Samantha Blanco Silva
Era una mañana tranquila, fue el canto de un ave recargada
en mi ventada el que me despertó.
Abrí los ojos y comencé a mover lentamente cada parte de mi
cuerpo que aún seguía agotado por la noche anterior. Seguí en mi cama un rato
queriendo recordar cada momento pasado, quería volver a admirar esos ojos tan
llenos de vida, esos que me hechizaron para solo verlos a ellos.
Llevo mi mano a mi mejilla derecha para simular una vez más
el rose de aquellos dedos que hicieron acelerar a mi corazón, decir lo que sentí
sería un embrollo. Parecía que todos los sentimientos miedos e ilusiones se habían
metido dentro de mí.
Conforme pasaba el día intentaba regresar a la monotonía de
mi vida pero algo era distinto… ahora mi sonrisa mostraba un brillo distinto,
me veía feliz.
Esos dulces ojos me seguían aferrados danzando a mi lado. Recuerdo
que sus labios me besaron, ese momento mi mente se nublo y mis manos sin dejar
de temblar se prensaron a ella. El beso se convirtió en abrazo y el abrazo en
un amor sincero.
Tendió su mano y me invito a ser parte de ella, sin dudarlo
acepte su propuesta aunque los demás pensaran que mi locura había llegado a su
punto máximo… y tenían la razón, esa
noche perdí la cabeza por esa mujer.
Me enamore de un ser divino sin prestarle atención a tantas
similitudes entre las dos.
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