Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

26 ago 2014

El agrio de Dulce

     

PorKatia Sánchez Ortega




Se vivía el mismo infierno en aquella tarde de mayo, pocas veces ocurre que cuando piensas, sudas, respiras, y sudas. No fue la excepción de éste año. Como de costumbre había terminado de grabar uno más de mis vídeos en dónde trataba de expresar mi gusto por la lectura, hablé acerca de García Márquez, de él y de su muerte, que aunque mi aspecto en la cámara de medio cuerpo no se veía tan mal, la otra mitad estaba estallando lágrimas. Hace casi un año que no voy a la playa, estoy en casa tratando de no morir de deshidratación con un ventilador diminuto en mano y un ángulo menor de 90° entre mis piernas, cabeceando con un libro en mano en el sillón rojo del abuelo.

Escucho el teléfono y es Edith, la chica con la que comparto la mayor parte del tiempo, es decir, mi amiga Edith. Contesto y grita algo que no logro comprender, me espero a que se calme y sigo sin entender y ella no para de gritar. Con más calma he quedado de verla en la plaza, la plaza de armas de un lugar cualquiera, con un quiosco y una capilla, jardineras, perros y popó de perro. Cuando te dicen que tienes una oportunidad para irte, normalmente lo piensas mucho o nada. Junto con Edith y otros cuatro compañeros de mi facultad, fuimos escogidos por ese numerito que nos hace especiales a nivel nacional para irnos de intercambio. Monterrey o San Luis Potosí fueron las opciones que nos dieron para escoger dónde viviríamos un semestre. El Diseño Gráfico nacional, cuneta con colaboradores internacionales y Angélica Vilet, presidenta de ENCUADRE (Asociación Mexicana de Escuelas de Diseño), se encontraba entre los cerros potosinos. La duda empieza en el momento de visualizarte lejos de dónde por 20 años habías estado estancada.  María Elena, maestra cómplice que rompe el vínculo entre sus alumnos para tener una relación más estrecha, me motivó para poder tomar la decisión correcta y no dudar de las capacidades que tengo. Cuando uno se pierde por un momento de sí mismo, es necesario un empujón ajeno que sea el detonante de una explosión en las entrañas y en medio de los ojos, en la punta de la nariz y en la lengua.

Más de un kilo de pensamientos, esperanzas, ropas y cajas de pastillas para el vómito viajaban junto a mí en el autobús, añorando el clima de mi Tampico, que con casi 15 llamadas de mi madre en una hora, no había extrañado nada. Sin embargo pese a todo lo bueno que veía venir, siempre opacando el grado máximo de mi felicidad sin prórrogas, los billetes pasaron a ser cartones y resistoles, comida enlatada, agua fría por las mañanas, a tardes en el escalón de una casa sin dueño y constantes dolores en el punto más interno de los egos encontrados días antes. Un intento de vida segura, sana y productiva, había estando burlándose de mí, frívola, úrsula durante casi toda la bienvenida en un estado dónde es más fácil ganar prejuicios que respeto. La promesa del deposito de mi beca había quedado en el rincón más sucio del cajón más escondido en dónde guardo todas las mugres que son para reciclar. He ahí la libertad encontrada, en dónde toda esperanza se pierde en un momento de sensatez y racionalidad, cuando uno se vuelve más humano y menos primitivo, sin el elemento llamado sociedad, dónde se encuentran todos aquellos que exigimos, trabajamos, estudiamos, producimos, nos jodemos y protestamos.

En punto de las 9 de la mañana, me he dado cuenta de que me he adaptado al clima, porque nunca se sabe cómo fregados va estar. Parada en la fila del banco, con una especie de mueca en vez de una sonrisa, sólo pido por favor dinero que ha llegado cuando se le ha hinchado la gana. -Que tenga un buen día- me dice Irma por la ventanilla. Buenos días tuve, que sin dinero lo logré, pero con él, uno ni cuenta se da, que los días buenos están por llegar. 






Esos malos días

Mauricio Alexis Pérez Jaramillo


Por fin, hoy es el día, después de una larga y ansiada espera presentare mi ponencia, por la cual me estuve preparando arduamente, toda mi dedicación y todo mi trabajo iban a ser presentados ante un público conocedor y exigente. Resultaba para mí una gran satisfacción el hecho de que después de un trabajo de campo cansado pero bastante enriquecedor en diversos ámbitos iba a ser reconocido por mis compañeros, a los cuales guardo gran admiración y respeto por sus amplios conocimientos y consejos dados antes de partir a campo.

Llegue a la escuela con mi mejor camisa y con un peinado resultado de una gran minuciosidad, sin embargo, al llegar al auditorio el organizador del evento “Toti” me informo que debido a la alta y amplia gama de trabajos recibidos en la convocatoria, mi presentación seria trasladada hasta altas horas de la tarde. Trate de tomar esto con calma sin embargo sentí un leve enojo que fue percibido por mis amigos que se habían sentado a mi lado para expresarme su apoyo.

Estando aun con preocupación debido a mi evidente pánico escénico, justo en el momento de terminar la penúltima presentación, (la cual por cierto, me aburrió tanto que por momentos cabeceaba de sueño) se me acerco “Toti”, con una mirada de ternura y poniéndome una mano en el hombro de forma cariñosa, gestos que fueron muy diferentes a su tono de voz y sus palabras: “Lo siento, pero tu ponencia ha sido cancelada debido a que ya no alcanza el tiempo, pero si quieres ven mañana temprano para ver si te podemos conseguir un espacio en la agenda”. Estas palabras me cayeron como agua helada que ni siquiera la playera que me obsequiaron sirvió para calmar mis ánimos, me retire del lugar sin la intención de regresar mañana bastante molesto no sin antes mentarle la madre al “Toti”.




25 ago 2014

Cancelación


            Taller de Expresión Escrita.
Por: Carlos Francisco Grimaldo Alcántara
Durante aquella tarde, llena de trabajos, Yochua tenía una gran presentación para mostrar frente a toda la comunidad estudiantil, se había estado preparando desde hacía varios días antes para aquel momento de gran importancia en sus actividades. La noche anterior alisto cada detalle, poniendo en orden toda la información y escribiendo en limpio todas sus notas que lo llevaron a redactar todo su proyecto que investigo por todo un mes.

Llegado el día en que tenía que presentar su exposición frente a todo un público lleno de dudas y críticas. Corrió a informarse sobre el programa de actividades del día, le informaron su turno de participación, sería el último en una larga fila de compañeros que al igual que él, habían trabajado durante ya mucho tiempo para poder estar en esa instancia.

El gran momento llego, los otros participantes comenzaron a exponer sus trabajos de investigación frente a toda la escuela. Uno a uno pasaron, mientras que Yochua moría de las ansias por pasar y comenzar a hablar sobre toda esa información que mantenía a resguardo, incluso había ensayado una serie de frases con las cuales daría inicio a su presentación.

Una temible negativa se presentó, los compañeros organizadores le informaron a pocos minutos que debería esperar un poco más debido a la incorporación de otros, que al igual que el hablarían frente a todos. Aunque Yochua no le dio mayor importancia, solo quería poder hablar y comentar todo eso que tanto lo hizo batallar.
Poco a poco se acercaba el momento, él lo sabía, entre el miedo, la angustia y la ansiedad, repasaba en su mente cada palabra. Una vez más se acerca un organizador a informarle que su tiempo se recortaría, pero eso era irrelevante para el momento solo quería liberarse de todo aquello que lo angustiaba por no saber lo que pasaría.


El presentador se acerca al micrófono, Yochua sabía lo que tenía que decir, sin embargo, algo extrañamente increíble sucedió. Con unas pocas palabras aquel sujeto frustro la participación que tanto anhelaba ocurriera, no dio más tiempo para que se liberara de su propia aflicción, cerrando por completo las actividades. 

Destino



 Por: Ghisselle Avila

Recuerdo que conocí a Lucía cuando estábamos cursando el primer año de preparatoria y puedo decir que las cosas nunca fueron  fáciles para nosotras, esto es debido a que siempre tuvimos una fuerte rivalidad y orgullo.  Cuando la conocí por primera vez recuerdo que no me agradó por ser una persona orgullosa y perfeccionista, no me gustaba que mis amigos se juntaran con ella o que le hablaran y estoy segura que ella pensaba lo mismo, ya que siempre que nos veía hablar me lanzaba unos ojos de miedo.

Así pensé durante mucho tiempo,  de verdad estaba agradecida de que no nos hubiera tocado en el mismo salón, pero las cosas nunca duran para siempre y me alegra que haya sido así. En segundo año mi escuela organizó un evento de prácticas recreativas y era la norma que debíamos juntarnos por pareja para las actividades.

El ambiente estaba lleno de vida y de alegría, había adornos por todos lados, vendían deliciosa comida que pocas veces teníamos la oportunidad de degustar en la escuela y los grupos de amigos platicaban y jugaban, haciendo bromas por cualquier cosa como es el hábito de los estudiantes jóvenes. Pero no todos estábamos muy felices, y era porque mis amigos ya había escogido a sus parejas y yo seguía sin una, miré a mi alrededor y me consterné,  extrañamente solo quedábamos tres personas que deambulábamos solitarias, Lucía, luego la chica rara del salón que desde que entró no hablaba con nadie, y yo.
No soy una mala persona, estoy muy segura de ello, pero a decir verdad no quería juntarme con la chica rara de la cual no recuerdo ni su nombre, siempre iba vestida de negro,  con un gran copete que le tapaba la mitad de la cara y sus inseparables  audífonos, era un aura un poco difícil de abordar así que no tuve más alternativa, volteé y para mi sorpresa Lucía también lo hizo, al parecer pensamos lo mismo por lo que nos acercamos mutuamente,  riéndonos por lo bajo debido a la ironía de la situación.

 Fue la situación más extraña en la que me he encontrado jamás, porque a pesar de que en el pasado siempre competíamos por ser la mejor, al momento de hacer equipo las cosas cambiaron, como si en lugar de contender optáramos  por unir fuerzas.

 Ese día le ganamos a todos los que participaban en las carreras de relevos y en las otras actividades en pareja, con una marcada ventaja  me atrevo a mencionar, pero ese día yo gané algo mucho más valioso, su amistad que todavía me acompaña hasta la fecha y que a juzgar por nuestro cariño y respeto, durará un buen rato. El dicho tiene razón las cosas nunca son lo que parecen, mucho menos las personas.


No te dejes llevar...



                                               Por: Marcela Del Río Martínez



Itzel era una muchacha perfeccionista que aparentaba un orgullo de sí misma que en realidad carecía. Aunque era popular entre sus compañeros del colegio, sólo tenía un pequeño grupito de amigos con quienes se sentía cómoda, excepto que con ellos se juntaba una chica llamada María, con quien siempre competía por la atención de sus amigos.

Siempre se encontraban en competencia continua, María era muchas cosas que Itzel no era, un poco más relajada, más desinhibida, con un humor simple y habilidades que en ocasiones sobrepasaba la capacidad de Itzel sin esfuerzo alguno. María solía ser soberbia y alegrarse demasiado en estas situaciones, lo que hacía a Itzel enojar y maldecirla para sus adentros.

Las cosas siguieron ese ritmo hasta que un buen día, en una actividad extra-escolar, en la que participaban estudiantes de todo el bachillerato y ninguna de ellas conocía a nadie más, excepto la típica chica extraña y escalofriante de la que todo el mundo se burlaba como “ESO”, pero cuyo nombre era Claudia. Claudia llevaba acosando a su grupito de amigos por semanas, no les dejaba ni a sol ni a sombra e incluso aunque iba en un grado menor y tenía otro horario, perdía clase para acosarles, aunque no lo hacía de forma consciente, la forma de actuar de Claudia suscitaba un rechazo inmediato en cualquier persona que supiera su sobrenombre.

En una mal llamada “actividad de integración” en que un animador decía “formen grupos, parejas, etc” Itzel y María quedaron como pareja casi al final del ejercicio y posteriormente en el mismo grupo. El grupo de 7 personas que quedó, les tocó hacer una reflexión y abrirse para con sus compañeros. Ese detalle despertó un poco de simpatía mutua. Las dos enemigas, porque así es cómo se trataban mutuamente hasta entonces, no tuvieron más opción que quedarse juntas y alejarse de Claudia, que rondaba los grupos de amigos de una forma extraña. Ellas, que no tenían amigos entre tanta gente que apenas conocían de vista y se negaban a buscar aceptación para con todos esos compañeros de grupos cerrados, se quedaron juntas y coincidieron al burlarse de la situación de Claudia. Ellas no encajaban con sus compañeros, pero no se iban al extremo de ser extrañamente escalofriantes o llamar la atención de forma estúpida y ridícula.

El tener que unirse en contra de un enemigo en común hizo que Itzel y María tuvieran tiempo para compartirse y limar todas las asperezas que hasta entonces, después de casi dos años de vivir peleando por la menor nimiedad, habían causado un desagrado por parte de ambas.  Claudia se paseaba entre los grupitos, y por alguna razón no insistió en juntarse con estas dos chicas. Quienes después de experimentar una catarsis, terminaron siendo muy buenas amigas.

Tan buenas amigas que María aporto un poco de <Hakuna matata> a la vida de Itzel, y ésta aportó un poco de más responsabilidad por las cosas que a futuro importan, como la escuela. Ninguna considera ese tiempo de <enemistad> como tiempo perdido, porque conocieron la peor faceta de la otra cuando no eran tan cercanas y eso fortaleció mucho su amistad. 

Mi obscura ponencia.

Por: Saulo Fernando Rodríguez Herrera




Hoy por la mañana levantarme no fue lo primero que hice, no fue una necesidad, puesto que toda la noche no tuve oportunidad de dormir. Es viernes y es el último día de la semana de la facultad. Este día, los estudiantes tenemos la oportunidad de presentar ponencias de los proyectos que hemos estado trabajando a lo largo de nuestra carrera. A causa de estar planeando mi exposición me he mantenido en vela por casi dos días.

Al llegar al campus, a eso de las once de la mañana, me encontré con Toti, consejero alumno de la facultad y también amigo mío. Me preguntó si estaba listo para dar mi ponencia, a lo que con orgullo asentí. Saludé a otros compañeros y los invité a que pasaran al auditorio. porque ya iba a comenzar la jornada. Revisé la lista de expositores y yo aparecía al último, así que con nerviosismo presencié los trabajos de los demás colegas.

El penúltimo ponente, Yayo, presentaría un video documental. Las luces se apagaron y los nervios recorrieron mi cuerpo. Sin embargo, al término del visual, Laura, la moderadora del evento agradeció a todos por su asistencia y Toti se me acercó y dijo: "lo siento Carlos, si quieres mañana expones a las 9 de la mañana".