Viernes, había escrito antes cosas en menos de cien
palabras, pero en esta ocasión, se me dificultaba tanto, tal vez se deba a que
las madrugadas de días como hoy se sienten igual de lejos del sábado que las
noches de los lunes. Me pongo los cascos, mi ritmo emparejándose con Poulenc;
me pregunto, ¿Cómo todas estas sinfonías caben en un reproductor? Mis palabras
caben perfectamente en el marco de estas hojas, no necesito escribir con letras
más grandes, una laguna mental me desubica de mi asiento hasta que mi nombre se
vocea en la cafetería, las primeras papas recalentadas saliendo de la freidora,
debe ser mi día de suerte.
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