en mi auto. Me siento molesta. Y para empeorar la situación, ni siquiera arranca. Tengo que tomar un taxi o un autobús, hace tanto que no lo hago, no lo haré, tomaré el metro. El camino tranquilo, al menos entre comillas, treinta y cinco minutos de camino en los cuales siento una gran paranoia. Gente observándome, personas siguiéndome, alguien que me habla. Nada de eso en realidad sucede. Me siento fuera de mí, de alguna extraña manera todo me señala. Todo me acosa.

Llego a la avenida principal, donde están los predios más antiguos e importantes de la ciudad, entre los cuales se encuentra donde yo trabajo como redactora de una columna diaria de política.

-Buenos días, Bishop -es el guardia de seguridad en la entrada, saludándome por mí apellido. No me agrada que lo haga. Que nadie lo haga. Todos recuerdan el ¨caso Bishop¨, la familia distinguida y el final…

-Buenos días, Oscar -debo contestar antes de olvidar hacerlo, sonrío fugazmente y me dirijo al elevador.

Piso cinco de ocho, el andar encargado de la sección de política del periódico ¨Hablemos de…¨, yo y cuatro personas más nos encargamos de ello. Yo soy la encargada del área, a pesar de que Valentina lleva más tiempo allí, razón por la cual me odia o tal vez porque su novio la ha dejado después de conocerme, no lo sé; claro, hablo con sarcasmo. Después, mi café cotidiano americano sin azúcar para luego ir a mi cubículo.

-¿Pero que mier…-todo el lugar está destrozado, revuelto, como si alguien hubiera buscado algo; sin embargo, todo está allí.

-Hera, ¿sabes si…-¿Qué paso aquí? -me pregunta Jorge, la antigua pareja de Valentina, -¿Qué es esto? -se inclina al suelo y recoge un sobre amarillo. Sin preguntar lo abre. -¨Tú sabes por qué¨- lee en un volumen que apenas se escucha.

-¿Qué?

-¨Tú sabe…

-Sí, sí, sí, te escuché, dame eso, -digo un poco irritada a la vez que le quito el sobre. La hoja tiene remitente, no literalmente, pero tiene iniciales: AV. Se quién es. Al menos puedo imaginarlo. Es increíble que quiera seguir atormentándome con eso, yo no soy culpable.

-¿Qué sucede?

-Yo no tuve la culpa. Yo no fui.- digo en voz muy baja. -Debo irme. -Tomo mi bolso y prácticamente salgo corriendo del cubículo, del edificio. Quedo en medio de la calle sin saber qué hacer. Debo ir a buscarla,- ¡taxi! –pronto estaré en la central de autobuses con un boleto que me llevará a donde ella está.

Tres horas de camino, aproximadamente. La renta de un viejo coche y veinte minutos más para llegar a su porche. Debo llegar. No, no lo haré. Comienzo a manejar en reversa para salir de allí. Es imposible. Una camioneta me impide el paso y leva las luces para que frene. Distingo quien es. 

Es ella, Andrea Vargas. Mi madre. Siento un nudo en la garganta. Ya no puedo irme. Bajo del coche y cierro de golpe. Percibo su mirada disgustada, abrigo su rechazo. Sale de su vehículo. Me ignora y se dirige a su casa. A pesar de que es una reacción esperada me siento indignada.

-¡Hey! –le grito furiosa, es inconcebible que siga reprochándome su muerte.- ¡Vuelve! No es justo lo que haces conmigo, sabes que yo no quería, sabes que yo no podía haber hecho nada, sabes que la culpa realmente recae en ti, ¡Tú fuiste! Fuiste tú y lo sabes…-se gira hacia mí.

-Yo no te culpo Hera, la realidad lo hace, los hechos, lo que sí sucedió. Tú lo mataste… ¡Tú lo mataste!

-No, no, claro que no, sabes que no, yo no fui, ¡Deja de culparme! – siento desesperación, ¿Cómo es posible que se atreva a atribuirme la culpa de la muerte de mi padre? ¡De mi propio padre!,- estás loca, pero ¿sabes qué?, ya no me importa, yo sé que no lo hice, y en tu interior tu también lo haces, ¡Deja de engañarte! De engañarme…- salgo del lugar, tomo el coche rentado y manejo a gran velocidad, incluso choco su camioneta del lado del conductor. No importa. Acelero más y más y más.

De pronto, un hombre, de aproximadamente cincuenta años, alto y delgado de tez y cabellos blancos, atraviesa la carretera que lleva a la casa Bishop, no lo veo a tiempo. Pronto está arrollado en el suelo. Pierdo el control del auto y este choca contra un cedro. Pierdo el sentido, el conocimiento.

Las memorias regresan a mí. Diez años atrás. Una muchacha, en un estado no apto para manejar, el auto de la casa, gran velocidad, un padre de paseo, que pronto no estará más.

Ha sido verdad… había sido yo, todo lo había realizado yo, incluso el coche, el sobre, todo, supongo que a causa del subconsciente que no quiere permitirme estar bien. No debo. No tengo el derecho a estarlo.

Estampillas de papel. Bourbon.

Por: Erika Berenice Cisneros Vidales


Un sofá de piel café, una mesa pequeña de cedro, una botella de bourbon y un vaso estilo ¨old fashion¨ con cuatro hielos servido hasta la mitad. Una ventana al frente y una vista hermosa a lo que se le puede decir un bosque en la ciudad, la única parte natural que se conserva en el lugar; mi casa está situada frente a éste, mis padres no habían dejado que se expropiara para reforestación, así que es la única en muchos kilómetros a la redonda y se puede disfrutar de,  como vulgarmente le dicen, del parque.

Esta habitación es mi lugar favorito de toda la casa, a pesar de que ésta cuenta con más de diez, sin contar la sala, la biblioteca, el despacho y demás. Este cuarto había sido de mi abuelo antes de partir; nunca supimos a dónde fue; una mañana simplemente desapareció y aún habiendo gastado miles y miles en su búsqueda, jamás fue encontrado. Durante mi niñez, y parte de mi adolescencia, yo había sido muy cercana a él. Solía leerme libros, contarme historias y mostrarme fotos y postales suyas de cuando había sido joven, cada una con una mujer diferente. A pesar del inmenso cariño que le tenía, debo reconocer que nadie es perfecto. Eso afligía a mi madre, quien además de tener seis hermanos, tenía ocho medios hermanos a quienes realmente detestaba, pues los culpaba del fracaso de su familia; sin embargo, todos sabían, al igual que yo cuando fui mayor para comprender la situación, que el problema había sido mi abuela, si, una mujer llamada Ana que parecía estar loca y muy desorientada que solo hablaba de las pinturas del salón, siempre decía cosas de ellas, boberías supongo yo. Así que el abuelo las quitó, pero en lugar de ayudar, la situación empeoró. Él se desesperaba y era cuando salía de la ciudad para olvidarse de ella. Fue por eso que inicialmente cuando no lo encontramos esa mañana de mayo no nos sorprendió, solía irse sin avisar, solo que esa mañana no regresó. Para ese entonces la abuela ya no vivía con nosotros, mi madre la había mandado a lo que ella llamaba ¨la casa feliz¨, después de eso ya no la vi jamás. Fue así como la casa se fue vaciando; quedábamos mis padres, Sara, mi pequeña hermana, en ese entonces de tres años que sufría de un retraso mental; y mi hermano, Oscar, mayor que yo, quien siempre discutía con mis padres, quienes al final lo mandaron a una escuela militar a reformarse; qué ingenuos, ¨Scar¨ jamás cambiaría. Y finalmente, quedaba yo en esa casa, la hija intermedia si quitábamos a mi hermano mayor Jorge, quien apenas hace dos años se había casado con una prima lejana, que también solía vivir en casa; luego de haberse comprometido se habían marchado lejos, pues mis padres no aceptaban dicha acción, además de ser muy jóvenes, diez y nueve mi hermano y diez y ocho Claudia, eran familia. Pero bueno, comienzo a divagar, eso no es lo que vengo a relatar. Si, el hecho es que simplemente mi cambio de residencia, que parece una ironía, ya que regreso a donde pertenezco, es gracioso el asunto, pues, prácticamente había jurado que no regresaría jamás y aún menos a casa, pero héme aquí; bueno, el hecho se debe a una situación sentimental, la distancia de la persona amada, disfrazada de una oferta de trabajo. A pesar de ser un lugar pequeño es un buen sitio para el desarrollo de redactores, escritores, periodistas, lo que vengo a buscar; por lo cual relato esto, pues la oferta está, pero al igual la demanda, entonces hay que conseguir promotores y demás por medio de tu historia y…

Esto es mierda, una porquería. – me digo casi a gritos, ¿Qué ocurre conmigo? Los nervios de la entrevista quizá, el adiós puede ser, o ¿los nervios de regresar al hogar?

Trato de concentrarme, pero me es casi imposible, mi mente anda por todos lados menos donde debe, solo pienso tonterías. Mi madre decía que para dejar de pensar en algo que te afecta tenía que ocurrirte algo aun peor. Es triste pero la verdad supongo que es cierto.

Es mejor dormir, la imaginación no está y la creatividad se ha marchado. Tal vez debería cambiar de profesión, simplemente las ideas no fluyen. Frustración.       

Una cama ancha, sabanas blancas que sencillamente me atrapan y me incitan a seguir durmiendo. La alarma… shh… que pare. No se detiene. Es hora de seguir. Abro los ojos. Espero ver la luz solar entrando por la ventana, pero por lo contrario solo hay oscuridad. La habitación está cubierta por la inmensidad de la noche. Todo es sombrío y frío. El viento se siente correr por el lugar; es extraño. No hay ventanas abiertas. Me aseguro de eso. La ventana completamente cerrada e incluso con el seguro puesto.

-      Esto es hermoso, - digo a la vez que suspiro al ver el bosque, tan oscuro y tenebroso. Tan libre y abierto que resulta silencioso y secreto.

Tic, tac… 2:45 am. Un reloj colgado en la pared marca su tic, tac dando la hora; es gracioso, no me había percatado de su existencia y mucho menos del constante tic, tac del movimiento de las manecillas marcando el paso de cada segundo. Es irritante. Regreso la vista a la ventana.

-      Que estresante… ¿Qué? ¿pinturas? Pero que…-

Tic, tac. El reloj en la pared. No… ¿pinturas? Vuelvo a mirar.

-      ¿Dónde est…-

Se escucha una canción a lo lejos, una melodía clásica que apostaría es una pieza de Mozart, pero como se va intensificando el sonido y se hace más claro se distingue no lo es, solo es una canción de alarma. 6:50 am.

Despierto en mi cama, sabanas blancas y rayos de luz tenue entrando por un pequeño espacio entre las cortinas.

-      ¿Pero qué mierda? – Un sueño, tan real, ilógico, pero real.

Es hora de tomar una ducha y después vestir mi ropa más cómoda. Un pants negro hasta la rodilla y una playera negra de manga larga de cuello V, resaltando mi atuendo con un par de tenis deportivos de color morado. Es hora de seguir con la rutina.

-      Rosa, te encargo unos chilaquiles con un huevo estrellado bien cocido y café americano, sin azúcar, bien cargado. Ah y un jugo de zanahoria, estaré en el jardín.- Rosa, la señora que se encarga de la casa grande desde que tengo memoria. No le agrado, de hecho, me odia, razón por la cual siempre le encargo demasiados trabajos, pero claro, no se puede quejar, tiene una buena paga.

-      Si, señorita Era, se lo llevo en un momento.- sonríe hipócritamente y camina, respondo igual.

-      Oye, Rosa… ¿recuerdas las pinturas? Las que la abuela odiaba…

-      Si, niña, están en la bodega, ya sabes, casi por el parque. Bueno, no todas, solo las que quedaron intactas.

-      Vale, gracias. Espero mi desayuno en la… allá.

Una mesa redonda blanca de herrería garigoleada al igual que las cuatro sillas a su alrededor. Asientos más incómodos que nada, pero a mi madre le gustaban. La casa es tan grande, rodeada de un gran jardín hasta topar con el bosque y la bodega entre estos dos, la cual puedo mirar desde mi lugar. Un sitio que parece algo similar a un establo, pintado en su mayoría de color rojo y detalles blancos. Allí es donde se supone que están. Bebo mi café, sexta taza antes de las 8:30 de la mañana a pesar de que se que me mata, al igual que el bourbon, pero no puedo dejarlos. Termino la bebida y m levanto prácticamente corriendo en dirección al lugar. Luce descuidado, incluso parece abandonado.

-      ¿Puedo ayudarte?

-      ¡Ah! – grito,- ¿Quién eres?- un hombre de unos 25 años, de piel morena y cabello castaño lacio, ojos marrones, una mirada en la que puedes perderte realmente, extraña manera de mirar que me dice que puedo confiar en el aunque no lo haga.

-      No. ¿Tú quién eres? Esto es propiedad privada…

-      ¿Propiedad privada? ¿es en serio? ¡ es mi propiedad privada! Fuera de aquí.

-      ¿Era? ¿eres tú? ¡Sí! Eres tú… lo siento, no sabía  que… ¿Qué haces aquí? Digo, no es que no debas, es …

-      Shh, ¿Quién eres? No te conozco.
-      Soy Enrique, soy algo así como tu primo, creo… solíamos jugar aquí cuando éramos niños, nos divertíamos tanto, e incluso inventábamos historias sobre las pinturas y…

-      ¿Cómo?

-      Sí, soy hijo de una de las medias hermanas de tu madre, de Silvia…

-      No, no… sobre las pinturas.

-      Ah, sí, están aquí dentro. Vamos, te mostraré.

Dentro de la bodega se puede respirar un horrible hedor, un lugar que no ha sido aseado durante mucho tiempo. Es enorme, sucio, desgastado. ¿Qué se supone que hace entonces Rosa?

-      Ok, no hay nada… ¿Enrique? ¡Hey! Mierda, donde estas… ¡Hey! ¡Ah!- grito al percatarme del aleteo de un par de palomas alborotadas cerca de mi.- ¿Dónde rayos estas?- se escucha silencio, tanto que hasta hay eco y escucho mis palabras. Mi ¨casi primo¨ no está. El lugar parece estar prácticamente solo. No sé, es tan grande que no lo sé, además de que es oscuro.- pintura, pintura, ¿Dónde están pinturas? Que estúpida, estoy hablando con pinturas… que ni siquiera están,- río a mis adentros. No hay nada, el lugar se ha terminado y ni rastro de ellas. - ¡Ah! Enrique… ¿Qué te pasa? ¿Dónde estabas?- grito al ver que está detrás de mi.- no hay nada.

-      ¿Nada? ¿Estás hablando en serio? El lugar está lleno Era.

-      ¿Qué? Mierda, claro que no… mierda… esto no estaba… ¡Ah! – un zumbido comienza a aturdirme, hace que me tire al suelo a la vez que cubro mis oídos. Me desmayo.

Abro los ojos, paredes blancas, suelo blanco, sabanas, sillones, cortinas blancos. El hospital principal, caracterizado por ser completamente blanco a manera de reflejar la limpieza y pureza del lugar. ¿Por qué estoy aquí? ¿¨Scar¨? ¿Es él?

-      ¿¨Scar¨? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago aquí?

-      Hola Era, vine en cuanto me enteré. Es lo que deberías explicarnos tú. Debes dejar de hacer cosas que te hacen daño, sabes lo que te afecta, sabes que no debes tomar y…- ¨Scar¨ sigue hablando, yo por mi parte empiezo a recordar, no estoy aquí por tomar o lo que sea que los médicos estén diciendo, fue a causa de las pinturas, si, el zumbido, Enrique…

-      ¿Dónde está Enrique?

-      ¿Quién es Enrique, Era?
-      Nuestro como primo, me llevó a donde estaban las pinturas, y luego el zumbido, no es que tome, es, es, son las pinturas, ya sabes, la abuela hablaba de ellas, siempre lo hizo, ¿recuerdas?

-      ¿Qué? No entiendo de que hablas, ¿Quién es Enrique?

-      No finjas Oscar, sé que me entiendes, ¿Por qué no me escuchas? No lo puedo creer… pero Enrique lo vio, lo escucho, te lo dirá, verás que no te miento. Primero las vi en el jardín, luego desaparecieron…

-      ¿Viste las pinturas en el jardín?

-      Bueno, en un sueño pero…

-      ¿Estás basando tu historia en un sueño?

-      ¿Qué? ¡no! Las vi en la bodega, primero no había nada, y cuando Enrique volvió estaban allí, después el zumbido y ya no supe de mi… pregúntale a él.

-      Tranquilízate Era, has estado muy estresada. Iremos a casa, y me quedaré un tiempo contigo, todo estará bien, ya lo verás.

Increíblemente, me tranquilizo… tiene razón, ¿Qué tonterías son las que estoy diciendo? Al parecer me estoy amarrando demasiado a la historia de la abuela y un tanto a su loquera, supongo que a falta de mi propia imaginación, lo que me recuerda que no he empezado mi trabajo, lo que me recuerda que debo hacerlo, las cuentas no se pagan solas, ¿pinturas? Qué tontería. Tengo que permanecer cuerda, ponerme a trabajar, enfocarme en lo real, en lo que está, no él en lo que no. Pero… ¿Enrique?

-      Si, supongo que tienes razón, no estoy siendo yo, la frustración y estrés que siento me hace alucinar, ver y querer llenar espacios blancos donde no los hay, no puedo con lo propio y trato de envolverme en algo más para pensar que lo demás está bien…

-      Si, ¿ves? Todo está bien Era. Vamos a casa.

-      Vamos, Oscar.

Los días trascurren lento. Primero la idea en mi cabeza a cada instante, yendo y viniendo cada segundo. Perturbándome, no debe interesarme. Pero va cesando, pronto parará, ya no me importará. Es momento de continuar con la historia, ganar la oferta, quitar la demanda, tener el trabajo. Vuelvo al jardín, la mesa de herrería blanca garigoleada. Y me pongo a escribir.

-      ¨… entonces fue cuando yo creí que todo estaba perdido, pero encontré la respuesta en un cajón, que increíble, pero verdadero, me llevo a algo paralelo, donde con la imaginación e inclusive la esperanza del amar, las cosas buenas y anheladas se podía recuperar…¨ ¿Pero qué… ¡Enrique! – me levanto y corro hacia él, que está muy cerca del bosque, vestía lo mismo que la primera vez que lo había visto, jeans azules y una camisa a cuadros. - ¿Dónde estabas? Te busqué, la gente se rió de mí, no me creyeron, ya sabes, lo que paso.

-      Shh, Era… no paso nada… debo irme.

Simplemente se aleja, sin darme si quiera la oportunidad de preguntar más. Estoy perpleja, no entiendo nada. Así que decido regresar a la casa grande, dormir, tomar un baño…ambos.

2:45 am. Tic, tac. Tic, tac.

El sonar del reloj en la pared. Ya no hay reloj. Solo una pintura colgando del clavo en lugar del primero. Es el retrato de un hombre joven, piel morena, de cabellos castaños y ojos marrón. Me atrapa en su mirada. Lo miro e increíblemente puedo sentir que también me mira a mí. Un puede ser. Seguro es el sueño. Extraño sentimiento sentirte observada, vigilada, a pesar de que la posibilidad es nula. Mucho ego para creer que eso sucede y muy extraño al tratarse de una pintura, una simple imagen de un hombre que sentía conocer. Es mejor olvidar el asunto. Seguir con la idea de focalización en lo importante. Hay que descansar.

Despierto, las horas deben haber transcurrido rápidamente, tal vez un par o algo más. Mi rostro empapado de sudor, mi cabello pegado a mi rostro y mi ropa húmeda. No puedo abrir los ojos, solo respiro un extraño hedor, justo como el de la bodega. A pesar de no mirar, puedo sentir algo en el exterior, cerca de mí. Una presencia, no sé, algo que me acosa.

-      ¡Ah!  ¿Enrique?

-      Shh… está aquí… puede verte…

-      ¿Qué? ¿Quién puede verme?

-      No quién… que.

Siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta el último de mis cabellos. Sensación que se termina al percibir el zumbido que conocía de tiempo atrás. Me hace caer de nuevo en el suelo, desmayar y en el último instante lucido, distingo la imagen, la pintura…

Despierto en el suelo de mi habitación, justo a un lado del sofá café de piel. La botella de bourbon está derramada sobre la alfombra de color carmín. El olor es notorio. Me levanto. Ni rastro de la pintura. ¿Qué sucedía?

Salgo al pasillo fuera de mi habitación y de unas cuantas más. El cuadro, allí está. Rosa lo está colgando en el muro.

- ¿Qué? Rosa, quita eso. No quiero ver eso aquí. Llévalo a la bodega, tíralo, no sé, has lo que quieras con él, pero no lo dejes aquí.- me mira extrañada.

- Pero si es su abuelo…

- No claro que no… sácalo.

Tiempo transcurre. Cada día aparece una nueva pintura, una nueva imagen, una persona nueva en ellas, sintiendo con cada una de estas la extraña sensación de que las conozco. No es así. La casa comienza a llenarse de pinturas. Los cuartos y los pasillos. Todo saturado de estas. Todas me miran, ahora estoy segura de que lo hacen. ¿Qué nadie se percata de ello?

Nadie…

Pero es que, no hay nadie. ¡No hay nadie! ¿Dónde se supone que está Enrique, ¨Scar¨, Rosa?

Siento escalofríos, miedo que recorre mi ser. No entiendo nada de lo que pasa, si es realmente pasa y no sea que me este volviendo loca evitando ver lo que realmente pasa… una persona frustrada, que no hace nada… las pinturas me hablan…

-      Cállate, cállate…

-      Las pinturas te hablan, shh escucha.

¡Ah! Las pinturas me hablan… ¿Qué? Despierto, al menos eso  parece ser… todo está solo… no hay pinturas.

-      ¡Ah! – grito al percatarme que si las hay, que incluso están a pocos centímetros de mí, acosándome desde cerca, ¿Qué quieren de mí? ¿Qué es lo que buscan? Mi habitación está llena de estás. Pero algo curioso. Hay cuatro en un rincón, cubiertas por sabanas blancas. Aun sintiendo el miedo y mi palpitar acelerado que figurase como si mi corazón fuera a explotar de un segundo a otro, me levanto y rápidamente me acerco a ellas.

La primera, es hora de destaparla… ¿Qué? Es de Enrique, el está plasmado en ella. Siento que el ritmo de mi corazón para. Ahora es lento, muy lento, tanto que de igual manera siento que en cualquier momento puedo morir. La curiosidad, el morbo ahora invaden mi ser, ¿Qué hay en las demás?

Rosa en la segunda… Oscar en la tercera…

Palpitar vuelve a ser rápido. Sé lo qué viene, a pesar de que no lo quiera, se presiente lo que sigue. Destapo apresuradamente. Na hay nada. Un fondo negro. Solo eso. Me retiro de allí y doy media vuelta. Llevo mis manos a mi rostro, respiro profundamente y me tranquilizo un poco. Sensación que no dura mucho, pues comienzo a escuchar el roce del pincel con el lienzo. Al igual que el dulce aroma del oleo fresco. Me giro. Mi imagen está pintada en el. Soy yo, pero no lo soy. Me mira e incluso me sonríe.

-      Las pinturas te hablan, Era.

-      ¡Ah! Mierda, las pinturas me hablan… - salgo corriendo de la habitación y corro por el pasillo hasta llegar a afuera y después más allá hasta estar en la bodega, donde inicialmente todo había empezado, donde ahora, increíblemente, me siento más segura. Me siento en una esquina y me pongo a llorar.  Mi rostro humedecido. Busco papel en mis bolsillos. No hay nada más que papeles. Caigo en un profundo sueño.

-      ¡Sara! ¿Dónde estás?

Escucho voces fuera del lugar que me hacen despertar de mi sueño. La luz del sol está sobre mi rostro y me ciega unos segundos. Después, se vuelve a escuchar la voz y la puerta de la bodega se abre.

-      Sara, ¿Dónde has estado? Te hemos estado buscando desde hace ya varios días, ¿Qué ha sucedido contigo?- es ¨Scar¨ cuestionándome, al menos eso parece ser, pues se dirige a mí con el nombre de nuestra hermana. No entiendo. Rosa e Enrique también están allí. – tienes que regresar a la clínica, solo eran unas vacaciones. ¿Por qué tomaste las estampillas del abuelo?

-      ¿Qué? No, soy Era, ¿Por qué me dices Sara? ¿Cuál clínica? ¿De qué me hablas? – pregunto histéricamente, ¿De qué se trata todo esto? Comienzo a mirar el suelo y me doy cuenta de que este está lleno de estampillas de fotografías pequeñas. Todas las personas de las pinturas estaban allí.

-      ¿Quién es Era?

-      Las pinturas me hablan, ve la casa, está llena de ellas… yo soy Era. Las pinturas, como la abuela, antes de ir al ¨lugar feliz¨, como decía mamá.

-      Sara, ¿Cuál abuela? Nunca conocimos a nuestras abuelas. Eras tú quien siempre dijiste lo de las pinturas, antes de que mamá te internara. Tienes que volver.

-      ¿Qué? No, no… claro que eso no es verdad, yo no estoy loca. Yo… estaba en la ciudad, luego me ofrecieron trabajo, vine y sucedió lo que sucedió.

-      No, has estado en la clínica desde hace más de cinco años, y ahora tienes que volver.

-      No. ¡Ah! Déjame.- grito al sentir los brazos de dos hombres que no conocía que  me sujetan y me mueven hacia las afueras del lugar.

-      Debes volver. Allí es donde debes estar.