Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

15 nov 2016

Abismo

Abismo
César Alejandro Cantú Olivares
“Hago esto porque siento que es necesario, por y para el bien de lo nuestro, que dejemos las cosas como están ahora; no quiero que pienses mal, no hay nadie más que tú; sin embargo, siento que nos estamos adelantando a momentos que, si los viviéramos en un ambiente propicio para que florezcan, en lugar de forzarlos y estar al borde de errar al tomar decisiones serias siendo apenas botones, fuesen verdaderamente bellos y memorables... escucha, de seguir a este ritmo tan despiadado: tu mal humor, tu intento por poseer mi libertad, tu desconfianza hacia mí, no sé qué pasaría conmigo, mejor, por mi bien, y quizá por el tuyo, debo alejarme de ti, no quiero más este dolor extraño que provocas en mí, extraño puesto que alguien que yo no amase no pudiese provocarme dolor”. Cavilaba estas palabras, que escuché hace ya más de dos meses, de aquellos labios que ya no serán más míos, produciendo que las rosas venenosas del amor, huyan del que incitan ahora, llevándose el amor y dejando sólo el veneno, mientras me dirigía, triste y tranquilo, a esperar el camión.
         Había estado en el bar con unos amigos, fingiendo estar bien, me emborrachaba y más me llenaba de sus recuerdos cuanto más se vaciaba la botella.
         Estaba lloviendo leve, hacían unos vientos de los mil demonios y un frío que haría temblar hasta los muertos. Resulta que era el ambiente predilecto para emprender un cigarrillo. Apuré la colilla a mi boca y aspiré una gran bocanada de humo gris, gris como las nubes de la lluvia, como el frío del aire; gris como lo triste de mi alma y lo solitario de mi corazón, entendí, casi como epifanía, que desde entonces estaría en soledad, pues, después de todo, los amigos sólo me sirven para no beber solo -y una tristeza minaba mi corazón y una descarga de ansiedad, más fuerte cada vez, de la que ya de por sí atormentaba a mi ser empezaba-: quiero olvidar todo lo que soy y todo lo que he sido. Quiero que mi comportamiento cambie, ya no seas así, por qué eres así: impaciente, ansioso, pretencioso y, sobre todo, un hombre sin palabra -daba una segunda bocanada observando entre la noche a lo lejos una luz de camión que no llegó-, y tú sabes que esos valen nada, observa, tus seres queridos poco a poco se van alejando de ti, ¿eso quieres?, la soledad a la que tú sólo te orillas, ¿por qué te auto-destruyes?, ¿qué a caso no te quieres siquiera tú? Si dependiera de mí ya me habría evadido con la muerte desde aquel último día, aunque no creo ser lo suficientemente valiente y no menos miedoso como para acometer tan terrible empresa, es más, no creo que seas lo bastante ingenioso como para pensar en el “cómo” finar a tu mismo ser tú mismo, ¡claro que lo “he”!, puedo beber bastante cloro o cualquier otra sustancia tóxica, he estado buscando viudas negras para provocar una mordida letal, me metería al ejército y sería lo mismo que pensar en suicidio, pero sabemos que soy tampoco aguerrido, además en el ejército se dan duchas con agua helada, ¿qué hacer entonces si no eres valiente? Pues empezar a serlo, ¿cómo? Puedes empezar por aumentar tu fuerza de voluntad y dejar de intoxicar tu cuerpo –mientras veo el cigarro-…   , y pensándolo bien no sería tan estúpido como para hacer eso, jajaja, pero qué ciego, olvidé que a cada segundo estamos muriendo, la vida es un gran suicidio, el cigarro también es una forma de autodestrucción, ¿qué haces con esa porquería todavía en las manos? ¡Tírala ahora!, no, mejor no lo tires, sólo le falta la mitad, además te costó cinco pesos, mejor, despídete solemnemente y promete que será el último cigarrillo de tu vida, porque eso también generaba discusiones con ella, es verdad, ambos fumábamos, lo que sucedió fue que le fallaste en aquel acuerdo que hicieron de dejarlo, seis meses duró, los mismos seis meses que estuviste mintiendo de que ya no fumabas, quizá ella sí cumplió su palabra, pero tú eres una vergüenza. Alguna de las sustancias de aquel tabaco envuelto en papel sumándole los tragos, que hiciesen 5 litros si se contaran, debió desatar más la melancolía, causar un miedo latente y provocar una crisis eminente que comenzaba a recorrer cada partícula de mi cuerpo; para mi dicha, fue la última vez que decidiría sentirme así.
         Una vez que el cigarro y la bebida hubieron de lograr en mí sensaciones extrañas, decidí brindarle un poco de silencio a mi mente, y así, la dejé sosegada, logré que se mantuviera callada, sentí alivio, pues cesé de pensar en aquellas cosas que me hacían sentir un gran vacío, como si estuviese al borde de un abismo. Así, una lágrima atrevida osó humedecer el borde de mis ojos, mas esa pequeña gota salina albergaba todas mis frustraciones: había entendido que debía haber un verdadero cambio en mi persona, esa lágrima representaría el comienzo de dicho cambio, entonces, disfruté de mi estado de ebriedad con una sonrisa borracha.
         Llego a casa después de 45 minutos en camión y otros 15 caminando, en el trayecto, voy todo mojado y mojándome más, observando, tambaleante, la luna que a pesar de las nubes brilla iluminando mi faz, procurando no dejar que nada ni nadie interrumpa el sosiego en que he dejado mi mente, ni tampoco perturbe la serenidad y alivio que trae consigo el mirar tanta belleza natural, mucho menos irrumpir en mi estado de iluminación alcohólica… de pronto he conseguido no atormentarme más por la ausencia de ella, sonrío mientras cavilo una reflexión que traería conclusiones asombrosas y agradezco que haya estado conmigo.     
         Desde aquella noche de luna bella y vaticinios provechosos descubro que, si no la tengo, tengo más tiempo para platicar conmigo y conocerme a mí mismo. De este modo, el otro día, al salir de la escuela decido recorrer una calle en la que solía vivir cuando cursaba la primaria. Quizá con ánimos de que algún recuerdo brotara y atrapara mi consciencia un instante transportándola a ese espacio de tiempos remotos, también, he intentado platicar con mis padres, mis abuelos, tíos, primos y hermanos, las investigaciones han sido contundentes y fructíferas. He encontrado maneras de ser en ellos que encuentro en mí y que considero errores, errores que hay que corregir a como dé lugar.
         Últimamente no sueño dormido, sino que, despierto, es cuando llegan a mí visiones. Si tuviese que describirlo diría que son como las vivencias del pasado, nubladas por el olvido, que ahora el recuerdo y la introspección inducida trae al ahora para que una vez más se vuelvan vívidas y puedan disipar las nubes del olvido. Estoy en una etapa, después de un año y medio de nuestra ruptura, en la que no busco ser alguien a futuro, todavía no, aún me queda, primero, reconocerme en mi pasado. Acto seguido de haber sacado a la luz algún recuerdo reprimido de la infancia, mi mente ha empezado a querer sacarlos todos, como si encontrase alivio en el alma y un paso hacia adelante en la empresa de conocerse a sí mismo.
         Cuando aprendí a conocerme y a actuar siempre asertiva y acertadamente mi mundo empezó a iluminarse, comencé a ver la vida desde otra perspectiva, cambió radicalmente, entonces comprendí que era momento de pensar en futuro, por lo que me esforcé en mis estudios para poder viajar. Pasaron cinco años y después regrese hecho todo un hombre experimentado y humilde que aprendió tantas cosas de casi todas las personas del mundo.
         Ahora lo que quería era, después de todo este tiempo, ver su rostro. Teníamos 20 años cuando nos separamos, ahora que tenemos 27 me pregunto cuánto habremos cambiado.
         Hace diez años ya que la vi por primera vez desde que no la veía a los 20, y hasta ahora seguimos juntos, ya entiendo que ella se alejó por amor, le pregunto que cómo sabía que decidiría hacer algo para mejorar y ella contesto:
         -No lo sabía, sólo confiaba en lo mucho que me amabas y que eso haría que tú quisieras reconocer tus errores, yo supe reconocer los míos, por eso decidí alejarme, para que cada uno pudiese resolver sus complejidades- dijo con una gran sonrisa.
         -Fue una decisión arriesgada, pero valió mucho la pena el esfuerzo.
         Luego de algunos años más juntos le diagnostican cáncer y muere, yo me quedo solo, aunque feliz de haber compartido con ella tantos y tan bellos momentos y agradecido de haberme dado la mayor lección de mi vida obligando a mi ímpetu a salir del abismo en el que nos hubiéramos quedado, y quizá hundido más, de no haber hecho lo que hizo.

         Ahora espero tranquilo a que me llegue la muerte.    

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