Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

15 may 2014

Una mañana de anfiteatro




Por: Jaime Preciado




Despertar no era sencillo. La sensación de calidez de la cama me atrapaba. Corrí como todas las mañanas, antes de mi primera clase. El profesor siempre puntual estaba preparando los cuerpos para el estudio. Un día lluvioso, para una clase de medicina tan temprano, como era de esperarse la asistencia fue poca, pues se podría contar solo un par de alumnos. El profesor nos atendió con singular alegría. Andrea sentada a lado mío y José como siempre delante del profesor. Cada estudiante tenía su cuerpo de estudio sobre la mesilla de metal frío, entre abierto, asomando solo la escuálida y blanca cara de un ser muerto. Por causa de la tormenta la escuela nos mando un oficial de seguridad, por si surgiera un problema, ya que la universidad estaba sola.

El profesor, tenía su botella de agua junto a su escritorio tomaba sorbos de vez en cuando, pero basto después del quinto sorbo para el hombre cayera fulminado, muerto. Rápidamente se acerco José para tomar el pulso. El caso era sencillo el profesor había sido asesinado. El silencio siguiente del cuerpo caer, fue abrumador, sofocante y frustrante. Andrea empezó a llorar.

- ¡Cállate!-dijo el oficial.

La severidad del grito del oficial ante la muerte fue brusca. José tomo una rápida muestra de sangre. En cambio, Andrea no lograba ocultar su gran melancolía, las lagrimas abundaban en ese rostro tan bello. Los resultados de la muestra de sangre fueron de esperar, una toxina de eficacia rápida.

- Esta toxina fue extraída de este anfiteatro-dijo José.

El silencio, generaba nuevas teorías en los pensamientos de los estudiantes. El oficial mostro su palidez ante el simple hecho de presenciar, la muerte. El oficial se movió a la esquina, dudoso de los que compartían con el.

- El fue-dijo José.
- El, el-continuo Andrea.

 La culpabilidad en su ojos sobresalía

- Yo, ¿por qué?.
- Usted es el encargado de abrir el salón.
- No, no-dijo con desesperación.
- ¿Por qué te escondes?¿tienes miedo?-dijo Andrea.

Mi interrupción fue de esperarse , José me dio una bofetada.

- El oficial me presta todas las noches la llave para venir a estudiar-dije.

La idea de José de culpar al oficial, se perdió. José golpe la mesilla de metal, frustrado.

- ¿Fuiste tu José?-mencione.
- ¿Yo? para nada-
- Tu cercanía al el te daba ventaja, tiempo y encubrimiento.
- ¿Le tenías envidia?-pregunté.
- Jamás, era un guía para mi.
- Y, ¿tu?-dijo José.
- Yo no tengo los conocimientos, para extraer la toxina-contesté.

Un vacío extremo, un silencio absurdo, me sometió, pues mi pensamiento deliro.
 - Andrea-grite.
- ¿Eres toxicóloga?
- Si así es.
- Benzoato de denantonio, fue la toxina ¿cierto?
- No, fue la etenglicol.

José, la voltio a ver con descaro. El oficial, no comprendía que había sucedido, pues de su rincón no se movió.




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