Por: Silvino Kazim
A Mar le gusta imaginarse por arriba de su nombre. Verse
nadar; cómo su cabello y la noche se funden con las olas. A ella no le agrada hablar de su estatura, pero se sabe delgada. Esto dice ella: “disimula
bastante”.
Su voz de hojas, fruto, piel de durazno; canta junto con la lluvia. A veces sus pensamientos son libres asociaciones de contrarios: los opuestos en sus palabras danzan, se reconcilian. Ella camina, es un baile del viento con los pétalos de las flores. Cuando se detiene, el mundo deja su parloteo, la observa en silencio.
Su voz de hojas, fruto, piel de durazno; canta junto con la lluvia. A veces sus pensamientos son libres asociaciones de contrarios: los opuestos en sus palabras danzan, se reconcilian. Ella camina, es un baile del viento con los pétalos de las flores. Cuando se detiene, el mundo deja su parloteo, la observa en silencio.
Cuando ella cierra sus ojos y se sienta sobre un lago, un cisne nace entre sus pies. Tubos de óleo caen... cascadas; se derraman de las nubes que pasan por el cielo.
Tiene una hoja, construye un barco. Se sube a su
embarcación. Se acuesta. Sonríe un minuto, absorta en la delicia de los segundos, todo le sabe a la felicidad que
ella misma personifica. Llora en el otro instante pequeñas gotas de
acuarela, por el azul desconocido, rostro onírico del misterioso, aquel que
entiende su tristeza.
Lo presiente, algunas veces, como en este instante, cree
en su presencia, pero al final de la hora, sabe que está sólo en su
imaginación. Se contradice, una vez lo afirma y la otra lo niega. Él regresará como
siempre, entre las cortinas del silencio a decirle: existo, estoy en tus
sueños de Mar, ve a leer lo que te dejé escrito en la arena.
Abre un grifo. Recoge agua entre sus manos. Se limpia la pintura del rostro. Aprende a hablar en silencio. Ya no busca nuevas palabras en el firmamento, ahora busca el alfabeto en los microscopios. Escapa del infructuoso amor, desamor. Mar, aprende a hablar el idioma de la ciencia, se encuentra sin delirio.
Su madre hace tiempo que no la visita, hoy aparece con
alas de libélula entre páginas de libros y le dice: el amor,
Amor, está también en un átomo. Mar quiere hacerse pequeña para abrazarla. Casi
lo logra. Su hada desaparece antes. Le deja un beso flotando en
el aire. Mar guarda el beso entre sus manos.
Esta noche, apaga la luz de su microscopio, se sube al
techo de su casa; ve las estrellas, entiende que el universo es una
nube de electrones, protones, y quartz. Mar cuenta más de treinta luces en la
bóveda celeste, ella no tiene hijos, tiene muchos átomos dentro de sí. Se
pregunta: ¿cuál de ellos es él? Mar cierra sus ojos. Se acomoda para meditar. Cruza sus piernas en forma de flor. Él se sienta a su lado. El
corazón de Mar, el alba y el mar, se derraman del cántaro del cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario