Por:
Katia Sánchez Ortega
¡Como si fuera tan difícil estar sin
ella! ¡Cobarde!
Ni una nota, ni las despedidas eternas que
nunca me daba. ¿Cómo iba a saber yo que era mío? Fue culpa suya por no decirme
nada, me hubiera hecho cargo de él, o ella, o eso. Si no tuviera estos lapsos
mentales, recordaría si me lo dijo ¿Fue mi culpa entonces? ¿Qué le dije?
¿Por qué en su cuarto que tanto me
gustaba? ¿Por qué no en las escaleras o en su sala? El sillón rojo era cómodo.
¿Por qué en su cuarto? ¡Maldita sea!, con esa colección de figuras de madera, y
la alfombra sin lavar, ¡Ya no recuerdo cómo era!, lo único que veo ahora es su
cuerpo colgado de su ropero, sujeto con las cintas de sus botas favoritas,
clavando todo su peso en su cuello morado.
¡Cobarde! Me lo hubiera dicho de frente la
muy canija. Me hubiera ido con ella, si me lo hubiese pedido, a mí tampoco me
gusta el mundo.
¡Egoísta, descubrí su plan!, me dejó solo,
ella sabía que si yo me iba primero, no tenía que sufrir por mí, ella no sabe,
que yo ahora estoy sufriendo más ¡Perra! ¡Me dejó plantado en nuestra primera
cita!
Tal vez fui yo quien no llegó a
tiempo.
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