Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

28 may 2014

Oleo


Por: Erika Berenice Cisneros Vidales



Un sofá de piel café y una mesa de cedro con una botella de bourbon. Una ventana al frente y una vista hermosa a lo que se le puede decir un bosque en la ciudad; mi casa está situada frente a ese cúmulo de árboles.

Esta habitación es mi lugar favorito. Había sido de mi abuelo antes de partir; nunca supimos a donde fue, una mañana simplemente desapareció. Yo había sido muy cercana a él. Solía leerme libros, contarme historias y mostrarme fotos y postales de cuando había sido joven, cada una con una mujer diferente; a pesar del inmenso cariño que le tenía, debo reconocer que nadie es perfecto. Eso afligía a mi madre, lo culpaba del fracaso de su familia; sin embargo, todos sabíamos, que el problema había sido mi abuela, si, una mujer llamada Ana que parecía loca, muy desorientada, siempre hablando de las pinturas del salón, decía cosas de ellas, como si estuvieran vivas; boberías supongo yo, pero el abuelo las descolgó; eso en lugar de ayudar, empeoró.

Mi abuelo se desesperaba y era cuando salía de la ciudad para olvidarse de la abuela. Fue por eso que inicialmente, cuando no lo encontramos esa mañana de mayo, no nos sorprendió. Solía irse sin avisar, sólo que esa mañana no regresó. En ese tiempo, la abuela ya no vivía con nosotros. La habían mandado a lo que llamaban ¨la casa feliz¨; después de eso ya no la vi más. 

Entonces la casa se fue vaciando; quedábamos solos Oscar, mi hermano mayor, y yo. Pero bueno, comienzo a divagar; eso no es importante. El hecho es simplemente mi cambio de residencia. Lo cual parece una ironía, ya que regresé al origen; es gracioso el asunto, pues, prácticamente había jurado que no regresaría jamás, pero heme aquí. Me obligó a una situación sentimental, la distancia de la persona amada, disfrazada de una oferta de trabajo.
- Esto es mierda, una porquería. – me digo, casi a gritos. -¿Qué ocurre conmigo? Los nervios de la entrevista y el trabajo a exponer quizá, el adiós puede ser o ¿los nervios de regresar al hogar?

Trato de concentrarme, pero me es casi imposible, mi mente anda por todos lados menos donde debe, sólo pienso tonterías. La imaginación no está y la creatividad se ha marchado. Es mejor dormir.

Una cama ancha, sabanas blancas que sencillamente me atrapan y me incitan a seguir durmiendo. La alarma… shh… que pare. No se detiene. Es hora de seguir. Abro los ojos. Espero ver la luz entrando por la ventana, pero sólo hay oscuridad. El viento se siente correr por el lugar; es extraño. No hay ventanas abiertas. Me aseguro de eso.
- Esto es hermoso, - digo a la vez que suspiro al ver el bosque, tan oscuro y tenebroso. -Tan libre y abierto que resulta silencioso y secreto.

Tic, tac… 2:45 am. Un reloj colgado en la pared marca su tic, tac dando la hora. No me había percatado de su existencia y mucho menos del constante tic, tac del movimiento de las manecillas marcando el paso de cada segundo. Es irritante. Regreso la vista a la ventana.

- Qué estresante… ¿Qué? ¿Pinturas? Pero que…

Tic, tac. El reloj en la pared. No… ¿pinturas? Vuelvo a mirar.
- ¿Dónde est…

6:50 am. La alarma comienza a sonar. Despierto en mi cama, sábanas blancas y rayos de luz tenue entrando por un pequeño espacio entre las cortinas.

- ¿Pero qué mierda? – Un sueño, tan real, ilógico, pero real.

Es hora de tomar una ducha y después vestir mi ropa más cómoda. Es hora de seguir con la rutina.
- Rosa, te encargo mi desayuno.
- Si, señorita Hera, se lo llevo en un momento.
- Oye, Rosa… ¿recuerdas las pinturas? Las que la abuela odiaba…
- Si, niña, están en la bodega, ya sabes, casi por el parque.
- Vale, gracias. Espero mi desayuno en la… allá.

La casa es tan grande, rodeada de un gran jardín hasta topar con el bosque y la bodega entre estos dos, la cual puedo mirar desde mi lugar. Allí es donde se supone que están las pinturas.
Dentro de la bodega se puede respirar un horrible hedor, un lugar que no ha sido aseado durante mucho tiempo. Es enorme, sucio, desgastado. El lugar está completamente vacío. No hay ni una sola pintura en toda la bodega…

- ¿Qué? Mierda, claro que no… mierda… esto no estaba… ¡Ah! – el sitio está lleno de pinturas y un zumbido comienza a aturdirme, hace que me tire al suelo a la vez que cubro mis oídos. Me desmayo.

Abro los ojos, paredes blancas, suelo blanco, sabanas, sillones, cortinas blancos. El hospital principal. ¿Por qué estoy aquí? ¿¨Scar¨? ¿Es él?
- ¿¨Scar¨? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago aquí?

- Hola Hera, vine en cuanto me enteré. Es lo que deberías explicarnos tú.

- Fui a donde estaban las pinturas, y luego el zumbido, son las pinturas, ya sabes, la abuela hablaba de ellas, siempre lo hizo, ¿recuerdas?

- ¿Qué? No entiendo de que hablas, ¿Cuáles pinturas?

- No finjas Oscar, sé que me entiendes, ¿Por qué no me escuchas? No lo puedo creer… primero las vi en el jardín, luego desaparecieron…

- ¿Viste las pinturas en el jardín?

- Bueno, en un sueño pero…

- ¿Estás basando tu historia en un sueño?

- ¿Qué? ¡no! Las vi en la bodega, primero no había nada, y luego estaban allí, después el zumbido y ya no supe de mí.

- Tranquilízate, Hera, has estado muy estresada. Iremos a casa, y me quedaré un tiempo contigo, todo estará bien, ya lo verás.


Me tranquilizo; al menos finjo hacerlo… tiene razón, ¿Qué tonterías estoy diciendo? Al parecer me estoy amarrando demasiado a la historia de la abuela y un tanto a su loquera, ¿pinturas? Qué tontería. Tengo que permanecer cuerda, ponerme a trabajar, enfocarme en lo real, en lo que está, no él en lo que no.
- Si, supongo que tienes razón; no estoy siendo yo.

- Si, ¿ves? Todo está bien, Hera. Vamos a casa.

- Vamos, Oscar.

Los días trascurren lento. Primero la idea en mi cabeza a cada instante, yendo y viniendo cada segundo. Perturbándome, no debe interesarme. Pero va cesando, pronto parará, ya no me importará. Vuelvo al jardín, la mesa de herrería blanca garigoleada. Y me pongo a escribir.
2:45 am. Tic, tac. Tic, tac.
El sonar de el reloj en la pared, pero no hay reloj. Solo una pintura colgando del clavo en lugar de éste. Es el retrato de un hombre. Lo miro e increíblemente puedo sentir que también me mira a mí. Extraño sentimiento sentirte observada, vigilada.
Despierto, las horas deben haber transcurrido rápidamente, tal vez un par o algo más. Mi rostro empapado de sudor, mi cabello pegado a mi rostro y mi ropa húmeda. No puedo abrir los ojos, solo respiro un extraño hedor, justo como el de la bodega. A pesar de no mirar, puedo sentir algo en el exterior, cerca de mí. Una presencia, no sé, algo que me acosa.
- Shh… está aquí… puede verte…- me repite mi voz en mi cabeza, pero, ¿Qué puede verme?

Siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta el último de mis cabellos. Sensación que se termina al percibir el zumbido que conocía de tiempo atrás. Me hace caer de nuevo en el suelo, desmayar y en el último instante lucido, distingo la imagen, la pintura…
Despierto en el suelo de mi habitación. Ni rastro de la pintura. ¿Qué sucedía?
Tiempo transcurre. Cada día aparece una nueva pintura, una nueva imagen, una persona nueva en ellas. La casa comienza a llenarse de pinturas. Todas me miran, ahora estoy segura de que lo hacen. ¿Qué nadie se percata de ello?

Nadie…
Pero es que, no hay nadie. ¡No hay nadie! ¿Dónde se supone que está ¨Scar¨, Rosa?
Siento escalofríos, miedo que recorre mi ser. No entiendo nada de lo que pasa, si es realmente pasa y no sea que me este volviendo loca… las pinturas me hablan…
- Cállate, cállate…

- Las pinturas te hablan, shh escucha.

¡Ah! Las pinturas me hablan… ¿Qué? Despierto, al menos eso  parece ser… todo está solo… no hay pinturas.
- ¡Ah! – grito al percatarme que si las hay, que incluso están a pocos centímetros de mí, acosándome desde cerca, ¿Qué quieren de mí? ¿Qué es lo que buscan? Mi habitación está llena de estás. Pero algo curioso. Hay tres en un rincón, cubiertas por sabanas blancas. Aun sintiendo el miedo y mi palpitar acelerado que figurase como si mi corazón fuera a explotar de un segundo a otro, me levanto y rápidamente me acerco a ellas.


La primera, es hora de destaparla… ¿Qué? Es del abuelo, el está plasmado en ella. Siento que el ritmo de mi corazón para. Ahora es lento, muy lento, tanto que de igual manera siento que en cualquier momento puedo morir. La curiosidad, el morbo ahora invaden mi ser, ¿Qué hay en las demás?
¨Scar¨ en la segunda…
Palpitar vuelve a ser rápido. Sé lo qué viene, a pesar de que no lo quiera, se presiente lo que sigue. Destapo apresuradamente. No hay nada. Un fondo negro. Solo eso. Me retiro de allí y doy media vuelta. Llevo mis manos a mi rostro, respiro profundamente y me tranquilizo un poco. Sensación que no dura mucho, pues comienzo a escuchar el roce del pincel con el lienzo y distingo el dulce aroma del oleo fresco. Me giro. Mi imagen está pintada en el. Soy yo, pero no lo soy. Me mira e incluso me sonríe. Retrocedo. Me miro en el espejo. No está mi reflejo. Ya no estoy. Ya no existo… mi imagen solo es un recuerdo y mi esencia solo está en el lienzo. Sin embargo, Rosa entra y grande mi sorpresa al escuchar de sus labios: ¨ Hera, qué bien se mira hoy¨.

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