Luisa Carolina López Balderas
Tardé unos segundos en entender que estaba despierta,
la inmensa oscuridad de la habitación no puede engañarme, mientras sienta las
sábanas sé que tengo otra noche de insomnio.
La frustración se vuelve más real como los
sonidos de la calle. Voy a acomodarme sobre un lado, seguro eso me arrulla.
Mañana siendo otro día de escuela, puedo
adivinar que me queda poco tiempo para volver a dormir, pero ya no voy a
descansar. Será difícil aceptar que debo apagar la alarma antes de esta suene.
Los pensamientos al azar que se me vienen son
fugaces que apenas y puedo meditarlos. Si juego a que trato de atraparlos, se
viene pensar en las clases, las tareas pendientes y los próximos exámenes. Dicen
que el estrés es el que provoca el insomnio, pero yo saco toda la ansiedad
cuando la siento. Nada podría doblegarme.
-Por eso te decimos que eres Hércules y no Norín
-Escucho a una de mis amigas en esas voces que te visitan de noche, entre despierto
y soñando.
Y la voz me lleva a aquel taller donde nos
tomamos un receso para ver el video donde cantan las aventuras del personaje. No
veo caricaturas, así que el hombre de la leyenda no me lo imaginaba así. Me pregunto
si el semidiós saltaría de un avión como lo hice yo a los 11 años.
Algo debe andar mal en todo esto. Por ser joven
no debería tener estas noches en vela. Mis preocupaciones no me toman por
sorpresa, los problemas se aterran de mí porque siempre les doy la cara. Entonces,
¿qué estoy haciendo mal?, ¿debería tomarme un descanso por ser tan optimista?,
¿mi cerebro tiene tanto tiempo pensando en viajar, tomar fotos a animales
salvajes que la adrenalina no me deja dormir?
Dado ese caso, debería probar ir más despacio. Imaginar
un lugar quieto, sin alturas ni velocidad, con música suave. Eso tiene que
arrullarme…
En cualquier momento volveré a dormir,
descansaré y en la mañana estaré lista para otro día de universidad. Tal vez
lleve la cámara para tomar fotos de la vida diaria, si practico más seguido
ganaré un concurso o me iré de viaje a otros países. Probaré tanta comida
exótica, tantos deportes extremos, y conoceré tanta gente que siento mis
mejillas doler de sonreír. Ni siquiera he imaginado el lugar tranquilo que me
va a… Esa es la alarma sonando.
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