Por:
Citlalli González Pérez
Una
pestaña se encuentra estrujada entre un dedo índice y un pulgar. La dueña de
estos dedos la aprieta con los ojos cerrados y una esperanza infinita en ella.
Jamás había sido tan fácil conseguir algo sin esfuerzo alguno. Sólo hace falta
pensar en un gran anhelo durante once
segundos mientras se sostiene con las manos y las propiedades místicas de estos
pelos hacen su magia. La pestaña atrapada piensa en qué clase de Filamento cilíndrico
podría ella estrujar para que su deseo
de no estar aprisionada se cumpliera. También razona el injusto motivo por el
cual, habiendo dientes de león y estrellas fugaces, tiene que ser ella la que
se encuentre en esta incómoda situación. La pestaña pequeñita se imagina en un
escenario diferente y próspero. Por su mente bailan pensamientos de ella
cogiendo un dedo humano y resolviendo su afán. Entonces abraza bien del dedo
que la comprime y se concentra en las imágenes mentales que se ha formulado. De
pronto la pestaña es libre de todo pulgar y sólo espera el encuentro fortuito
de otro dedo que cumpla sus caprichos.
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