Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

23 nov 2016

Lejos del árbol

Por: Octavio Daniel Loredo Olmos

Estás ahí de pie, frente a él, no sabes que decir y sabes que pasara. Como es costumbre, todo lo que comienza algún día tiene que terminar.
No bastaron los días bajo la lluvia, ni las noches bajo las estrellas. Aquel amor que tenían se había acabado, o tú lo terminaste.
Sabes que va a ser la última vez que estarán juntos, el silencio lo dice todo, la mirada callada y las manos frías. No sabes que hacer. Todo se apagó. Frente a ti, frente a él.

Se está acercando a ti, ¿Qué harás? sabes que un perdón no va a solucionar nada ¿Un beso? por favor, sabes que no es lo correcto, no está bien. 
Su mejilla está rozando con la tuya, con renuencia intentan separarse, pero por algunos segundos se mantienen juntas. La lagrimas aderezan el contacto, la piel roja, silente. Su aroma pide a gritos ser arrancado de su piel, ser sentido, ser amado.   

Sus labios están rozando los tuyos, salados, húmedos. Su aliento calienta el aire, como una premonición de lo que vendrá...  lo besaras, ¡Bésalo!
siente sus labios, su piel, el olvido. Tu lengua recorre cada centímetro de sus labios, exigiendo aun más, reclamando lo que era tuyo, que ahora estas perdiendo.

De niño, papá siempre decía que en otoño, el amor se refleja en los arboles; cada hoja es como los recuerdos que alguna persona guarda. Estas, caen a suelo una a una y dejaran lugar para nuevas hojas que darán vida a esas enormes ramas. Y en esta ocasión, tú eres la hoja. Y él, el árbol. 

Se ha marchado.

Se firme, se fue, ya no está, perdiste. El viento, acariciaba su rostro, se deslizaba por sus facciones como tú deseas hacerlo, te separó de él poco a poco.
Deseabas un abrazo, un mayor contacto, que una fuerza los extinguiera. Y no fue así. El quiebre de sus almas al unisono, el sabor salado se tornó amargo, un beso tierno y desgarrador. 

Dio un pequeño paso hacia ti, se despidió y te dio un beso, pero ahora fue en la mejilla, dijo que te amaba, y con la sutileza de un huracán, dio la vuelta y cerró la puerta detrás de él.


Seca tus lagrimas, y vete. ¡Corre! alguien más te espera ¿Lo recuerdas?

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