Charles Monroe
Había recorrido ya un
par de calles y el molesto chistido no dejaba de escucharse, en lugar de
disminuir, sonaba cada vez un poco más
cerca, había empezado justo cuando encadene la reja del despintado campanario
para ir a descansar a la posada donde me esperaban mis compañeras, pues decidí
quedarme recogiendo ya que aún no me había vencido el cansancio; tenía que
recorrer varias calles cerro abajo y atravesar
un llano limitado por una bardilla de piedras amontonadas, y el sonido
ese no dejaba de rondarme sobre en las banquetas, arbustos y callejones, lo
vacío del camino y el silbido del viento propiciaban un ambiente tenso y mi
sugestión no ayudaba para nada. Por momentos quise pensar que se trataba de
algún bromista, ya que los músicos del pueblo eran bastante burlones como para
hacerme algo así, me extrañó esa sospecha ya que eran casi las 3 de la mañana,
además de que no habían muchos lugares para esconderse,-quizás en el llano lo
descubra, ahí no podrá cubrirse en ninguna parte-pensé mientras caminaba aun
por el bosquecillo antes del llano. Proseguí hasta llegar a la orilla, para
este entonces las sensaciones que me producían esos chistidos, cada vez más
cercanos, empezaban a ser desesperantes, abruptas, apuñalantes a tal punto que mi respiración se había
agitado bastante, irónicamente lo note cuando sentí que me faltaba el aire, crucé
pensado que ahí acabaría todo el nerviosismo, pero un chistido más justo detrás
de mí me hizo girarme de golpe, y al no poder distinguir a nadie entre los
pinabetes comencé a sudar frio, armándome de valor junte todo el aire que pude
y con un tono de voz casi apaciguo pronuncié:
-¿Quién
anda ahí?’-
Hubo un silencio tan
profundo que ensordeció mi alrededor descontroladamente, tanto que no podía escuchar
la ventisca ni los grillos, ni siquiera la corriente de agua inquieta tintineando en las paredes del pozo; por mera
inercia o instinto di media vuelta y a pasos abundantes reanudé mi camino. Ya
no quería pensar en nada ni hacerme ideas absurdas, los nervios me estaban
comiendo vivo y aun me faltaba la mitad del llano, solo quería llegar a la
posada, un suspiro de calma vino a mi cuando la divise cerca, con las luces de
la entrada encendidas y la pesada reja de metal entreabierta, justo donde
acababa el llano.
-Psst
psst-
Un
escalofrió punzocortante me recorrió desde la espalda hasta los tobillos, se me
heló la sangre y los cabellos estallaron en estática, por encima del hombro alcé
la mirada y al no ver a nadie eché a correr lo más que pude antes de que la
mirada se me inundara en oscuridad.
Al abrir los ojos me encontré
justo a los pies de la entrada, exhausto y jadeando como perro, me incorpore y
para mi sorpresa la reja ya estaba cerrada, al entrar no quise decir nada de lo
que paso y me metí a mi cama, el calor de las cobijas me acogió en placida somnolencia y sintiéndome resguardado entre las paredes de
mi habitación me dispuse a dormir.
-psst psst-…
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