Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

13 may 2014

La perla que cayó por las escaleras.


 Por Ivonne Fabila García


En el fondo del mar, dentro de una ostra vivía una preciosa perla, grande y brillante, llamada Lackshmi. Un día fue sacada del mar y al ver su belleza fue seleccionada para hacerle un collar a la reina, con lo que los artesanos hicieron una obra de arte, donde Lackshmi era la perla sobresaliente.

El collar se convirtió en el favorito de la reina. No había ocasión especial en el que ella no aprovechara para lucirlo y presumirlo delante de todos. Lackshmi sabía que no sólo el diseño era lo que llamaba la atención, sino era ella a la que miraban, le gustaba se admirada  y despertar la envidia de los demás.

La adulada perla amaba posarse sobre el pecho de la reina y balancearse al ritmo de la música en los bailes reales. Al saberse tan bella, era presumida, orgullosa y altanera, incluso con las demás perlas que conformaban el collar, las cuales también eran hermosas, aunque no se comparaba su belleza.

Un día, en uno de esos bailes en los que la reina lucia aquel hermoso collar, al bailar y girar, Lackshmi se desprendió del collar y cayó botando por las largas escaleras. Fue tanta la fuerza con la que salió impulsada, que una vez en la planta baja del castillo, golpeo contra la pata de una mesa y está la lanzó hasta un alejado cuarto. De inmediato la reina ordeno detener la música y parar el baile, para que todos buscaran aquella preciosa perla. Así comenzaron a buscarla incansablemente sin ningún éxito.  La perla gritaba desesperadamente para que la encontraran: –¡Aquí, aquí estoy abajo! –Días después aún seguían buscándola los sirvientes, pero nadie la encontró.

Lackshmi había quedado atrapada entre las escobas y los trapeadores, en un sucio y obscuro lugar. Era un cuarto de servicio que pocas veces era utilizado. Cuando alguien llegaba a abrir la puerta y sacar una escoba o un trapeador no miraban hacia el piso, pues solo sacaban o metían aquello con prisa. Y por el contrario, Lackshmi cada vez iba rodando más hacia el fondo de aquel sombrío lugar. Ella observaba entre la rendija de la puerta, por donde había entrado. Miraba a cuantos pasaban por ahí y gritaba para ser rescatada. Grito y grito por un largo periodo de tiempo; también lloró de rabia, decepción y desesperación; pero nadie la escuchaba. Después de un tiempo cayó en depresión y se preguntaba  –¿Cómo alguien tan bella como yo, está en un lugar como este? No es lugar para mí –y sollozaba.

Así pasaron los años, y todos se olvidaron de aquella hermosa perla. La reina, como era su costumbre, cada temporada conseguía una nueva joya favorita, la cual presumía delante de todos. Y  Lackshmi la observaba a través de la rendija. Así, que con el paso del tiempo se resigno a permanecer en aquel sitio olvidado, y reflexionó –si no me hubiera desprendido del collar, de cualquier manera, pasada la novedad, la reina me hubiera abandonado, la diferencia sería que en lugar de permanecer en este polvoso cuarto, estaría guardada en un lujoso alhajero. Igual de obscuro y quizás ni siquiera podría ver hacia el exterior como lo hago ahora. Viviría entre la frivolidad de las demás joyas, siempre pretendiendo ser la más bella. Pero ¿y eso? ¿A quién le beneficia? Ser la más bella o no, de cualquier manera estaría encerrada. Al menos ahora no tengo que pretender más. He aprendido a ver la vida desde otro punto vista, menos superficial–

Un día, un niño que jugaba a las canicas, las lanzó y una de ellas se perdió. Esta fue a dar justo en el cuarto en el que se encontraba Lackshmi, quien pensó –Pobre, tampoco nadie la encontrará, se olvidarán de ella. Aunque al menos tendré una compañía… quizás una amiga–

Pasaron las horas y aquel niño no dejo de buscar su canica faltante. Fue persistente, pues era importante para él. Por fin, después de mucho buscar, abrió la puerta del cuarto de las escobas, removió todo y encontró su canica. Estaba tan contento que saltaba de alegría. Con aquel movimiento Lackshmi también rodó un poco y logró sacudirse algo del polvo que la cubría, lo que permitió que nuevamente brillara. Esto facilitó que el niño la viera, la levanto del suelo, la limpio por completo tallándola sobre su ropa y sonrió diciendo -¡Una nueva canica! –Así,  Lackshmi fue adoptada como canica por aquel niño, quien inmediatamente la puso en la bolsita de su pantalón junto con sus demás canicas.

Las canicas del bolsillo de inmediato dieron la bienvenida a la perla. Estaban contentas de tener una nueva compañera. El ambiente entre las canicas era de solidaridad y amistad. No había envidias ni pretensiones falsas entre ellas, como sucedía con las joyas.

Lackshmi se sintió muy contenta por haber sido encontrada por niño y no permanecer más en aquel deprimente lugar. Veía nuevamente la luz del sol, pero lo más importante, se sintió querida desde el primer momento. Sabía que nunca más sería abandonada, pues se dio cuenta que si algún día se perdía el niño no la olvidaría y la buscaría hasta encontrarla sin importar el tiempo que esto le tomara. Lackshmi, recordó su vida como parte del collar, pero ahora estaba agradecida de haber caído por las escales, pues era mucho más feliz, lejos de la frivolidad y compartiendo con amistades verdaderas.






 

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