Por:
Erika Berenice Cisneros Vidales
Él
oficial se acerca a Era y al ver su paso apresurado y su respiración acelerada
le comenta:
- Venga, tome algo – ofrece Héctor, al presentársele la
oportunidad de invitarle un trago al ver pasar a un mesero vestido con traje
negro. Le entrega una copa de vino blanco y el toma de otra.
- Gracias – menciona después de dar un largo trago a la
bebida y tranquilizar su respirar,- lo siento, he manchado la copa.- se
disculpa tímidamente al notar la copa manchada de labial rojo. Ríe un poco y
entrega la copa al hombre alejándose sin decir más.
Héctor
siempre se ha sentido atraído por ella, llama demasiado su atención. Sin
embargo, jamás ha intentado algo con Era ni lo haría en el futuro dado lo que
se hablaba de ella. Es alguien inestable, algo sobre problemas mentales, se dice
que había sufrido de esquizofrenia, que las pinturas del salón le hablaban,
pero a él le fascina su estilo. Una mujer atractiva y sensual, viste un vestido
de gala estilo estraples de color negro,
unas zapatillas plateadas, las cuales solo se ven con su andar y una
deslumbrante gargantilla de oro blanco alrededor de su cuello. La mira a cada
paso que da al alejarse por el pasillo principal.
- ¡Ah! – se escucha el grito de una mujer, al parecer de Era,
- ¡no, lo han matado! – grita al ver el cuerpo de su hermano tirado en el
parquet sobre un charco de sangre que proviene
de una herida en el cuello del hombre, que a pesar de ya estar muerto
sigue derramando sangre.
El
oficial se acerca y la aleja, inmediatamente se dispone a poner orden y comienza
a especular y a tratar de comprender y resolver lo que ha pasado. No hay rastro
de lo que pudo haber ocasionado el asesinato, de quien puedo haberlo
ocasionado. Se acerca al cuerpo. La
camisa blanca de su elegante atuendo está cubierta de sangre. Sin embargo, aun
se puede ver la huella de un beso marcado por labial y una nota en su bolsillo
escrita con mala caligrafía cursiva:
Héctor:
Sé que no hemos estado
bien últimamente, pero me gustaría que arregláramos nuestras diferencias. Te
espero esta noche en la velada. Recuerda: 8384 St.
No
firmada, pero quien más puede ser si no su esposa, la señora Cordelia. Nunca
habían estado ni llevado bien y la fiesta de gala de bienvenida a su cuñada era
una excelente ocasión para deshacerse de
él, mucha gente en el lugar, nadie la descubriría. ¨Atrápenla¨, grita Era.
Todos se apresuran a ella y la sostienen tratándola de alejar de allí, a pesar
de sus incansables gritos y lamentos que repetían constantemente, que ella no
había sido la culpable. A nadie le importa.
- No puedo entenderlo. Sé que no estaban bien, pero ¿asesinar
a mi hermano? Que bajo,- comenta y ríe sarcásticamente por lo sucedido, a la
vez que se retoca el maquillaje,- claro, no es que me importe demasiado su
ausencia, no éramos muy unidos, solíamos serlo de pequeños, pero después no.
Además, el me mando a ¨terapias¨- dice a la vez que hace un gesto sarcástico y
de enojo al pronunciar lentamente cada vocal de la palabra terapias,- y no pude
seguir con mi vida una largo tiempo, pero bueno, por eso lo invite a venir a
casa, el 8384 St.- vuelve a reír y deja caer una lagrima por sus mejillas. Héctor
ofrece su pañuelo, el cual, al igual que la copa de vino blanco, mancha de
labial.- perdón, he manchado…
- Descuida, no hay problema. Deberías cambiar de labial, este
marca demasiado, ¿no crees? Además, es curioso, justo como la mancha en la
camisa de tu hermano ¿rojo carmín? Sin contar la nota en su bolsillo, una
invitación a su fin disfrazada de conciliación. No firmada y un ¨sé que no
estamos bien¨ seguido de tu torpe comentario ¨no éramos unidos¨ y ¨lo invite a venir¨. Dime, ¿ te molesto tu
estancia en aquella clínica? Vamos Era, necesito que me acompañes a declarar.
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