Por: Edgar Moisés Camargo
Castro
Manjar de los dioses. Fruto de la tentación. Dulce prohibición. Quien
te prueba no quiere dejarte, pues saborearte es un gusto. Tu aroma hipnótico
atrae desde siempre.
Por ti, los primeros pobladores fueron desterrados del paraíso;
por ti, el mundo se volvió pecador; por ti, la ciencia entendió como funciona
la gravedad; por ti, la tecnología se apoderó de todo.
Símbolo de pasión. Pasión que desatas cuando los amantes te
degustan, como el deseo despertado en ellos al besarse por primera
vez.
Símbolo de sabiduría, cuando los eruditos te prueban; como aquella
persona que se maravilla al descubrir lo fantásticos que son los libros.
Símbolo de discordia y belleza, pues una guerra se alzó en tu
nombre; como la mujer desnuda del alma que se descubre a sí misma por primera
vez.
Has sido inmortalizada en cuadros, en historias épicas,en
mitos, en cuentos, desde los más infantiles, hasta los más eróticos. Has sido
desde siempre, motivo de inspiración.
Y ahora, pasaste de ser manjar divino al dulce gusto de los mortales
que tenemos la dicha de deleitarnos con tu sabor, tu textura, tu aroma.
Con un sólo mordisco eres capaz de trasladarnos, de un segundo
a otro, desde la tierra que hoy pisamos, hasta el Nirvana, el Valhala, hasta el
mismo cielo que nos aguarda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario