Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

4 oct 2016

El reencuentro


Gabriela de Jesús Acevedo Domínguez
 

Él se encuentra ante  un cielo despejado. El sol luminoso, brilla en las copas de los árboles. Debajo de una palmera, está acompañado por 3 de sus amigos, todos sentados alrededor de una mesa, en medio de un jardín con mucha vegetación y árboles por ambos laterales. Los 4 tienen en la mano  un vaso que contiene una bebida refrescante. Platican por unos minutos, se les ve muy contentos. Luego, como uno sólo, levantan al mismo tiempo su vaso, y cuando él bebe el primer trago, poco a poco los recuerdos aparecen en su cabeza, girando como reguilete cada uno de ellos.
A casi de un mes de regresar del Charco por razones que ustedes ya conocen, de caminar feliz y campante por las calles de Quinus, de convivir con la familia y observar cada uno de los hermosos paisajes que tiene este lugar, recibo una noticia que me llena de mucha alegría y regocijo. Con una gran sonrisa mi madre lee aquella carta que ha recibido hace unos minutos:
1/07/2015
Magnánemus, MAG.
A quien corresponda:
Por medio de la presente, se le informa al joven Elías Israel Puente Luna, que la solicitud realizada a la metrópoli “Arespimuli”, ha sido aceptada por el comité directivo. Solicitando su presencia el 3 de agosto del presente a partir de las 9.00 am, EN las instalaciones de Arespimuli, para comenzar con su proceso de desarrollo.
Venecia 333 col. Metrópolis.
Sin más por el momento, me despido, quedando a sus órdenes para cualquier duda o aclaración.
ARQ. Apolo Valencia
Director general
Quedo impresionado, ¡Jamás creí que los dibujos que realicé durante mi estancia en El Charco, servirían para ser aceptado en Arespimuli!
Dos meses después me encontraba preparando la maleta para viajar al destino de mis sueños. Y mientras acomodaba la ropa y los objetos personales que me llevaría a ese mágico lugar, iba pensando en LO que haría cuando llegara a Magnánemus, pero, aunque trataba de planear algo, no se me ocurría nada. Estaba muy nervioso y emocionado.
Esa noche no pude dormir, me la pasé dando vueltas en la cama una y otra vez. A veces  como que tenía unos instantes de sueño, en el cual me la pasaba recordando momentos muy agradables en compañía de mi familia, y de ustedes, amigos verdaderos. En otras ocasiones, fantaseaba a través de los colores con viajes y lugares naturales, mismos que sirvieran para plasmar en algún cuadro. De nuevo despertaba y repetía el mismo procedimiento como 3 o 4 veces más, hasta que en un momento de relajación, comenzaba a sentir todo lo que había alrededor. Disfrutaba el caer de la lluvia, el trinar de los pájaros, el viento frío que azotaba las ventanas y el cantar del gallo anunciando el inicio de la jornada.
-¡Ya es la hora!-. Digo para sí, -Vamos a levantarnos-. Y como resorte, me incorporo para  ir a la ducha.
Este es el último baño que tomo en casa, reflexiono mientras que disfruto el proceso. Cuando ya he terminado, me quedo observando nuevamente la estructura; veo con gran detenimiento el techo algo despintado, las paredes de ladrillo que expresan como si fueran mosaicos azules y el piso de cemento de color gris. Suspiro y abro la puerta para salir de ese lugar.
Salgo ya con la camisa verde de cuadros puesta, un chort azul marino y sandalias. Traigo en la mano la ropa sucia y la toalla de baño. Dejo la ropa en el cesto que se encuentra junto a la lavadora y sigo adelante. Fresco como lechuga, camino por un pasillo de tierra, con plantas y hermosas flores por ambos lados. Siento el viento algo frío en la cara, miro al cielo y percibo un colorido azul, azul en distintas tonalidades, con nubes dispersas. Está comenzando a amanecer. El paisaje es tan agradable, que me quedo unos minutos más para contemplar mejor el espacio. Me toco la cabeza y entonces recuerdo que aún no he terminado de arreglarme.
Llego al cuarto casi corriendo, y como gacela, me seco los pies y me pongo las calcetas, me pongo de pie en el piso que está seco y cambio el chort por el pantalón de mezclilla, me pongo los zapatos y el cinturón de cuero. Y finalmente me hecho desodorante, un poco de crema, loción, voy de nuevo a mojarme el cabello para acomodarlo y agregar gel. Ahora sí, listo. Vamos a desayunar.
Salgo del cuarto con la maleta en la mano, llego a la sala y el dejo en un extremo, junto al sillón que está en frente de la televisión. No hay nadie, todos están en el comedor.
Camino por un espacio despejado, hasta llegar al comedor. Entro y ya están sentados alrededor de la mesa. Saludo, y ellos responden. Camino unos pasos más y ocupo el lugar que faltaba. Mi madre se levanta de su sitio para ir por el plato, después de unos segundos, entra con un plato lleno de huevo a la mexicana, frijoles fritos y una taza de café. Agradecemos por los alimentos y nos disponemos a comer.
Al terminar, uno RECOGE la cocina y otro lava los trastes, mientras que los demás vamos a lavarnos los dientes. Y como casi siempre, soy el último en acabar. Cuando llego otra vez a la sala, me encuentro con la familia reunida; madre, padre, un hermano y dos hermanas. El momento es melancólico. Cada uno de ellos comienza a decirme algunas palabras de motivación y algunos consejos, digo también unas palabras que expresan lo que dice el corazón y concluimos con un abrazo familiar.
Salgo al exterior, la mañana aún es fresca. Voy hacia el carro de mi padre para acomodar la maleta en la cajuela, y cuando voy a subir al auto, me encuentro con toda la familia arriba.
El camino es tranquilo y sereno, el auto va avanzando por cada uno de las calles sin pavimentar, hasta que después de 20 minutos, una gran avenida con los establecimientos aún cerrados anuncia que se ha llegado a la central camionera. El transporte se estaciona cerca de la entrada, se abren las puertas del carro y todos bajamos. Recojo la maleta de la cajuela, cierro la puerta y me despido una vez más. El cielo está despejado, con algunas nubes de color blanco alrededor, el sol es casi perceptible. “–Ya es la hora-“. Escucho la voz de mi padre, “-Vamos a comprar el boleto-.” Y gira adelantándose con la maleta hacia la puerta de la entrada. Noto que desde allá me observa, me despido una vez más de cada uno. –Cuídense mucho. Regresaré pronto-. Digo antes de seguirlo.
Subo al autobús, y espero algunos minutos para que avance. Cuando ha iniciado su camino, reclino el asiento y contemplo por la ventana los paisajes del exterior. Después de un rato, me quedo dormido y al despertar, vuelvo a mirar por la ventana: La carretera está transitada, carros de muchos colores que van y vienen por el sendero, alrededor cerros cercan los límites de los carriles. El sol va iluminando cada vez más hasta extender sus rayos por el cielo. Un viento ligero dispersa la tierra de los cerros, y las nubes, blancas y de distintas figuras como transporte, se desplazan con forme el avanzar del autobús.
Después de muchas horas de camino, en pleno atardecer, llego a Magnánemus. Salgo de la central con la maleta en mano, y camino en búsqueda de algún taxi. Pero no encuentro ninguno. Me acerco a una persona que tranquilamente recorría las calles del lugar y le pregunto que si ella sabía dónde se tomaba algún taxi. Antes de responder se me queda viendo con cara de sorpresa, y luego me explica que en Magnánemus, no hay ese tipo de transportes, únicamente se utiliza las bicicletas. Que tendría que llegar caminando hasta el lugar que buscaba. Que todos los lugares a donde podría ir estaban relativamente cerca. Agradezco la aclaración y sigo adelante.
Conforme continúo el camino, descubro que tenía razón al decir que estaba relativamente cerca, y es que con tantos lugares naturales que se pueden apreciar, se te hace corto llegar a cada sitio. Después de algunos minutos, llego a este jardín donde estamos ahora conviviendo, lo observo por un momento y quedo encantado. Tanto que hice una promesa: “-Cuando entre  a Arespimuli, el primer cuadro que haré será de este lugar, y cuando lo haya terminado, invitaré a cada amigo para convivir en este sitio-…
Elías calla. Sus 3 amigos se han quedado impresionados. Después de algunos minutos, uno por uno van comentando y se forma de nuevo la plática. Ellos le piden que les muestre su pintura y él, emocionado levanta su cuadro hacia arriba en señal de agradecimiento,  luego lo baja y comienza a repartir 1 a cada uno de sus amigos. Cuando ya los 3 tienen uno, comienza a describir:
-La imagen es de tonalidad verde, naranja y amarillo. Al fondo, árboles altos y con follaje a su alrededor. Arriba, el sol apunto de ocultarse va desapareciendo poco a poco entre las nubes que lo van cubriendo, mostrando una tonalidad anaranjada. Y en el centro, una persona con la maleta va en dirección hacia el jardín-.





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