Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

22 may 2014

Enclaustre de olvido

Por: Alexis Guerrero Lomelí


Claudiqué como ningún otro día, como nunca. Porque entonces en mí, la luz se apagaba, como mechero que se extingue ante la falta de oxígeno y el fuego vivo, que me consume, ahora moría a mi lado.

Había despertado hace unos instantes. Nada a mí alrededor estaba iluminado. Tallé mis ojos, una y otra vez desesperado, pero la luz jamás aparecía. No alcanzaba a ver nada. Ante el espacio tan reducido, sentí ahogarme; grité con horror, pero nadie me escuchaba. La desesperación se hizo presente y me sujetó a sus cadenas.

1 minuto. 3 minutos. 5 minutos.

Transcurría el tiempo; moría mi vida. Mas yo seguía escuchando mi voz y mi respirar, como martillo que clava, pero nunca perfora.

Las lágrimas salían como manantial de mis ojos, como antes jamás salieron. Como si lo supiera hacer… llorar. No temía por mí, era el olvido voraz el que me desgastaba. Cuando me sobrevenían sus recuerdos, su vida, la mía… lo que pasaría al no estar con ella a su lado.

Apenas esta mañana o no sé cuándo, que yo abrazaba su cuerpo, su panza, piel tersa de aroma suave. Eran mis brazos los que la volvían mía y mi respirar descansaba en su cuello, corazón con corazón. Pasajero de nuestros deseos, turista de su cuerpo.

Pobre niño pequeño que soy, que me ahogo en su olvido.

Naufrago de mis tristezas, decidí dejarme partir. Y aunque aguantaba la respiración, la seguía escuchando. pum pum… mi corazón latía.

1 minuto. 3 minutos. 5 minutos. Una eternidad.

Sin poder morir, sin saber cómo morir, seguía aquí. En el espacio sin fin.

Una voz a lo lejos, aletargado por la distancia, grité, sin ninguna respuesta. Y el sonido se volvió palabras, decía: “¿puede escucharme?”. Le contestaron: “No, señora…ha estado... cinco años. No hemos podido recuperarlo”.

“¿Dónde estoy?” ─grité y me pregunté. Podía escucharla, era ella, mi amada, mi amor, que lloraba y gemía, por mi ausencia.


Una voz más: “no llores cariño, seguro ya está en un lugar mejor”.

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