Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

4 oct 2016

¿Tendrá el mismo tiempo que yo?




  
Emmanuel Martínez Rangel

  Te veo del otro lado de la calle, calle vacía, el aire espeso y la luna te alumbra, te pierdo un momento entre los pinos, ahora me envuelve ese olor tan nosotros, pino, maldita noche que carga una vez más a la que fue, pero no es: una casa.

  Recuerdas los sueños engalanados contigo, con esos pucheros y manías, con la peculiaridad del cabello que caía en tu rostro, rostro blanco y terso que nada tiene que ver con el mío.

  Adelanto unas calles a mi andar, sigues distante y distraída, cae una leve brisa, casi imperceptible sino por el farol que apenas alumbra la avenida. te diriges a él y tu rostro poco a poco se revela, llevas tus gafas rojas, mientras el aire se aligera, tus lentes se empañan. Bajas la vista y de una llevas tu mano para retirarlos mientras que l otra ya mantiene el pañuelo que sacaste del bolso café, bolso con historia propia de otros paraísos.

  De vuelta los anteojos al rostro y me escabullo entre las sombras. La brisa se convierte en chubasco y sales corriendo sostenida de la barandilla blanca. Corres y te pierdo una vez más.

  Casa oscura la que me espera ¿tendrá el mismo tiempo que yo?
Enciendo el fogón con pedernal plateado, la sala nos sobrevive, Sabína^ me canta: “a la orilla de la chimenea”. Sonrío al espejo y el no hace el mismo gesto. ¿Quién eres ahora? ¿quiénes somos? ¿quién de nosotros?^^.

 Enciendo la luz del estudio, el cuadro se aferra con todas sus fuerzas de la maltrecha instalación y yo soy un tanto como él. Me tiro en la cama, una sonrisa se escapa del que antes era, ya las tres de la mañana.

  El Sol se cuela por la ventana, las sábanas blancas están marchitas, las dejo, avanzo catorce pasos hasta la cocina. Enciendo un cigarrillo que se convierte en cinco. Antes de darme cuenta estoy afuera. Doy marcha al auto, arranco rombo al trabajo.

  Maldita ciudad cotidiana, todo está gris, revienta un neumático. —¡carajo! —grito a los cuatro vientos—. La estoy cambiando y te veo una vez más, será la quinta esta semana y no resisto la tentación de virar a esos pulcros labios sabor pasión que han de encerrar mi cordura solo para mostrarme el horizonte. No dejas de moverlos bajo el semáforo que cambia a verde.

  Te vas, no has nombrado, nombre ajeno de otros tiempos. Das marcha mientras yo estoy terminando, presuroso me alieno, subo, arranco y acelero. Caminas pretenciosa como siempre y das tu espalda, entras al liceo, aparco mientras tus tacones suben uno a uno aquellos escalones junto a la baranda. Hoy serán 22 días, emprendo la travesía. Llego tarde y nadie me espera. Recuerdo perdido de nadie, si te has ido hace tiempo, 22 sin pasar en nuestras vidas.

  Cae la tarde a marejada. El Sol a plomo se queda sin plomo al salir de mi oficina. Otra vez a casa, los cinco se convierten en diez en el trayecto. Entro a casa, insípida y fría casa de congoja. En el cuarto caigo abatido, la cama está fría. —Te necesito —lo grito tres veces al aire—. No estas.

^  :referencia a Joaquín Sabina.
^^ :referencia a ¿Quién de nosotros? de Mario Benedetti.

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