Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

31 may 2015

Contaminada



por Edgar Ulises Briseño Zúñiga

Luego de la tercera llamada se escuchará un automóvil haciendo ruidos provenientes del motor, estos se irán disminuyendo hasta cesar por completo.
Se sube el telón.
El escenario es sencillo se muestra un panorama rural de noche, con una iluminación baja que sólo se concentrará en la protagonista.
El automóvil se encuentra orillado en la carretera, a unos cuantos metros en terrecería. Dentro  en el asiento del copiloto se encuentra el cuerpo de un perro grande de raza mestiza, similar a un pastor belga.
Es un 23 de agosto, acaba de anochecer, una noche fresca, con una ligera brisa y estrellas iluminando el cielo. Se trata de una carretera en un lugar escondido de México, un pequeño prado entre lomas, donde no pasan automóviles.
Sale del auto la protagonista, una joven de 24 años, delgada, un poco alta con el cabello corto, viste pantalón de mezclilla con roturas en las rodillas y una playera negra
[Colérica]: Bien, esto es lo que me pinches faltaba, la noche no podría ser más perfecta, ¡puta madre!.  Ya estarás contento Dios.

Se pone las manos en la cabeza, patea una llanta y comienza un ligero llanto.
Seguramente me veo estúpida hablando sola.

Dejará de llorar, dará vueltas como inspeccionando el lugar. Regresará a la carretera e intentará ver si se acerca un automóvil. Se tocará la barbilla como si estuviera pensando, pero mas bien es señal de desesperación.
[Furiosa]: Estoy harta esto es una pinche conspiración, no viene ni un puto carro y estoy aquí sola y ¡no pinches hay señal para llamar!, ¡ni putas que me voy a ir caminando!.

Dará un ligero grito, pateará una piedra y se lastimará el dedo gordo del pie derecho.
¡Aghh, chingao!, ¡estoy harta!

Comenzará a respirar rápido, dará grandes bocanadas de aire, se acercará al carro y observará a su perro muerto, como para asegurarse de que siga ahí.
[Melancólica]: Mi bebé, ojalá abrieras los ojos para que pudieras cuidarme, tengo miedo y estoy bien pinche encabronada por este ¡maldito carro viejo!, ya sabía que esto un día me iba a pasar esto...
[Fastidiada]: ¡ahh ya al carajo!.

Entrará al carro acariciará al perro y comenzará a llorar de nuevo, se recostará incómodamente a lado del pobre animal y esquivará la palanca de velocidades, dirá varias cosas entre lloriqueos.
No entiendo como somos los humanos, no sabemos dar amor, cundo amamos como ustedes y entregamos todo, carajo nos traicionamos, nos botamos a la calle cuando nos aburrimos de las caricias,  igual a ustedes. Si hubiera sido menos como tú y más como mi especie, quizá sería otra, quizá no estaría sola, y tú no tendrías que haber estado en este lugar, pero bueno, sólo perdóname, pronto te llevaré a casa del abuelo para que puedas descansar.

Se levanta, se seca las lagrimas y toma con ambas manos el  volante, saca las llaves del bolsillo e intenta encender el coche, mientras pisa a fondo el acelerador. No tiene éxito y da un golpe con la palma de la mano al volante.
Henos aquí, no sé como tomar una pinche decisión sin titubear, no sé decir si, no sé como putas decir que no, es la neta, ni siquiera quería estar aquí, ni mi pinche trabajo, esta no es la puta vida que yo quería.

Desconsolada pero sin llorar pondrá su frente sobre el volante por unos momentos mientras reflexiona, seguramente de cómo llegó ahí.
Luego saldrá del automóvil, se pondrá un sweater y volteará a ver las estrellas, mientras prende un cigarro. Estará más tranquila.
Caminará por el lugar mientras sigue viendo hacia el cielo, serán pasos lentos, cerrará los ojos suspirará como para tomar aire y  comenzar a hablar nuevamente.
Pinche Javier, me recuerda demasiado está noche a muchas donde hiciste conmigo lo que se te antojo, pendejo, pinche pendejo, te encargaste de hacer que me jodiera tanto, y joder que lo hice con un chingo de gusto, no podía contra ti y no hice mucho por intentarlo. Nunca te dije que no, y eso ¿a dónde me llevó?; carajo, no entiendo, eras un pinche patán, casi a mi jeta te revolcabas con otras viejas y yo era la mensa que siempre estaba ahí, eras como una pinche necesidad mía, a fuerzas quería que me tratarás mal, me gustaba y cuando tuve huevos o más bien los ovarios, empecé a seguirte el puto juego, a ver si te gustaba que te regresarán todos tus tratos cabrón. Mmm te valió madres según tú, y ahí andábamos de cabrones en las fiestas, tú de promiscuo y yo besándome con cualquiera que me gustara, bonito juego.

Abre los ojos, camina hacia el automóvil y lo escala hasta llegar al techo para acostarse, prenderá otro cigarrillo.
Pinche Javier, no me arrepiento de nada, ya que chingados fue como todo, se fue al carajo, se me hundió, pero... si, ...si me arrepiento de algo, de nuestro hijo.
Te hiciste wey cuando supiste que interrumpí eso, [estresada]:bueno cual es el pinche rodeo, que fui a que me lo sacarán...

Comienza un llanto, que durara entre intentos de seguir hablando.
[Histérica y lloriqueando]: no tuve, el valor..., el pinche valor..., chingao, me embaracé... me asuste, no mames, tenía 16 y tú hijo de puta me reclamaste, tú tampoco estabas dispuesto a hacer un lado tu puta vida, vivir "la pinche loquera" decías. Fuiste a reclamarme a mi casa que había matado a tu hijo, cuando esa vez me forzaste, no yo ya no quería nada contigo, te lo dije bien claro y me buscabas y buscabas, perro chantajista, sabías mi pinche debilidad y a la mala me llevaste a la cama a ese maldito motel y fui como una pinche masa de carne para ti, ni si quiera te deje que me besarás, me jodí porque no supe decir que no, porque no pude ser fuerte, porque a huevo tenía ganas de autodestruirme y tú fuiste mi escusa.

Mientras llora da un grito desesperado, se levanta estando en el techo del carro y mira hacia arriba tomando su cabeza con sus manos y vuelve a gritar cual aullido a la luna.
Se detiene, quedando sin voz y se deja caer.
[Llorando]: Mi vida es una porquería, cuando me alejó de toda a esa mierda llega alguien para mí, me cuida y ¿qué hago? lo boto a la calle, soy una pinche mamona, una mamona arruinada, contaminada.

Se limpia la nariz y se seca las lagrimas. comienza a dar golpes al coche.
Nunca debí permitirte convertirme en tu posesión, me sigues jalando como una sobra sobre mi espalda, hacia adelante, tambaleándome para derribarme.
[llorando]: ¿Qué putas hago ahora?, como carajos se puede seguir arrastrando todo esto, fingir sonrisas cuando se está destrozada por dentro, con vergüenza, llorando a escondidas cuando viene el recuerdo, cuando veo madres jóvenes cargando a sus niños e imagino cómo abría sido él, cuanto amor abría tenido para darle, cuanto amor me abría dado. El tiempo pasa y no cura nada, la cicatriz jamás desaparece y el pasado se va volviendo irreal, la vida es irreal, el amor, la felicidad momentánea y el puto tiempo no se detiene, me miró al espejo y no conozco quién diablos es la tipa que ahí está, la aborrezco, por cobarde, la desconozco. 

Día a día me levanto y no pienso en ello y hago planes para ser mejor, para superarme y luego me detengo y me doy cuenta de que no quiero nada, de que estoy sucia y arruinada.


Se mueve de lado a lado, siente que no puede cambiar nada, se pone en posición fetal, está muy agotada luego de dejar libre su alma y se queda dormida.
Se oscurece aún más el escenario, quedando sólo una luz muy tenue que permite ver el rostro dormido de nuestra protagonista. La luz se apagará por completo.

Se enciende una luz tenue sobre el rostro de la protagonista y se comienza a iluminar una habitación.
Abre los ojos luego de unos segundos, se encuentra acostada y desnuda en una habitación de motel ha cambiado la escenografía, ha rejuvenecido 8 años, ve a los lados y en medio de la oscuridad observa que está la luz del baño encendida y escucha ruidos, como un hombre tarareando una canción.
Se levanta y se viste, se acerca a la puerta de salida y cuando casi toca la perilla, gira su cabeza y lo ve a él salir del baño, semidesnudo, pero no se ve su rostro entre las sombras.
Titubea, se queda paralizada y se ven fijamente por unos instantes. Ella hace ciertos movimientos como queriendo avanzar y al mismo tiempo retroceder.
Mueve la cabeza y regresa en sí.
[Desafiante]: ¡Tú ya no tienes poder sobre mí!.

El intenta sujetarla de la mano y forcejear, pero ella abre la puerta y sale de esa habitación, hacia un pasillo donde se ve luz.
La luz se apaga por completo nuevamente y se regresa a la escenografía anterior, la carretera.
Comienza una tenue lluvia, ella despierta.

[Serena]: Tú ya no tienes poder sobre mí... maldito.











28 may 2015

Golondrina, golondrinita.

Natalia Loredo Moreno

Recuerdo cómo cuando era niña imaginaba que vivía dentro del sueño de un gigante. Las cosas eran fáciles y mentir lo era aún más.

Inventar esas cosas como quien necesita calmar la ansiedad por explicarlo todo, y a la vez, asumir que no se sabe nada. Compensaba así mi capacidad para comprender.

No estoy curada. Aún hoy en día me encuentro preguntándome muchas absurdeces que, a las cabezas de algunos que, seguramente son muy intelectuales darían vergüenza. Mientras tanto lo único que sé, es que en estos casos la literatura es el único sitio habitable. El escaparate perfecto.

Durante mi infancia yo nunca quise otro cuento ni otra historia, más que El príncipe feliz. Será que aquellos libros que papá traía a casa, no los entendía. Mis primeras lecturas memorables y elegidas eran creaciones de Oscar Wilde. Ese hombre cínico y mordaz, de relatos de gigantes, aves y fantasmas, llenos de armonía, pero desgraciados.

Por muchos es sabido que Wilde fue enjuiciado y encerrado en la cárcel. Mientras se le enjuiciaba hizo ver a quienes lo juzgaban, como carentes de imaginación y sentido común. Fue un hombre de actitud irónica y desafiante, incapaz de abandonar el sentido del humor. Sin embargo de todas las virtudes la que más le admiré, fue la franqueza.

Es “la verdad” aquello que se asoma detrás de la decadencia del hombre; y su grandeza, su vergüenza. Oscar nos ridiculiza al tiempo que desnuda y descubre nuestra alma.

Desconociendo yo, aun las razones que le llevaban a escribir sus cuentos para niños y desconociendo su vida, me emocionaba con relatos conmovedores cuya enseñanza rondaba en los sentimientos más puros como el amor, la amistad, la sabiduría y la piedad.

Quién sabe si Oscar habiendo conocido las dos caras del mundo, la riqueza y la miseria, encontró la verdadera belleza.

Pero yo ahora, cada vez que necesito recordar lo que para mí verdaderamente importa, sin importar lo que se sepa o lo que se crea, si existen letras, después del juicio, después del ruido del mundo, siento al gigante llamar: -golondrina, golondrinita, al pie de cualquier cielo y cualquier canto. Recuerdo al que alguna vez mi amado fue: su cubierta era de oro y de plomo olvidado su corazón.



Soplo de valor

Stephanie N. Juárez Rodríguez

A telónabierto, aparece una habitación, en donde se puede ver al fondode lado derecho, un tocador, y de lado izquierdo una ventana con vista al jardín.
Por el lateral derecho del cuarto, una bolsa en el piso, y sobre la pared, un teléfono y una puerta de madera que da acceso al corredor.
Sobre el lateral izquierdo, una cama individual, la cual está a lado de un buró que tiene una lámpara sobre este. En el centro de la  habitación, sobre el piso, una alfombra pequeña.
Entra una chica de 20 años, con un vestido de novia, frente al espejo.

(Arreglándose a pocas horas de la boda) No, no me veo bien, ¡estoy  fatal!, este vestido me aprieta y las zapatillas son demasiado altas. (se queda mirando al espejo), ¿Cómo puedo casarme con él? Es tan feo. Espero que mis hijos no salgan como él, ¡espero no tener hijos con él!. Y ¿si me escapo?, ¿Si le llamo a Ricardo que venga por mí?. Sé que él me ama y hará todo lo que le pida (suspira). ¡Ay!,  mi Ricardo, si tan sólo fueras tú mi futuro esposo… (Dice con preocupación). Sólo espero que no llegue a impedir la boda. No sé  cómo reaccionaría Mateo, quizás ¡hasta lo mate!, ¡Ay no! No puedo ni imaginarlo. ¿Qué hago? no puedo casarme con él, seré infeliz el resto de mi vida. (Se queda pensando) A menos de que lo mate… ¡pero que estoy diciendo! he perdido la cabeza por completo,  nunca podría matarlo. Sí tan solo mis padres entendieran que el dinero no me importa, que no amo a Mateo y que no me puedo casar con él. Dios ¿por qué no hiciste que Ricardo tuviera mucho dinero? Así mis padres estarían encantados con él y yo, sin este problema. (Se mira el vestido y dice desesperada) ¡No! Ya no puedo más, estoy cansada de hacer todo lo que mis padres me dicen, esta vez llegaron muy lejos con sus caprichos. (comienza a quitarse el vestido con fuerza) ¡Ya no puedo más! Me quitaré toda esta basura, y ¿este peinado? Es horrible ¿Cómo pudieron hacerme esto?. Me veo tan fea (con lágrimas en los ojos, se recuesta en la cama). Mi Ricardo, ¿dónde estás?. No te he visto en días, seguro estas destrozado como yo, mi amor pero, ¿qué puedo hacer? Mis padres me tienen amenazada de hacerte daño, si te veo. En fin… tal parece que no hay de otra, tengo que aguantarme. (Suena el teléfono) ¿Bueno? ¡Ricardo! ¡Dios! ¿Qué vienes por mí? ¡Estás loco! Si alguien te ve ¡nos matan! (cuelga el teléfono) Este hombre, ya enloqueció. Ahora dice que viene por mí, como si fuera tan fácil. Yo no sé, pero es que acaso, ¿algo hice mal? Me casare con un hombre ambicioso y espantoso, y por si fuera poco, enamorada de otro que se volvió completamente loco. (Angustiada, golpea el espejo) ¡Ay! pero ¿qué debo hacer? Ya no ha de tardar, vine por mí para escapar juntos y librarme de toda esta absurda situación (se mira al espejo). ¿Debo huir? (decidida) ¡Sí! Eso haré ya no lo pensare más. Tengo que apresurarme (con una sonrisa de oreja a oreja, abre la puerta y sale corriendo a la calle en busca de Ricardo).

27 may 2015

La cama de mis padres

 Stephanie N. Juárez Rodríguez
Blanco rinconcito de intimidad
Encuentro de estrellas danzantes
Laberinto de ideas compartidas
Guarida de los que cuidan
Que por el día
Un espacio pulcro y vacío
Por las noches
Mi refugio mi abrigo



Mi libro primero (borrador)

J. Antonio L. Carrera

Todavía recuerdo bien el primero libro que leí. No fue el día que aprendí a leer, por supuesto. Aprendí a leer por obligación, cuando era niño, por necesidad para pasar preescolar, luego la escuela y además la universidad. En absoluto estudié. Eso se volvió tedioso y quitaba las ganas e iniciativa por la lectura. Cuando se hace algo por obligación, se vuelve banal y sin sentido. ¿Nunca te ha pasado que cuando haces las cosas por obligación las haces para que no te estén regañando o lo realizas con desgana? Y a veces te queda el mal sabor de boca siempre y jamás vuelves a inténtalo. Esto me pasó con los cuentos, con las novelas, con los poemas al obligarme a leerlas. Para mi eran jeroglíficos, símbolos sin sentido. Sentado me ponía a observar las letras, pero nunca me interesé por el contenido o lo que me pudiera ilustrar. Jamás pensé que leer me fuera a servir. Y tener el hábito de la lectura y fascinarme por las historias y moralejas de algún libro, era algo que me enfermaba, pues la lectura era hecha para pasar las asignaturas únicamente, no más. Confieso que hasta los dieciocho años nunca acabé un libro completo, jamás había leído una última página. Pasaban los años y esa obligación por adquirir conocimientos solo los podía poseer a través de esas hojas apestosas. ¿Qué mejor libro se puede leer que el de la vida? ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor? Pero fui creciendo y madurando. Viendo la vida cambiar y a saborear cada paso....

26 may 2015

Así como eres tú

Stephanie N. Juárez Rodríguez
De estatura promedio y complexión delgada, tus ojos grandes y atentos. Tu cabello es largo y a veces lo deja suelto. Te vistes adecuadamente, pues sabes que te gusta verte bien.
Te distingues a distancia, pues la seguridad que posees la dejas ver en todo su esplendor. Así como esa buena vibra con la que siempre andas, motivando a quien te rodea, pues eres muy alegre y estas siempre para ayudar.
Cuando escribes, me puedo dar cuenta que deja el mundo real a un lado, para cruzarte y dejarte entrar a todo el universo de ideas sorprendentes, en las que se proyecta toda tu pasión por la literatura.
Los problemas te duran poco, pues te empeñas  en solucionarlos, de tal modo que para unos minutos después, todo va bien, y tu sonrisa regresa.
Tu paciencia, pación y dedicación son la herramienta para que en poco tiempo estés publicando un libro, sé que vendrán poemas o tal vez cuentos.
Serás conocida, pues las personas te reconocerán por tus escritos, ya que es inevitable leerlos.
Quizá también escribas libros de superación personal, pues me da la impresión de que eres bastante buena dando consejos.
Hoy te veo feliz, dedicada y apasionada y sé que en un buen tiempo si te vuelvo a ver, te veré igual o tal vez más feliz.











Mi yo

Stephanie N. Juárez Rodríguez

Desde  niña siempre me ha gustado dibujar, era buena copiando paisajes, animales, entre otras cosas. Sin embargo, solo lo hacía cuando me lo pedían en la escuela, no era algo que me interesaba expresar, en lo personal a mí me gustaba dibujar cosas diferentes, garabatos que a veces ni yo entendía y  obviamente mis compañeros menos. Pero, me importaba poco si los dibujos eran comprensibles o no, siempre y cuando al hacerlos sintiera una satisfacción. 
Cuando entre a la secundaria, tuve la suerte de hacerme amiga de una chica que estaba muy involucrada en el arte, ella era bailarina.  Ella siempre insistía que debía meterme a una escuela de arte, la idea no me pareció mala y decidí hablar con mis padres sobre eso.
 Al poco tiempo entre a al Instituto Potosino de Bellas Artes. Recuerdo muy bien lo que sentía estar ahí, pues no podía estar mejor en otro lugar.
A las cuatro en punto llegaba, y en la entrada del edificio, se escuchaba a lo lejos un piano, nunca supe quién era la persona que me recibía con tan agradable melodía. Sin embargo era perfecto ya que desde la entrada todo comenzaba a introducirme en mi ambiente.
Al entrar al pasillo de artes plásticas, se podía oler todas aquellas mezclas de pinturas, aceites y solventes que me podían conducir hasta mi salón incluso cerrando los ojos. Al llegar, podía sentir como si entrara a mi mundo, pues saboreaba  cada hora que pasaba mientras dibujaba.
Después de algún tiempo y de algunas exposiciones que me hacen sentir muy orgullosa de mi alcance, tuve que tomar la decisión de dejar todo, y entrar a la universidad, aun no sabía qué hacer, tenía en mente entrar a una escuela de artes plásticas.
Sin embargo por causa de la distancia, problemas económicos y  mi corta edad, me fue negada esa posibilidad, y por mucho que insistiera, mis respuestas siempre fueron “¡no!”. Enojada e inconforme entre a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. En la carrera de conservación y restauración de bienes culturales muebles. La verdad no sabía bien de lo que trataba, debo confesar que la elegí por impulso.
 Tras el paso del tiempo me fui hundiendo poco a poco  en una depresión, sabía que no era lo que esperaba, estaba encaprichada con la idea de que eso no era lo que quería, ni siquiera me interesaba seguir, quería salirme, pero, hacerlo me daba miedo, no podía irme y dejarlo todo, mi cabeza solo daba vueltas, ¡solo dime! ¿Quién puede estar así?,  trata de imaginarlo, no es algo que disfrutara, en verdad la pasaba mal.
 Con el transcurso de las clases pude ir conociendo la carrera pude ver que habían demasiadas cosas tan impresionantes y que al poco tiempo de ir descubriéndolas, quede totalmente interesada en ellas, a tal grado que decidí quedarme y continuar desmenuzando las cualidades que poseía.
Hasta hace poco estaba segura que todo iba bien, ya había superado mi desilusión y cada día me encariñaba más de lo que iba conociendo y aprendiendo. Pero, por azares del destino, un día tuve la desdicha de toparme con mi pasado, la realidad, sabía perfectamente que a pesar de lo mucho que estaba encantada con la carrera, había algo dentro de mí que todo el tiempo me gritaba que eso no era lo que debía estar haciendo, las culpas comenzaron a llegar y con ello la desesperación de no saber qué hacer, pues solo pensaba en mi sueño frustrado.
En ese momento, en la universidad, me encontraba haciendo un trabajo de taller, en donde tenía que investigar a un artista, el cual fue Willem De Kooning.
Pude darme cuenta que su vida fue trágica, mucho más que la mía, pues tenía un profundo trauma con las mujeres, por causa de su madre, que se lo llevo cuando era apenas un niño, luego,  a los doce años, entró a trabajar de aprendiz en una empresa de artistas. Asimismo a estudiar en la Academia de Rotterdam de Bellas Artes y para los 22 años emigró a los Estados Unidos, llegando, después a Nueva Jersey. Donde estuvo ganándose la vida como pintor de casas. Para luego más tarde convertirse en un gran pintor famoso por su Action Painting. Y todo para cumplir su sueño.
Después de conocer un poco acerca de De Kooning, yo solo me preguntaba “¿que estoy haciendo?” pues solo me he estado quejando y lloriqueando, sin hacer algo para solucionar mi problema, al contrario, dejaba todo a un lado, incluso las ganas de pintar.
 De koning me mostro con sus pinturas, esa forma de liberar sus frustraciones, pues al ver la serie de “Woman” pude darme cuenta con todos los signos que utilizaba,  eran el reflejo de su furia, incluso sus miedos, todo aquello que para él representaba la violencia que vivió.
Yo sé que lo que sentía no se compara con lo que tal vez el sintió, sin embargo sé que todos en algún momento de nuestras vidas nos vemos expuestos en situaciones similares, donde a veces la vida nos lleva por otro camino, pero si te das cuenta, la idea no es quedarse sentados a llorar, ni tampoco cerrar los ojos a lo desconocido, pues no sabremos si el nuevo camino sea más atractivo que el que imaginábamos.
Yo pude darme cuenta, que mi carrera es sensacional, no solo me permite estar en contacto con objetos antiguos muy interesantes, sino que también puedo saber por todo lo que han pasado para que se conserven de tal modo.
Además de imaginar por todo lo que han vivido, la cantidad de personas que lo han tocado, le han pedido algo (en el caso del arte sacro), lo han portado, etc. Pues hay una infinidad de imágenes que me vienen a la cabeza cuando veo obras muy antiguas, lo en lo único que pienso es que lo que yo estoy mirando ahora, puedan mirarlo muchas personas más, en un futuro.
Ahora todo lo veo diferente, me siento feliz con mi carrera, sé que no me equivoque al quedarme, y aun mejor, sigo pintando, me expreso de tal manera que libero toda esa carga de sentimientos que se acumulan de repente, igual que como lo haría De Kooning.

24 may 2015

Al filo de la vida

J. Antonio L. Carrera


Se abre el telón y una joven de 18 años en su amplia habitación. En ella, un par de muebles de madera repleto de libros académicos, un escritorio a un costado con una enciclopedia abierta, hojas y lápices. Sobre el muro de fondo cuelgan cuatro cuadros fotográficos de su familia y de su novio. Una cama perfectamente tendida y pulcra. Las luces encendidas de la recamara hacen sombras en cada uno de los objetos. La puerta de la recamara cerrada con seguro. Nuria caminaba de un lado a otro con un papel en la mano.

¡No puede ser! ¡No puede ser posible! (Llora con rabia) Debí haberles hecho caso a mis papás. Ese idiota no era bueno para mí. Me lo repitieron miles y miles de veces, pero lo olvidaba yo otras mil. Todo por esa estúpida noche que ni recuerdo. ¡Maldita sea! (grita con furia) Le hubiera dicho que no. ¿Y ahora? ¡Salió positivo! ¡Positivo! (mueve la mano con el papel de arriba abajo) Literalmente tengo una carga encima de mí. (Llorando, se ríe) ¿Entiendes? ¿Sabes lo que es eso? Bueno… por lo menos empecé "positivamente" la semana. ¿Pero, un hijo? ¿Ahorita? ¿Al inicio de mi juventud? (Se queda pensando y dice seriamente) ¡No, señor! Y luego sin ese infeliz que se largó. Se fue, así como llegó. Así son todos, todos igualitos de patanes, de collones. Al principio todo amor, todo corazón y a la hora de la verdad, salen corriendo. Y una se queda aquí bien fregada, bien quemada. ¿Y ahora qué? Ni madres que lo paro, primero lo regalo. Pero no puedo esperar tanto. (Se agarra el mentón) No voy a poder esconder la barrigota en unos meses. ¿Mis padres qué van a decir? Me van a correr con todo y niño… y ahora si… sin ese idiota, sin familia y con un mocoso. ¡Vaya vida! Fui una estúpida, lo tenía todo, nada me hacía falta. ¡Uta! (se agarra la frente) Y faltan mis amigas y mis amigos… el colegio. ¿Qué van a decir? ¡Pues qué más! (dice con ironía) Ya me vi: “zorra esta”, “la amiguita de todos”, “la de moral distraída”… no, no… ¡Ni madres! ¡No puedo rebajarme a eso! (Se altera) Siempre he tenido una vida perfecta. No puedo perder mi futuro por un patinón como éste, un accidente. Todo mundo comete errores, ¿no? El que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra… si… ¿así era no? Santo Dios, ¡ayúdame! ¿Qué hago? ¿Qué le voy a decir a mis papas? ¡Dame una salida! ¡Dime que hacer! Ya sé… ya sé… (Se queda pensando) sí… esa es la solución… Pero, ¿dónde harán eso? ¿Cuánto costará? ¿Será seguro? (Se entristece arrepentida) ¿De verdad estoy pensando en abortar? ¿Yo? Pensé que era más ética, ahora con esto, ¡vaya moral! Siempre he defendido la vida, me encantan los niños, pero los ajenos. Cuando uno defiende algo como la vida, se desmorona cuando le toca defender su propia vida y una vez sintiendo la presión familiar y social, lo moral pasa a un segundo plano. Voy a investigar dónde puedo operarme o si hay algún método más natural ¡Claro! Y seguro menos doloroso, sin necesidad de que me abran, corten y rebanen, y seguro es más barato, sí. No me importa lo que diga la gente y menos lo tienen por qué saber. Me hago la enferma unos días y listo. ¡Qué horror! (comienza a llorar y oculta su cara con las manos) ¡No puedo más! ¡Necesito acabar con esto ya! (comienza a golpear el escritorio y a arrojar los papeles con furia) ¡Es que no! ¡No! ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? (Se queda mirando el escritorio y ve una caja) ¿Y esto? (toma la caja) ¿Y esta navaja? ¡Ay! Güey… ¡Ay! Canijo… (Se pone tensa) ¿Esto es una señal? ¿Mi escapatoria? con esto sí que me zafo de todo. ¿Dolerá? Está bonita… y… y limpia… ¡Auch!...Y tiene filo… Esto tiene que ser rápido y con fuerza. En la garganta, eso lo he visto en las películas. Hijo mío, perdóname por lo que te he hecho sin que lo merecieras. (Cae rendida y escucha por último momento, cómo tocan a la puerta).


20 may 2015

Al sencillo arte del desprendimiento.

Natalia Loredo Moreno

Adheridas, elegí las preguntas.
Sin sueño, no tendrás memoria,
Razón, niebla o aurora.
Como continuidad
El agua debe construir esta fiel forma de tiempo.

Escribir penas hoy, mañana, desnudo en nostalgias.
Escribo la página que, cansados ya,
Respiramos.
Construir protestas contra un tiempo latente.
Elegí lucha, deriva, al sencillo arte del desprendimiento.



19 may 2015

Serendipia de los últimos momentos

                                                                        Carlos Armando López González

A consecuencia de las guerras élficas, Lahn es hecho prisionero y condenado a muerte por traición en batalla al negarse a matar a un enemigo desprotegido. Hoy está en espera de su ejecución, los minutos más cortos para una vida de por sí joven.
En el calabozo, Lahn reflexiona pacientemente los últimos minutos de vida, esperando la hora del adiós.
El calabozo presenta oscuridad, apenas alumbrada por la luz de la luna. En el medio de la pared se presenta la señal de la trifuerza como símbolo de la hermandad élfica. A la derecha está presente la puerta que conecta con el patio exterior de la fortaleza, donde por órdenes del rey los prisioneros de guerra son ejecutados ante ojos de los generales del Ejército.
·        (El telón se abre, desciende una luz dura que ilumina a Lahn quien yace en la esquina derecha del escenario, en posición de loto mirando fijamente hacia el lado izquierdo donde se ubica la puerta) Cuán corto es el camino para aquel capullo que está por florecer; sale el sol, embellece el mundo por un minuto y después… Después no queda nada, sólo el triste recuerdo de aquellos pétalos que el amante arrancó con esperanza de ser correspondido, aquel recuerdo de la madre sonriente ante el humilde regalo con que le recompensa su pequeño, aquel débil capullo al que fue arrancado su ser… (suspira, hace una breve pausa) No son las embravecidas olas, ni el fuerte sonar del viento, es el miedo que comienza a recorrer cada fibra de mi ser, es la espera de los últimos momentos de mi alma tan duramente arrancada, el camino hacia la muerte que hace de cada minuto un martirio de hastío y soledad, un sabor a jabón que nunca limpia lo que hay que limpiar.  ¿Traidor? Tal vez, si defender tu ideal, si tener la mínima decencia y sentido común dentro de aquella carnicería me hace un traidor, lo acepto: Soy un traidor. Pero esta forma de morir, de terminar, hace replantear toda aquella idea de vida con la que se sueña cuando joven. Replanteas el camino del guerrero, replanteas el destino de un alma que, tal vez, se destinaba a la eternidad (limpia sus lágrimas y suspira). Nunca más veré ese sucio azul del cielo, nunca más sentiré la emoción del campo de batalla, la vida se vaciará y sólo quedará un infinito que conduce a la fría nada; (Sube el tono de voz, recupera energía) sin embargo, son estas sensaciones las que me hacen sentir vivo, las que me hacen recordar que, al menos por un minuto, mi existencia vale la pena y, por lo menos es necesaria para algo, aunque ese algo signifique mi desaparición a fin de conseguir la paz, a fin de arrodillarse ante un enemigo en una guerra cuyo fin nunca fue establecido, a fin de convencer a aquella fuerza superior que todo lo que ha ocurrido, ha valido la pena.
 (Se pone de pie y merodea por la mazmorra) Ya no hay nadie, estoy completamente solo (comienza a tocar la pared, para después mecer su cabellera) y no sé si ahí fuera alguien recuerde mi existencia; el asalto a la aldea me dejó sin padres, sin esposa, sin vida. Sólo dejó este triste vacío que nunca encontrará alivio.
 Quizá siga vivo en algún recuerdo, pero serán tan efímeros como aquellos tristes capullos que florecen al amanecer. Desconozco el estado de mi unidad, incluso desconozco la identidad y paradero de aquel guerrero que, por bondad, me condenó a esta celda y al incierto camino que me espera. (Ríe con sarcasmo) Quién diría que aquel sueño terminó en esta hermosa pesadilla, el cuerpo pesa y el alma duele, pero están son heridas que quizá, sólo una injusta muerte sanará. El sonar de la espada, el peso del escudo, el sueño que había impulsado mi vida termina aquí, de la manera más triste y deshonrosa posible, (Se escucha el alardeo de la unidad militar, es el sonido de las ballestas) frente a aquellos hombres que algún día consideré mis amigos, y que hoy, me condenan al frío de las lanzas, al silencio que sólo aquel que ha tenido la muerte ante sí, puede conocer.     
 (Camina al frente del escenario, habla con voz suave y un ligero toque de sarcasmo) Un minuto, sólo queda un minuto para dejar mi ser, mi existencia, mi sueños, mis amores, enterrados en el fondo de una fosa común. Voy a cambiar, será polvo todo mi cuerpo, el tiempo será líquido y la inmortalidad tendrá un espacio para mí en el edén de su existencia. (se escucha el rechinar de una puerta) Alertan mi presencia, la hora ha llegado, la vida se escapa y sólo el soplo del corazón ha venido a decir adiós. (Suspira, habla con tristeza) El largo suspiro del tiempo ha comenzado su exhalación, afiladores de cuchillos preparan ya mi despidida (Dice con alegría) ¡Vamos!
(La puerta se cierra, se escucha el caminar hacia el fondo del escenario, para concluir con el sonido de las ballestas y un cuerpo cayendo al suelo con un sonido seco).    

16 may 2015

Tu retrato

Por: Angélica Vilet

Tu retrato
Te soñé aquel día, 
tal como te recordaba:
Estatura mediana, piel morena, complexión delgada, tu rostro ovalado y amable, bellas y largas cejas que enmarcaban tus profundos y negros ojos brillando como una ventana que refleja su belleza interior. Tu nariz ¡oh, como la recuerdo! Un poco chata, de ahí, ¿recuerdas? Tu apodo: Mi chatita. Tus labios carnosos y tu piel lisa y suave. Tu cabello negro, fino y largo, que al recogerlo dejabas ver tu frágil cuello. Sigues igual, sonriendo poco, pero cuando lo haces, lo sé, es sólo en situaciones adecuadas y ¡tu rostro se ilumina!.
Volví a ver tus brazos delgados, que terminan en tus tiernas y dulces manos, listas para dar caricias. Tus piernas ¡ah! siempre fueron delgadas, todos intuíamos que hacían poco ejercicio, pero al final de ellas, vienen a mi mente tus pequeños pies, soportes de tu delgado y fino cuerpo.
¡Y me dicen que no se de ti! ¡ja! Me sonrío
¿Cómo olvidar tu personalidad? Tranquila, suave y apacible que guardaron siempre sus pensamientos en silencio. Tu mirada que observa. Intuye. Desnuda, mata y a la vez refleja la tranquilidad de tu vida. Cada vez que llegabas a un lugar, la gente lo notaba, tu presencia se sentía. Siempre tu temperamento fue apacible, pero cuando algo te molestaba, te enojabas ¡y fuerte! Y a la vez tenías una paciencia con todo aquello que te interesaba.
Admiro de ti el fuerte amor que tienes a tu profesión, una pasión que dejabas sentir en todo momento. Escuchaste siempre, fuiste responsable y muy constante, actitudes y valores que siempre ame de ti.
Siempre te tomaste en serio las cosas, y tu interés por la historia fue parte de ti siempre, creías en ella como algo importante para definir tu futuro en la vida.
Te recuerdo como ayer, para mi, sigues siendo igual.
Ayer que te imagine, me contaste que pretendes continuar estudiando, tener una maestría, estudiar un doctorado, ¡otra vez te vas! Pensé
Me contaste que querías casarte algún día, tener hijos, formar una familia como la de tus padres, amar a tus pequeños. Tus creencias en el pasado y en tus antecedentes familiares son lo que te han llevado a creer que tu estás aquí por ellos y lo sé, algún día regresarás, como siempre lo dijiste. Trabajarás en el museo que amas y enseñarás historia. Hoy me enteré con tristeza que ya no estabas con nosotros, pero yo...
¡Así te recuerdo y te recordaré siempre amiga!


Bajo tierra

Metro de la ciudad de México
Por: Angélica Vilet

Pasillos largos, iluminados y cerrados. Escucho pisadas rápidas y sonámbulas que buscan su destino, voces desconocidas, miradas inertes. Me encuentro bajo el piso de la ciudad de México, los corredores largos e infinitos por caminar, el ir y venir de la gente inmersa en su historia, los niños que venden, la anciana que pide ayuda, el vendedor que grita solemne ¡Diez pesos, diez pesos! ¡Una recopilación de música de salsa! y avanza por todo el metro con la carga bajo sus espaldas para convertir el espacio en un salón de fiesta.
La gente compra, camina, come, realiza parte de su vida bajo tierra. Ya dentro del moderno transporte, de pie junto a una pequeña que toma mi ropa para sostenerse, tomo el barrote, espero con paciencia igual que los otros, el tiempo corre...mientras tanto, me pregunto un sin fin de cosas y observo. 
Me admira quien puede dormir y roncar en el transcurso de su viaje, quien puede leer su libro, tejer o cargar varios paquetes. Todos se trasladan de un punto a otro, cruzan sus caminos, sus miradas van perdidas mirando al horizonte, sus pensamientos vagan en la jungla. Un poco más lejos me topo con alguna sonrisa ausente y admiro a quienes realizan sus retoques matutinos, el ojo pintado, la boca que brilla, la piel
sonrosada, todo para conseguir bellezas disfrazadas. Sólo miro y observo, cuatro de la mañana en el metro, trabajar, comer en la calle y llegar de nuevo a casa diez de la noche, cansados, agotados, después de todo un día de trabajo, imagino sus vidas y ¡observo la mía! 
De repente sin esperarlo, escucho un ruido, aparece la luz, el metro frena, despierto de mis pensamientos, pienso que es un sueño, llegue a mi destino: ¡Barranca del muerto! termina mi traslado bajo tierra.