Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

11 jul 2014

Julio Cortázar “Bestiario”: El tigre y la familia.

Por: Aurora Graciela Canet Álvarez.





Cortázar, Julio.
Cuentos completos/1.
Bestiario.
“Bestiario.”
México: Alfaguara, 1996.







Julio Cortázar escoge como título del libro de cuentos y del cuento mismo la palabra: “Bestiario”. Dentro del relato, la bestia es un tigre. La bestia, el tigre como representante del instinto. Conforme transcurre el cuento este instinto se va liberando en el personaje de Isabel, que al inicio hace referencia a una jaula rota. Probablemente esta jaula es del tigre, aunque el cuento nunca lo afirma. Este tigre se encuentra habitando los cuartos de una casa que desde el inicio del cuento se anuncia triste, uno cada día. Esa tristeza predominante tiene una razón de ser, razón que se va descubriendo a lo largo del cuento. La familia que habita este hogar: Los Funes, es una familia extensa. Es una familia que se extiende más allá del grupo doméstico. Esto quiere decir que está excluida de la familia conyugal, viven en una misma casa y pertenecen a varias generaciones. Se compone de los hermanos: Luis, Nene y Rema; con ellos vive Nino, hijo de Luis. Isabel es una niña enferma que llega de visita para veranear, y poco a poco se vuelve parte de la familia. Es ella, precisamente quien libera al tigre. Siendo el tigre uno de sus instintos. Este tigre, al estilo de Freud, esta amenaza latente ronda la casa. Todos en la casa le temen porque evitan confrontar los propios instintos. Isabel presenta poco a poco este miedo, tanto en relación a la familia, como en relación al hormiguero que tienen ella Nino, hormiguero que refleja a la familia misma. El cuento nos narra: “…y a ella le encantaba pensar que las hormigas iban y venían sin miedo a ningún tigre…” (p. 169). Otro extracto del cuento donde percibimos este miedo es cuando leemos: “Casi siempre era el capataz que le avisaba los movimientos del tigre; Luis le tenía la mayor confianza […] [y] no dejaba moverse a los que venían del piso alto hasta que don Roberto mandaba su informe.” (p.172).

Una vez mencionada la importancia del título, me referiré a algunos de los instrumentos expresivos y estilísticos de este cuento, ya que como mismo Cortázar lo comentó son vitales para la creación de una obra de arte. Esto, dice el autor, junto con la motivación entrañable,  la profunda vivencia que nos narra el cuento. En este cuento el narrador es un narrador omnisciente, es decir, un narrador en tercera persona, que no participa en los hechos, sino que observa desde fuera, tiene un conocimiento de todo lo que sucede, de los personajes, e incluso de los pensamientos y sentimientos de los mismos: “… Isabel, que pensó en la jaula rota y las cuentas de dividir y un poco en la rabia de la misia Lucera por tocarle el timbre a la vuelta de la escuela.” (p.165). En algunas partes del cuento hay diálogos entre los personajes:
”- Saque la mano, Rema – pidió.
-¿La mano?
-Ahora está bien. El reflejo asusta a las hormigas.
-Ah. Ya se puede bajar al comedor.” (p.170).
Por último, en breves momentos es Isabel quien narra por momentos breves, generalmente cuando está escribiendo a su madre: “Mamita, antes de ir a comer es como en todos los otros momentos, hay que fijarse si […] Pasó un largo rato hasta que un peón aviso que el tigre estaba en el jardín de los tréboles.” (p.167).

Ahora bien, en relación a esos instrumentos expresivos y estilísticos del cuento hablaré ahora de la organización y la forma en la que está contado. En este relato no hay capítulos o partes, aunque si se encuentran algunas partes que muestran cambios determinantes en la historia, como cuando Isabel: “Por primera vez entendía su presencia en los Horneros, las vacaciones, Nino.” (p. 170). Después de esta parte, se ve como el personaje va tomando determinaciones y finalmente acciones. Por otra parte, la historia está contada cronológicamente porque nos van narrando los hechos como van sucediendo: “… Isabel se levantó la primera para buscar a don Roberto, aunque don Roberto ya le había dicho antes. Dio la vuelta al porch y cuando entró otra vez , Rema y Nino tenían las cabezas juntas sobre los caracoles…” (p. 175, 176). En breves partes del relato hay retrospectiva, por ejemplo cuando Isabel habla del: “…recuerdo de tres años atrás, Nino mostrándole unas figuritas puestas con engrudo en un álbum…” (p. 165). Y en contadas ocasiones hay prospectiva cuando aún Isabel está en su casa y piensa en su viaje a Los Horneros, casa de campo de los Funes: “Se durmió queriendo que la semana se pasará esa misma noche, y las despedidas, y el viaje en tren, la legua en break, el portón, los eucaliptos, del camino de entrada.” (p. 165).

Toda vez que hemos conversado sobre el narrador, ahora me enfocaré en el estilo y la dicción. El estilo del autor es informal, ya que se narra una historia familiar: “El delantal de Rema se reflejaba en el vidrio. Isabel le vio la mano levemente alzada, con el reflejo en el vidrio parecía como si estuviera dentro del formicario…” (p. 170). Incluso hay momentos en donde intervienen personajes con estilos muy específicos en su habla cuando uno de los peones de la estancia le dice a Nino:  “<<Pa que vaj a juntar tó esos bichos>>” (p. 168). Este cuento, a pesar de tener este lenguaje informal, que pareciera ser casi campirano e infantil es complejo para el lector promedio, porque es Cortázar este autor que busca un lector competente, un lector informado, con deseos de conocer; y es por ello, que nos reta constantemente en sus obras. Nunca nos dará un cuento, un relato simple porque siempre crea esos espacios de indeterminación en donde existe esa ambigüedad que permite al lector ser parte del texto e interpretar miles de cosas a partir de un relato normalmente corto. Sin embargo para poder hacer estas interpretaciones, el escritor exige conocimiento de temas diversos. Por lo que yo me atrevería a decir, que el lector de Cortázar puede ser cualquiera que tenga avidez de saber, inquietud por comprender, curiosidad, ganas de no tomarse la vida y sus temas tan fuertes como un juego. Es ese lector que esté dispuesto a no ser más un lector pasivo, no vigilante y en ocasiones indiferente; como Cortázar mismo definió a la mayoría delos lectores.

Y llegamos al final de este cuento, en donde la lógica del clímax nos lleva a este final inesperado, pero a la vez tan esperado. Incluso deseado. Isabel, como se ha comentado en un párrafo anterior comprende de una forma súbita su función en la casa de Los Funes, de ahí va transformándose. Ese día, cuando ella toma conciencia, Nene golpea a Nino con la supesta causa de que habían roto su ventana. Siendo que en su felicidad, quien había golpeado la pelota fue Isabel. Lo cual lleva a pensar que en realidad el movil de esa golpiza fue el gran cariño entre Rema y Nino. Esa noche, Isabel vuelve a asemejar el formicario con la casa de la familia Funes y a las hormigas con los integrantes de la misma. Y el narrador nos cuenta sobre las hormigas: “Las vio ir y venir, bullentes, en un silencio tan visible, tan palpable. Trabajan allí adentro, como si no hubieran perdido la esperanza de salir.” (p. 172). Posteriormente el texto nos presenta a un mamboretá, ese insecto conocido también como mantis religiosa, en donde el texto mismo une los deseos de Isabel con el animal mismo: “-Qué maldita noche- dijo Nene detrás de su diario. Isabel hubiera querido decapitar al mamboretá, darle un tijeretazo y ver qué pasaba.” (p. 173). Después, cuando suben a sus cuartos, Nene le pide a Isabel que le diga a Rema que le lleve un a jarra de agua, a lo que Rema le pide por favor a Isabel que lo haga ella, ese por favor se queda grabado en la mente de Isabel: “Por favor, por favor. Rema, Rema. Cuánto la quería, y esa voz de tristeza sin fondo, sin razón posible, la voz de la tristeza. (p. 174). Comienza el nuevo día después de esa noche, y ese día es el día del final del relato. Final esperado, inesperado, con la desgracia de Nene, el desconcierto de Luis, con la falta de comprensión de Nino, con la aquiescencia o consentimiento de Rema y la felicidad de Isabel: “ …rota por su llanto feroz contra la pollera de Rema, su alterada alegría, y Rema pasándole la mano por el pelo, calmándola con un suave apretar de dedos y un murmullo contra su oído, un balbucear como de gratitud, de innombrable aquiescencia.” (p 176.), dejando al lector con una sensación de la fusión entre lo erótico y lo tanático, una fusión poco comprendida en nuestra cultura y con un impacto tremendo en la memoria del lector, con ese terremoto interno que siempre causa este gran escritor.


Para cerrar esta breve aportación al vasto mundo de lo Cortazariano, les diré que entre las tantas razones que encuentro para leer a tan estimado autor, mi propia versión de este por qué es:  porque con su humor surrealista, su espíritu romántico, su filiación existencialista, su cosmovisión de lo fantástico, su enorme intelecto y  las ganas que nos contagia de desgarrar el sentido común, Cortázar se vuelve un antídoto que nos permite destrozar la realidad misma para reencontrarnos con nuestro ser, para sacudir el horizonte y experienciar la maravilla de esa eterna búsqueda. Porque con él podemos jugar, no solo a la Rayuela, sino a miles de juegos lúdicos. Porque a mi me gusta jugar a los columpios cuando exploro los mundos posibles a través de lo no convencional, de nuevas perspectivas y de lo extraordinario. Porque amo abrazar con complicidad la metafísica y la patafísica y todo lo que me presenta y representa Cortázar para correr  con él como enanos hasta los columpios, donde está sentado cómodamente un ser llamado conocimiento. Y tenemos que aventarlo con toda la fuerza al infinito, hasta desbalancearlo y verlo caer rendido ante la realidad más real.