Luisa Carolina López Balderas
Desde ayer
a que no estoy en paz. No puedo funcionar ni trabajar, no sin todos los
requerimientos para hacerlo. No terminé nada de lo que tenía planeado el día
anterior y eso me frustra. Siento el enojo que me arde en el pecho… ¿¡Cuánto
tiempo ya he perdido!?, ¿¡doce horas!?, ¿cuánto tiempo más voy a perder?
Ya hice
todo lo que creí que podía hacer, menos el trabajo pendiente, porque no puedo
realizarlo si no tengo lo que me hace falta.
Vuelvo a
revisar el escritorio: algún lugar debió faltar. Pero ya revisé detrás de la
computadora, entre los papeles, en cada cajón que lleno de porquería. Ese
tercer cajón es un agujero negro, pero lo único que no se ha comido es lo que
falta, o un repuesto. De los tres es el peor, donde pongo lo que no quiero
tirar, por eso está hasta abajo, así nadie lo quiere abrir. Pero debería estar
dispuesto a mostrarlo, porque debería estar limpio. ¿Por qué sigo pensando en
el cajón? Sigo perdiendo el tiempo.
¿Dónde más
falta buscar?, ¿bajo el escritorio? Debieron aspirar ahí anoche. Pero algo tan
grande debieron notarlo, atascaría la aspiradora. Pero ya pregunté al del aseo
si lo vio y me dijo que no. Dudo que pudiera entender mi descripción, aunque le
dije bien… aunque es grande ya, debe llevar suficiente tiempo para ver alguno.
Yo no llevo tanto tiempo, ni un año y ya estoy extraviando las cosas.
Estoy
convencido de que está en mi cubículo, debería estar en mi cubículo. Sabría
dónde está si fuera ordenado. Pero un lugar muy ordenado no dejaría fluir la
creatividad –o eso dicen, no quiero parecer obsesionado con la limpieza. Pero
así las formas estarían terminadas y engrapadas.
Podría
pedir un repuesto, pero todos sabrán que pierdo las cosas por ser desordenado.
Debo limpiar el cajón, ordenar los otros.
No creo que
alguien lo haya tomado, porque no conozco a nadie de aquí con ideas de ladrón…
ya sé que es una oficina de gobierno, pero solo paso las licencias de conducir,
¿qué vamos a robar de ahí? La grapadora, eso me robaron.
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