Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

29 may 2014

El saco rojo

Por: Edgar Moisés Camargo Castro


Y es el temor de regresar a casa y encontrarme con tu fantasma lo que me obliga a quedarme en este bar. La tercera noche en estado etílico me hace olvidar de a poco tu ausencia e imaginar que tu recuerdo me acompaña esta noche.

Cerca de las tres de la mañana, el cantinero me pide que regrese a casa con un toque de enfado en su voz. Ya sin más remedio, y sin efectivo en la cartera, regreso a mi hogar donde la dulce bienvenida de la soledad aguarda mi llegada. Tambaleante y aturdido con cada paso dado, al ritmo de las lágrimas que me caen del rostro y sin saber cómo llego a casa como los gatos, por simple instinto.

Todo el lugar es un caos desde que te fuiste: los platos no están limpios; el suelo está cubierto por capas de polvo; hay papeles tirados por todos lados; pero ni el desastre que es nuestro hogar se compara con el malestar que llevo dentro.

Ya son casi las cuatro y el dolor no se va, se hace cada vez más fuerte. Lágrimas inundan mis ojos y me vuelvo débil. Con un vaso de wiski en la mano izquierda, y una pistola en la derecha, me dispongo a poner punto y final a esta historia. Me voy con nuestro mejor recuerdo en la memoria, ese donde usas el saco rojo que tanto me gusta. Voy con la ilusión de que seas tú quien me reciba, allá a donde vaya.

28 may 2014

Última melodía de la felicidad.

Por: Eira García



El veneno de víbora comienza a recorrer mi cuerpo. 
¿Dónde está Orfeo? 
¿Se encuentra bien? 
No puedo entender cómo es que me está pasando esto a mí.

Mi ser pide a gritos escuchar una última de sus hermosas melodías. Quiero verlo un instante más. Percibir su calor humano cerca de mí. Sentir que sus ásperas manos acaricien mi cuerpo. Oler su embriagante aroma. Ver sus intensos y profundos ojos que siempre me transmiten esa sensación de bienestar.


Todo se comienza a nublar desde mi vista hasta mis pensamientos…

El aroma del amor

Por: Eira García


Estaban ahí, muy cerca, percibiendo su aroma. Amor perfumado, sentimientos carnales recorrían sus desnudos cuerpos, emanaba una nube tóxica de amor perverso.

Eran amantes, eran rehenes, presos de un amor prohibido y que solo se podía comparar con: el amor de la luna al mar; el amor entre cazador y víctima; el amor, la sensualidad, que ellos sentían recorrer su piel.

Sin embargo…falleció, por la frustración de no poder tocarse, ese inmenso amor nunca más será percibido por esos solitarios entes. 

Oleo


Por: Erika Berenice Cisneros Vidales



Un sofá de piel café y una mesa de cedro con una botella de bourbon. Una ventana al frente y una vista hermosa a lo que se le puede decir un bosque en la ciudad; mi casa está situada frente a ese cúmulo de árboles.

Esta habitación es mi lugar favorito. Había sido de mi abuelo antes de partir; nunca supimos a donde fue, una mañana simplemente desapareció. Yo había sido muy cercana a él. Solía leerme libros, contarme historias y mostrarme fotos y postales de cuando había sido joven, cada una con una mujer diferente; a pesar del inmenso cariño que le tenía, debo reconocer que nadie es perfecto. Eso afligía a mi madre, lo culpaba del fracaso de su familia; sin embargo, todos sabíamos, que el problema había sido mi abuela, si, una mujer llamada Ana que parecía loca, muy desorientada, siempre hablando de las pinturas del salón, decía cosas de ellas, como si estuvieran vivas; boberías supongo yo, pero el abuelo las descolgó; eso en lugar de ayudar, empeoró.

Mi abuelo se desesperaba y era cuando salía de la ciudad para olvidarse de la abuela. Fue por eso que inicialmente, cuando no lo encontramos esa mañana de mayo, no nos sorprendió. Solía irse sin avisar, sólo que esa mañana no regresó. En ese tiempo, la abuela ya no vivía con nosotros. La habían mandado a lo que llamaban ¨la casa feliz¨; después de eso ya no la vi más. 

Entonces la casa se fue vaciando; quedábamos solos Oscar, mi hermano mayor, y yo. Pero bueno, comienzo a divagar; eso no es importante. El hecho es simplemente mi cambio de residencia. Lo cual parece una ironía, ya que regresé al origen; es gracioso el asunto, pues, prácticamente había jurado que no regresaría jamás, pero heme aquí. Me obligó a una situación sentimental, la distancia de la persona amada, disfrazada de una oferta de trabajo.
- Esto es mierda, una porquería. – me digo, casi a gritos. -¿Qué ocurre conmigo? Los nervios de la entrevista y el trabajo a exponer quizá, el adiós puede ser o ¿los nervios de regresar al hogar?

Trato de concentrarme, pero me es casi imposible, mi mente anda por todos lados menos donde debe, sólo pienso tonterías. La imaginación no está y la creatividad se ha marchado. Es mejor dormir.

Una cama ancha, sabanas blancas que sencillamente me atrapan y me incitan a seguir durmiendo. La alarma… shh… que pare. No se detiene. Es hora de seguir. Abro los ojos. Espero ver la luz entrando por la ventana, pero sólo hay oscuridad. El viento se siente correr por el lugar; es extraño. No hay ventanas abiertas. Me aseguro de eso.
- Esto es hermoso, - digo a la vez que suspiro al ver el bosque, tan oscuro y tenebroso. -Tan libre y abierto que resulta silencioso y secreto.

Tic, tac… 2:45 am. Un reloj colgado en la pared marca su tic, tac dando la hora. No me había percatado de su existencia y mucho menos del constante tic, tac del movimiento de las manecillas marcando el paso de cada segundo. Es irritante. Regreso la vista a la ventana.

- Qué estresante… ¿Qué? ¿Pinturas? Pero que…

Tic, tac. El reloj en la pared. No… ¿pinturas? Vuelvo a mirar.
- ¿Dónde est…

6:50 am. La alarma comienza a sonar. Despierto en mi cama, sábanas blancas y rayos de luz tenue entrando por un pequeño espacio entre las cortinas.

- ¿Pero qué mierda? – Un sueño, tan real, ilógico, pero real.

Es hora de tomar una ducha y después vestir mi ropa más cómoda. Es hora de seguir con la rutina.
- Rosa, te encargo mi desayuno.
- Si, señorita Hera, se lo llevo en un momento.
- Oye, Rosa… ¿recuerdas las pinturas? Las que la abuela odiaba…
- Si, niña, están en la bodega, ya sabes, casi por el parque.
- Vale, gracias. Espero mi desayuno en la… allá.

La casa es tan grande, rodeada de un gran jardín hasta topar con el bosque y la bodega entre estos dos, la cual puedo mirar desde mi lugar. Allí es donde se supone que están las pinturas.
Dentro de la bodega se puede respirar un horrible hedor, un lugar que no ha sido aseado durante mucho tiempo. Es enorme, sucio, desgastado. El lugar está completamente vacío. No hay ni una sola pintura en toda la bodega…

- ¿Qué? Mierda, claro que no… mierda… esto no estaba… ¡Ah! – el sitio está lleno de pinturas y un zumbido comienza a aturdirme, hace que me tire al suelo a la vez que cubro mis oídos. Me desmayo.

Abro los ojos, paredes blancas, suelo blanco, sabanas, sillones, cortinas blancos. El hospital principal. ¿Por qué estoy aquí? ¿¨Scar¨? ¿Es él?
- ¿¨Scar¨? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago aquí?

- Hola Hera, vine en cuanto me enteré. Es lo que deberías explicarnos tú.

- Fui a donde estaban las pinturas, y luego el zumbido, son las pinturas, ya sabes, la abuela hablaba de ellas, siempre lo hizo, ¿recuerdas?

- ¿Qué? No entiendo de que hablas, ¿Cuáles pinturas?

- No finjas Oscar, sé que me entiendes, ¿Por qué no me escuchas? No lo puedo creer… primero las vi en el jardín, luego desaparecieron…

- ¿Viste las pinturas en el jardín?

- Bueno, en un sueño pero…

- ¿Estás basando tu historia en un sueño?

- ¿Qué? ¡no! Las vi en la bodega, primero no había nada, y luego estaban allí, después el zumbido y ya no supe de mí.

- Tranquilízate, Hera, has estado muy estresada. Iremos a casa, y me quedaré un tiempo contigo, todo estará bien, ya lo verás.


Me tranquilizo; al menos finjo hacerlo… tiene razón, ¿Qué tonterías estoy diciendo? Al parecer me estoy amarrando demasiado a la historia de la abuela y un tanto a su loquera, ¿pinturas? Qué tontería. Tengo que permanecer cuerda, ponerme a trabajar, enfocarme en lo real, en lo que está, no él en lo que no.
- Si, supongo que tienes razón; no estoy siendo yo.

- Si, ¿ves? Todo está bien, Hera. Vamos a casa.

- Vamos, Oscar.

Los días trascurren lento. Primero la idea en mi cabeza a cada instante, yendo y viniendo cada segundo. Perturbándome, no debe interesarme. Pero va cesando, pronto parará, ya no me importará. Vuelvo al jardín, la mesa de herrería blanca garigoleada. Y me pongo a escribir.
2:45 am. Tic, tac. Tic, tac.
El sonar de el reloj en la pared, pero no hay reloj. Solo una pintura colgando del clavo en lugar de éste. Es el retrato de un hombre. Lo miro e increíblemente puedo sentir que también me mira a mí. Extraño sentimiento sentirte observada, vigilada.
Despierto, las horas deben haber transcurrido rápidamente, tal vez un par o algo más. Mi rostro empapado de sudor, mi cabello pegado a mi rostro y mi ropa húmeda. No puedo abrir los ojos, solo respiro un extraño hedor, justo como el de la bodega. A pesar de no mirar, puedo sentir algo en el exterior, cerca de mí. Una presencia, no sé, algo que me acosa.
- Shh… está aquí… puede verte…- me repite mi voz en mi cabeza, pero, ¿Qué puede verme?

Siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta el último de mis cabellos. Sensación que se termina al percibir el zumbido que conocía de tiempo atrás. Me hace caer de nuevo en el suelo, desmayar y en el último instante lucido, distingo la imagen, la pintura…
Despierto en el suelo de mi habitación. Ni rastro de la pintura. ¿Qué sucedía?
Tiempo transcurre. Cada día aparece una nueva pintura, una nueva imagen, una persona nueva en ellas. La casa comienza a llenarse de pinturas. Todas me miran, ahora estoy segura de que lo hacen. ¿Qué nadie se percata de ello?

Nadie…
Pero es que, no hay nadie. ¡No hay nadie! ¿Dónde se supone que está ¨Scar¨, Rosa?
Siento escalofríos, miedo que recorre mi ser. No entiendo nada de lo que pasa, si es realmente pasa y no sea que me este volviendo loca… las pinturas me hablan…
- Cállate, cállate…

- Las pinturas te hablan, shh escucha.

¡Ah! Las pinturas me hablan… ¿Qué? Despierto, al menos eso  parece ser… todo está solo… no hay pinturas.
- ¡Ah! – grito al percatarme que si las hay, que incluso están a pocos centímetros de mí, acosándome desde cerca, ¿Qué quieren de mí? ¿Qué es lo que buscan? Mi habitación está llena de estás. Pero algo curioso. Hay tres en un rincón, cubiertas por sabanas blancas. Aun sintiendo el miedo y mi palpitar acelerado que figurase como si mi corazón fuera a explotar de un segundo a otro, me levanto y rápidamente me acerco a ellas.


La primera, es hora de destaparla… ¿Qué? Es del abuelo, el está plasmado en ella. Siento que el ritmo de mi corazón para. Ahora es lento, muy lento, tanto que de igual manera siento que en cualquier momento puedo morir. La curiosidad, el morbo ahora invaden mi ser, ¿Qué hay en las demás?
¨Scar¨ en la segunda…
Palpitar vuelve a ser rápido. Sé lo qué viene, a pesar de que no lo quiera, se presiente lo que sigue. Destapo apresuradamente. No hay nada. Un fondo negro. Solo eso. Me retiro de allí y doy media vuelta. Llevo mis manos a mi rostro, respiro profundamente y me tranquilizo un poco. Sensación que no dura mucho, pues comienzo a escuchar el roce del pincel con el lienzo y distingo el dulce aroma del oleo fresco. Me giro. Mi imagen está pintada en el. Soy yo, pero no lo soy. Me mira e incluso me sonríe. Retrocedo. Me miro en el espejo. No está mi reflejo. Ya no estoy. Ya no existo… mi imagen solo es un recuerdo y mi esencia solo está en el lienzo. Sin embargo, Rosa entra y grande mi sorpresa al escuchar de sus labios: ¨ Hera, qué bien se mira hoy¨.

27 may 2014

Las aventuras de una niña curiosa

Por: Agustín Rodrigo Gómez




Kancha era una niña pequeña de cabello rizado, ojos color miel y mejillas rosadas. Tenía una piel suave como el algodón y una sonrisa amable. Era conocida por ser inquieta y alegre. Siempre hablaba con la inocencia típica de una infante. Vivía con su familia y sus mascotas en una pequeña ciudad. Desde que tenía memoria, se sintió enormemente atraída por la naturaleza y las fábricas, por extraño que parezca. Disfrutaba mucho caminar por el bosque y contemplar sus diferentes formas de vida. También gozaba de los momentos que pasaba con sus amigos. Sin embargo, su gran inquietud y deseos de conocer, a veces la metían en problemas y situaciones peligrosas.

Una mañana salió de su casa sin el permiso de sus padres, para conocer el interior de una fábrica que llamaba su atención. Ella y sus amigos, se reunieron en un parque para organizarse, y se dirigieron a la fábrica. Una vez que llegaron, lograron entrar sin ser vistos por los guardias de seguridad. Ya estando dentro, se divirtieron bastante porque conocieron las instalaciones, y por su curiosidad innata hicieron algunas travesuras.


Unas horas después, los trabajadores de la industria se enteraron y llamaron a sus padres. Al percatarse de lo ocurrido, los de Kancha se disgustaron mucho y la castigaron con un mes sin ver televisión. A pesar del castigo recibido, para ella había valido la pena porque logró satisfacer su curiosidad. 
Un año después, Kancha se encontraba andando por el bosque, cuando se encontró con algo que despertó su curiosidad: unos hongos que le parecieron atractivos. Como eran muy vistosos, la niña los consumió, sin saber que éstos eran venenosos. Unas horas después, comenzó a sentir los efectos: dolores intestinales y parálisis temporal. Sus padres estaban preocupados, por poco pierden a su hija. Afortunadamente fue llevada a tiempo al médico y Kancha pudo salvarse.
Desde siempre, la pequeña experimentó curiosidad por ascender una montaña. Anhelaba tanto subirla, que constantemente soñaba con ello. Le insistía a su padre para que la llevara, pero la respuesta era siempre la misma: 
-Está muy lejos y el camino es difícil para el vehículo.

A pesar de esto, su perseverancia tuvo una gran recompensa. Pasaron unos años, pero en unas inolvidables vacaciones de verano sucedió lo que tanto anhelaba: por fin su padre accedió amablemente para realizar ese soñado ascenso. 
Al comenzar el viaje, Kancha estaba emocionada. Conforme subía en el vehículo, vio cosas que la maravillaron: una cantidad asombrosa de enormes árboles y grandes barrancos que nunca imaginó. El ascenso continuó, hasta que su padre decidió detenerse a una gran altura. La vista era impresionante: se podía apreciar la inmensidad del bosque, las montañas y las lagunas circundantes. 
Kancha decidió continuar subiendo la montaña a pie, mientras la suave brisa se entretejía en sus rubios cabellos rizados. Tenía un poco de frío, pero no importaba, ya que estaba maravillada. Cada vez más, se iba alejando de sus padres, porque sentía que una fuerza misteriosa la animaba a seguir subiendo. Como era tanta la altura en la que se encontraba, las nubes rozaban sus mejillas al caminar. Hasta que finalmente decidió detenerse. En ese momento, la niebla que peinaba la cima de la montaña, el intenso aroma de la vegetación alpina y el melódico canto de las aves, hicieron que la niña entrara en un intenso estado de fantasía. Una hora después, regresó eufórica.

Aunque esta no es su última aventura, sin duda alguna, fue una de las más intensas, ya que la había esperado durante mucho tiempo.         

El fruto que cambió al mundo

Por: Edgar Moisés Camargo Castro



Manjar de los dioses. Fruto de la tentación. Dulce prohibición. Quien te prueba no quiere dejarte, pues saborearte es un gusto. Tu aroma hipnótico atrae desde siempre.

Por ti, los primeros pobladores fueron desterrados del paraíso; por ti, el mundo se volvió pecador; por ti, la ciencia entendió como funciona la gravedad; por ti, la tecnología se apoderó de todo.

Símbolo de pasión. Pasión que desatas cuando los amantes te degustan, como el deseo despertado en ellos al besarse por primera vez.

Símbolo de sabiduría, cuando los eruditos te prueban; como aquella persona que se maravilla al descubrir lo fantásticos que son los libros.

Símbolo de discordia y belleza, pues una guerra se alzó en tu nombre; como la mujer desnuda del alma que se descubre a sí misma por primera vez.

Has sido inmortalizada en cuadros, en historias épicas,en mitos, en cuentos, desde los más infantiles, hasta los más eróticos. Has sido desde siempre, motivo de inspiración.

Y ahora, pasaste de ser manjar divino al dulce gusto de los mortales que tenemos la dicha de deleitarnos con tu sabor, tu textura, tu aroma.

Con un sólo mordisco eres capaz de trasladarnos, de un segundo a otro, desde la tierra que hoy pisamos, hasta el Nirvana, el Valhala, hasta el mismo cielo que nos aguarda.


Ella es Eira


Por: Silvia Romero

Su cabello es largo, de color castaño, como la corteza de un árbol viejo y en las puntas se forman unas delicadas ondas. Sus ojos son grandes y parece que siempre están sonriendo.

Es una persona alegre, siempre dispuesta a apoyar a los demás, honesta y coherente al actuar. Disfruta pasar el tiempo con su familia, le encanta ir por las tardes calurosas al parque a pasear, junto a su perrito blanco, adora el jazz, el teatro y la danza, pero lo que más le gusta es el helado de malvaviscos.


Le encantaría viajar y conocer otros países y costumbres. Poder descubrir los secretos que tan celosamente tiene guardados la madre tierra.  Pero su más grande sueño es convertirse en una gran doctora y unirse a los superhéroes que cada día buscan darle un respiro a este planeta. 

Belleza. Milagro de vida


Por: Silvia Romero Méndez

La belleza no como el aparatoso ruido de la ciudad a medio día, ni como las grotescas curvas de las modelos en las revistas. La belleza no es como el frío resplandor del oro, ni como la más fina joya.


La belleza es como la melodía de los pájaros al alba, es como la felicidad que se reflejada en la sinceridad de una sonrisa. La belleza es como la tintura del cielo en una tarde de otoño. La belleza es como el milagro de estar vivos.

Soñador



Por: Silvia Romero Méndez

Un sueño, es aquello, que nos mueve. Los corazones, aun los que están lastimados, podrían mover la montaña más grande.

Un destello, el más simple, puede hacer del ser más débil el guerrero más valiente: El hombre que  toca la guitarra con sus pies; el padre que arriesgo todo por su hijo; un niño, con retraso, que revolucionó el mundo de la ciencia.


En fin…hoy, debes dejar el miedo y arriesgarte, atrévete a luchar por aquello que deseas y nunca permitas que te digan no. 

El Naufragio de los amantes

Por: Silvia Romero

Ya Falta poco. Solo unos cuantos pasos más y podré ver tu hermoso rostro ¡Oh amor mío! Me conforta tanto la ilusión de saberte mía otra vez. Sueño con escuchar tu dulce voz, tocar tus manos, acariciar tu pelo, deleitarme con tu aliento, sentir tu suave piel y besar tus pechos tibios, pero siento tu presencia tan gélida – o creo sentirla- que el alma se me congela y el miedo me invade, ¿no es sólo es un sueño?, ¿no es una ilusión que el mismo Hades ha creado para burlarse de mí?

Por más que intento no puedo escuchar el sonido de tus pasos. Necesito que me des una señal, algo que me indique que realmente estás aquí; no quiero voltear, pero el temor juega con mi mente y me hace creer que nunca has estado ahí, detrás de mí. La duda me consume. Tengo que asegurarme que Él ha cumplido su palabra. No debo, si lo hago la perderé para siempre. Debo seguir. Hemos pasado por mucho, no puedo fallarte ahora. ¡Oh mi amor, siento tanto miedo! Necesito verte.

Que tonto he sido, creí que podía engañar a la muerte. Perdóname, fui un cobarde, Ahora tú regresaras al infierno y yo pagaré mi error con el peor de los castigos: Vivir sabiendo que yo fui quien te arrojo de regreso a la muerte.

¡Qué crueles son los Dioses al permitirnos conocer el amor, para después arrebatárnoslo! ¿Será una especie de castigo?, ¿qué daño pudimos haberles hecho?, ¿por qué me han permitido extasiarme con su perfume, para después matarme al quitármela?

Que desdichados son aquellos que se amaron tanto. Esos que siendo probados por Hades, fueron vencidos por sus miedos….



Mis últimos pensamientos





Por: Alejandra López Sánchez
 

Cuenta la leyenda que lo hombres no estamos destinados a ser felices… ¿Qué tienen los dioses en nuestra contra? ¿Acaso es envidia? ¿Por qué nos hacen sufrir?

Estoy muriendo. Sé que no me queda mucho tiempo. El veneno me recorre, con rapidez y gran dolor.

Son mis últimos pensamientos dedicados a él. Voy a extrañar sus profundos ojos marrones. Ver esa chispa encendida en sus ojos; cada vez que se cruzan nuestras miradas. Esa dulce sonrisa en sus labios. Esos besos que me dejan sin aliento y sus brazos, a mi alredor, protegiéndome de todo. 

Pero debo confesar, lo que me conquistó de Orfeo, es esa forma tan mágica de tocar la lira. Su música me transporta hacia otro mundo, mi corazón palpita al ritmo de su melodía y mi cuerpo flota como las nubes.

¿Qué no daría por estar por siempre a su lado? A donde quiera que vaya, cantare para él y tal vez… venga a buscarme.