Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

7 may 2014

La bibliotecaria y Rodrigo.



                                                            Por: Silvino Kazim





Rodrigo es un hombre alto, usa lentes, es moreno, delgado, de voz gruesa y es infiel. Su novia es una bibliotecaria con ojos profundos, cabello de mar negro y ondulantes deseos como su cuerpo. 

Esta tarde ella busca una Biblia; no hay nadie en la biblioteca. Se inclina para buscar en los libros que están hasta abajo. Él se acerca por detrás la toma de la cintura. Ella respira el aroma de él entre sus piernas, voltea a verlo con la mirada triste; sus labios murmuran una súplica infantil. Él le da un empujón con su firme deseo, luego dos, tres, cuatro, cinco. Ella aparta el recuerdo de su marido; se pone de rodillas. Desabrocha el cinturón de él, de su pantalón brota un perfume a canela y mirra. Suspira lunas, dunas. Sus pechos se juntan. Elevan una oración hacia el cielo. Toma al reptil entre sus manos, abre la boca, se come la serpiente con sabor a manzana; el mar rojo, se abre dentro. Se pone de pie, él le da la vuelta. Ella se levanta el vestido. Ambos se penetran, se vuelven estrellas líquidas, leche; se derraman sobre las páginas de sus cuerpos abiertos.

La bibliotecaria es un juguete erótico. A él le gusta, pero la dejará. Un día, en la cama, él confiesa que tiene una Violeta que cuida y cada noche riega con su esperma. 

La bibliotecaria contempla cómo él va desapareciendo. Se vuelve transparente y luego nada. Entonces, saca un libro de su bolsa, se acomoda la almohada, comienza a leer en voz alta: la historia de amor tantas veces contada entre una escritora y un pintor.


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