Hoy que la
tristeza invade mi corazón recordando un aniversario más de aquellos amantes,
ahora inmortalizados en el tiempo, cuyo amor simplemente fue, es y será en la
eternidad de quienes los evoquen con el pensamiento, pero no de ellos mismos,
la reflexión y las preguntas invaden mi ser.
El amor y
el desamor convergen en un mismo punto. Lo único que los separa es el tiempo. ¿Por
qué? Ambos sentimientos viven en una misma persona; en momentos enamorada, en
otros, decepcionada.
Cuando se siente
amor, se olvida el desamor. Pero cuando se vive el desamor, no se puede pensar en
otra cosa más que en el amor perdido.
¿Existe el
amor verdadero? Si existiese, ¿éste durará para siempre? Siempre, suele ser demasiado tiempo. Acaso, ¿es tan voluble el ser
humano que la única forma de mantener el amor es mediante una pócima?, ¿un
hechizo mágico que mantenga juntos a los amantes hasta la muerte?
Rara vez se
cumple la promesa del amor eterno, y la gran mayoría vive la vida en desamor. ¿Es
más fuerte el desamor que el amor?
Los amores
imposibles son más intensos, más pasionales, pero, ¿duran?, ¿es porque son así,
justamente, imposibles?, ¿lo único que los mantiene unidos es la ilusión?, ¿la
adrenalina de lo prohibido? Y si no, ¿podrían permanecer juntos los amantes en
la eternidad?
Dicen que
el amor existe, entonces, ¿quién o qué mata el amor? ¿El ego o el egoísmo? ¿Es
que muere o nunca nació? O bien, ¿será que es parte de esta vida en movimiento,
en donde todo es efímero y nada permanece para siempre? ¿Será que el desamor es
una enseñanza de vida para encontrar el amor propio, para aprender a brillar
con propia luz, sin necesidad de nadie más? O, ¿será que desde pequeños nadie
nos enseñó a amarnos para después poder amar a los demás incondicionalmente?
Queda claro
que el amor comienza por uno mismo y después se da. Pero nadie nos enseñó a
amar desde la comprensión de un ser completo, que tan sólo comparte unos pasos
junto a otro, en este sendero que muchos llamamos vida. Así, se confunde la falta de amor propio con
la ausencia de un tercero, cuando la verdadera carencia está dentro del mismo
ser.
Ahora, Tristán
e Isolda han sido condenados, por haber sufrido el amor eterno y no saber vivir
con decisión propia.
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