Por: Silvino Kazim
Tenía 16 años, nunca me habían besado. Allí
estaba Leticia, hablando de su infancia, de cuando ella trepaba de un árbol, de
cómo se burlaban porque hacía caras chistosas, de cómo rompía su mochila, para que
le compraran una nueva. Esa noche bajo la luz de los faroles, con llovizna y un
poco de frío, le confesé que tenía por ella sentimientos especiales que me ponían triste. Bajé el rostro, tenía ganas de llorar. Leti levanto mi rostro,
me dio mi primer beso pequeño. Luego caminamos abrazados, yo le dije que antes
soñaba con abrazarla, ella me dijo, que me diera cuenta de que no era un sueño.
Me empujó contra la pared, me dio mi primer beso grande. Sin querer, en un movimiento
a ciegas, le pegué a un cuerpo que iba pasando, la voz de anciana me insultó,
pero no abrí los ojos.
Fui
a buscarla , ella me recibió en la sala de su casa, habló conmigo en tono
de amigos. Ella regresaría con su ex
novio. Le dije que aquella noche, las lágrimas no fueron reales, todo fue
fingido. Ella enfureció, me corrió. La cité para aclarar las cosas, cuando ella
llegó, me porté indiferente. Después no me habló más, entonces fui a llorar a
su casa para que me volviera a hablar, lloré y lloré. Me perdonó pero, estaba
tan apenado con el ridículo que hice de verme a mi mismo rogando, que ya no le
volví a hablar.
Fue mi primer beso, el único.
Hubiera querido tenerla entre mis brazos en una nueva oportunidad. Han pasado
18 años, todavía regreso en el tiempo donde ella me besa, y también la beso. Si
hubiera sabido, que después de un primer beso, no habría más.
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