Parece que entre más silencio más ruido se viene a tu
cabeza.
Me senté en una banca fría y confirme mi teoría sobre las
personas que tienen miedo al silencio, miedo a que si te quedas quieto y sin
hablar llegue una ola de pensamientos que
te haga querer explotar.
Casi podía sentir la ansiedad con la que carga sus
cuerpos al siempre querer estar moviéndose. Yo simplemente me quedaba sentada
observando cómo se destruían unos con otros diciéndose palabras que llegan
hasta el alma y dejan un punzante dolor sobre ella.
Tome un trozo de pan y lo arroje a las palomas que me
rondaban.
Tenía que encontrar la manera para poder sentirme un poco
más ligera, más libre. Así que me dije a mi misma, que si llegara a volverme
como una de esas personas me odiaría para siempre… después de un rato me pedí
disculpas, para siempre es mucho tiempo y no quería estar enojada conmigo lo
que me resta de vida.
Me deje de rodeos y puse en la banca una de sus camisas
preferidas y seguí en mi búsqueda del silencio.
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