Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

3 oct 2016

Agosto lluvioso


Luna tenía 19 años cuando escapó de casa; vivía sola en un pequeño piso en la tercera planta de un edificio ubicado en la calle Donceles en la ciudad de México. Para costearse sus estudios tenía que trabajar como camarera en un café frente al palacio de Bellas Artes.
Su padre, un estricto profesor en la Universidad de San Luis Potosí nunca pudo aceptar que su única hija no siguiera sus pasos. Se enteró que Luna había aplicado para un conservatorio donde, según él, no había futuro.
Necesitas un estudio que te ofrezca un trabajo digno y estable- le repetía constantemente.
Fue una noche de agosto cuando ella decidió salir de casa con una mochila, que guardaba poemas de Walt Whitman, y una guitarra Fender electroacústica que le había regalado su padre unas navidades atrás. Era curioso que la persona que le había obsequiado la guitarra estuviera contra sus deseos de convertirse en músico.
Sin embargo, Luna no podía evitar la mezcla de sentimientos; por una parte, seguir sus sueños le parecía un acto de libertad con ella misma, lo amaba; pero cuando entraba a su hogar, los recuerdos le arañaban el corazón: los cuidados de mamá, la tranquilidad del fuego familiar y hasta la mirada de su padre, severa, pero siempre intentando comprenderla. Por qué demonios no podía comprender el amor de Luna hacia el arte.
A sus 21 años era una chica menuda, de cabello rojizo claro, casi anaranjado, piel blanca y labios delgados, de baja estatura y ojos color miel. Cuando las personas le preguntaban por qué no abandonaba el conservatorio y regresaba a casa con sus padres, ella no sabía qué responder. Sentía que no lo entenderían nunca.
Fue una mañana, seis meses atrás cuando encontró el camino hacia la respuesta en una llamada con su madre. Hablaron por largo rato de cosas cotidianas. Casi al final, salió en el tema de la conversación el segundo nombre de Luna con el que nunca fue registrada.
Tu padre quería llamarte Awen- le dijo su madre.
¿Qué significa Awen?-respondió Luna.
Me sorprende la facilidad con la que olvidas las cosas. Esta plática ya la habíamos tenido antes cuando tenías 10 años.-
Lo siento.-
Es un nombre celta que significa “inspiración”; se usaba para los músicos mucho tiempo atrás. Papá quería llamarte así porque ama la lectura y él quiso dedicarse a la música en su juventud.-
La chica sonrió para sí misma, había sido una respuesta bellísima.
Nunca antes, en la vida de Luna, la sonrisa y una lágrima habían encontrado el mismo sentido como las de aquella tarde de agosto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario