Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

4 oct 2016

DESENCANTO


Gabriela de Jesús Acevedo Domínguez
 
 
Es de noche, en pleno de cierto, junto en el cruce de la frontera, a pocos metros de llegar a un establecimiento que parecen baños públicos, otro sueño más es truncado por la policía de migración. Y es que así como le ha sucedido a miles de personas que se atreven a cruzar para el otro lado, jugándose la vida en el río o en el desierto para tratar de encontrar una vida mejor, A ella también le ha sucedido lo mismo, quedándose en el intento nada más.
Andrea no ha sabido que hacer al ver las luces incandescentes de patrullas y personas de migración ir tras ella para detenerla por ser una indocumentada. Y pensar que faltaba poco para encontrar algún refugio temporal para continuar desapercibida, pero ya no le quedaron fuerzas para correr hasta aquella estructura.
Su rostro reflejaba pánico y tristeza, sus planes se habían truncado. –¡Otra vez lo mismo!- Pensaba. –Es la segunda ocasión que soy  capturada por estos. Jamás podré pasar al otro lado. Y si intentara arreglar la visa, ellos no me la autorizarían, aun teniendo el pasaporte y buenas intenciones. No, otra vez no-.
Después de su detención en ese lugar, es trasladada en una patrulla a las oficinas de migración para decidir su situación legal. Mientras iban en camino, Andrea escuchaba el relato de muchas personas que explicaban sus motivos por el cual estaban allí.
Algunas personas también iban tristes, otras cerias como tratando de planear algo, y otras más, hablando durante todo el trayecto, tratando de expresar ánimo dentro del caos. Diciendo:
-Aunque no pudimos llegar a donde habíamos planeado, por lo menos estamos vivos-.
–Es cierto, pudimos haber muerto en el camino, algún día podremos regresar a casa-.
–Sí, posiblemente pasemos meses en un lugar desagradable, pero vamos a salir, y podemos volver a intentarlo-.
-Esta vez no lo conseguí, pero seguiré intentando, hasta que al fin pueda lograrlo-.
-Aunque el viento valla en contra, lucharé por este sueño, hasta que se haga realidad, o se agoten las posibilidades-.
El transporte se detiene en un tramo más adelante, varios agentes bajan y se ponen a corretear gente, hasta que regresan con más personas. Más tarde, llegan a la oficina de migración. Todos bajan y son conducidos al interior, para continuar con su registro, allí mismo, realizan una selección, para verificar los que van directo a juicio y los que no.
Andrea caminaba junto con los del primer grupo. Cuando llegaron al juzgado, iban formados en fila, y de esta manera, de tras de una barandilla enrejada, vieron al juez, quien era el que determinaba el tiempo de reclusión. Cuando le llega el turno a Andrea, se quedó pasmada al escuchar la sentencia en voz de un traductor, que interpretaba todo lo que el juez iba diciendo: -Por haber reincidido a pasar al país de manera ilegal, permanecerá 3 años en la prisión general de este estado. Luego, será deportada a su lugar de origen. Advirtiéndole de antemano, que jamás podrá regresar a la nación-.
Está destrozada, tiene la autoestima por el suelo. Durante el traslado va llorando desconsoladamente. –Se terminó, jamás podré lograrlo- Pensaba. -¡3 AÑOS DENTRO DE UN RECLUSORIO! Es mucho tiempo, no voy aguantar-. Y seguía enfrascada en su mundo, hasta que sucedió algo que le hiso reaccionar.
Un muchacho que se encontraba a su lado, comenzó a decir en voz alta: -Esto es complicado, pero podremos salir de allí y continuar con nuestras vidas-.
Andrea lo mira sorprendida. Él se muestra cerio y seguro. Vive una situación similar. Cuando capta que le han hecho caso, se dirige directamente a ella:
-No hay que rendirse, no hay que rendirse. Somos jóvenes y tenemos una vida por delante, esto no es el fin del mundo. ¡Es posible seguir!, lucha por tus sueños siempre, aunque todo valla en contra-.
Andrea se tranquiliza y sonríe. El muchacho también sonríe terminando con esta frase: -Si, se puede. ¡Hay que seguir!-.
En ese momento, el transporte llega al reclusorio. Todos bajan y formados en fila, separan a hombres de un lado y a mujeres del otro, para ser ingresados.


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