Por: Erika Berenice Cisneros Vidales
2:14 am
Despierto gritando entre la marea de mi ancha cama. Mi rostro bochornoso e incluso mojado. Lo seco con las sábanas blancas mientras
respiro por la boca para tratar de tranquilizarme y bajar el ritmo de mi
corazón que late rápidamente. Tengo que borrar esas imágenes de mi cabeza. No puedo, pues no son sólo ideas o pensamientos vagos, son recuerdos de
aquellos tiempos algo lejanos que insisten en perturbarme y acosarme en mi estado más vulnerable e inconsciente. Tengo que olvidar, aunque cueste trabajo…
tengo que hacerlo.
-Tranquila, tranquila… todo está bien, -siento los brazos
de mi padre rodearme y tranquilizarme como cuando era niña, pero él ya no
esta allí. Y pronto la ilusión de su presencia se disipó, estaba ausente,
hace tanto que lo está. Siento nostalgia pero ya no lloro.
-Sí papá, así es. -Contesto amargamente, esperando que
donde sea que estuviera lo escuchara. Duermo.
Tres horas después, mi alarma comienza a sonar, con esa
canción del grupo favorito de mi padre que siempre escuchaba en su viejo
estéreo: ¨All you have todo is dream¨. Es hora de levantarme y tomar mi ducha
cotidiana de treinta minutos con agua casi helada, en la que me relajo al
sentir el frío sobre mi piel. Al salir seco mi cabello y me visto. Un pantalón oscuro entubado, unas botas negras y una blusa blanca. Tomo mi bolso y salgo del
departamento 27 del piso 7 de un moderno edificio en el centro de la ciudad
llamado ¨Lisboa¨ -que manera más ridícula de llamar a un predio con el nombre
de un lugar de otro país-, pero es un edificio esplendoroso y lujoso en el que
me encanta vivir.
"Rainy, rainy, it is a rainy day", canto suavemente al
caminar por el estacionamiento hacia mi coche, un viejo Camaro de color rojo
del ´89. "Rainy, rainy, it is a rainy day", suele ser una canción de juego en
la primaria que no recuerdo bien, pero la letra o al menos ese fragmento no lo he olvidado. La calma termina. Mi coche ha sido atacado, tiene vidrios y
espejos quebrados y en el cofre escrito con aerosol negro: ¨Tú sabes por qué¨.
Tú sabes por qué… ¿Qué se supone que debo saber? Es una
situación un tanto frustrante porque no lo sé, y alguien acaba de delinquir en
mi auto. Me siento molesta. Y para empeorar la situación, ni siquiera
arranca. Tengo que tomar un taxi o un autobús, hace tanto que no lo hago,
no lo haré, tomaré el metro. El camino tranquilo, al menos entre comillas,
treinta y cinco minutos de camino en los cuales siento una gran paranoia. Gente
observándome, personas siguiéndome, alguien que me habla. Nada de eso en realidad
sucede. Me siento fuera de mí, de alguna extraña manera todo me señala. Todo me
acosa.
Llego a la avenida principal, donde están los predios
más antiguos e importantes de la ciudad, entre los cuales se encuentra donde
yo trabajo como redactora de una columna diaria de política.
-Buenos días, Bishop -es el guardia de seguridad en la
entrada, saludándome por mí apellido. No me agrada que lo haga. Que nadie lo haga. Todos
recuerdan el ¨caso Bishop¨, la familia distinguida y el final…
-Buenos días, Oscar -debo contestar antes de olvidar hacerlo,
sonrío fugazmente y me dirijo al elevador.
Piso cinco de ocho, el andar encargado de la sección de
política del periódico ¨Hablemos de…¨, yo y cuatro personas más nos
encargamos de ello. Yo soy la encargada del área, a pesar de que Valentina
lleva más tiempo allí, razón por la cual me odia o tal vez porque su novio
la ha dejado después de conocerme, no lo sé; claro, hablo con sarcasmo.
Después, mi café cotidiano americano sin azúcar para luego ir a mi cubículo.
-¿Pero que mier…-todo el lugar está destrozado,
revuelto, como si alguien hubiera buscado algo; sin embargo, todo está allí.
-Hera, ¿sabes si…-¿Qué paso aquí? -me pregunta Jorge, la
antigua pareja de Valentina, -¿Qué es esto? -se inclina al suelo y recoge un sobre
amarillo. Sin preguntar lo abre. -¨Tú sabes por qué¨- lee en un volumen que
apenas se escucha.
-¿Qué?
-¨Tú sabe…
-Sí, sí, sí, te escuché, dame eso, -digo un poco irritada
a la vez que le quito el sobre. La hoja tiene remitente, no literalmente,
pero tiene iniciales: AV. Se quién es. Al menos puedo imaginarlo. Es
increíble que quiera seguir atormentándome con eso, yo no soy culpable.
-¿Qué sucede?
-Yo no tuve la culpa. Yo no fui.- digo en voz muy baja. -Debo
irme. -Tomo mi bolso y prácticamente salgo corriendo del cubículo, del edificio.
Quedo en medio de la calle sin saber qué hacer. Debo ir a buscarla,- ¡taxi!
–pronto estaré en la central de autobuses con un boleto que me llevará a
donde ella está.
Tres horas de camino, aproximadamente. La renta de un
viejo coche y veinte minutos más para llegar a su porche. Debo llegar. No, no
lo haré. Comienzo a manejar en reversa para salir de allí. Es imposible. Una
camioneta me impide el paso y leva las luces para que frene. Distingo
quien es.
Es ella, Andrea Vargas. Mi madre. Siento un nudo en la garganta. Ya
no puedo irme. Bajo del coche y cierro de golpe. Percibo su mirada disgustada,
abrigo su rechazo. Sale de su vehículo. Me ignora y se dirige a su casa. A
pesar de que es una reacción esperada me siento indignada.
-¡Hey! –le grito furiosa, es inconcebible que siga
reprochándome su muerte.- ¡Vuelve! No es justo lo que haces conmigo, sabes que
yo no quería, sabes que yo no podía haber hecho nada, sabes que la culpa
realmente recae en ti, ¡Tú fuiste! Fuiste tú y lo sabes…-se gira hacia mí.
-Yo no te culpo Hera, la realidad lo hace, los hechos, lo
que sí sucedió. Tú lo mataste… ¡Tú lo mataste!
-No, no, claro que no, sabes que no, yo no fui, ¡Deja de
culparme! – siento desesperación, ¿Cómo es posible que se atreva a
atribuirme la culpa de la muerte de mi padre? ¡De mi propio padre!,- estás
loca, pero ¿sabes qué?, ya no me importa, yo sé que no lo hice, y en tu
interior tu también lo haces, ¡Deja de engañarte! De engañarme…- salgo del lugar,
tomo el coche rentado y manejo a gran velocidad, incluso choco su camioneta
del lado del conductor. No importa. Acelero más y más y más.
De pronto, un hombre, de aproximadamente cincuenta años,
alto y delgado de tez y cabellos blancos, atraviesa la carretera que lleva a
la casa Bishop, no lo veo a tiempo. Pronto está arrollado en el suelo. Pierdo el control del auto y este choca contra un cedro. Pierdo el sentido, el
conocimiento.
Las memorias regresan a mí. Diez años atrás. Una
muchacha, en un estado no apto para manejar, el auto de la casa, gran
velocidad, un padre de paseo, que pronto no estará más.
Ha sido verdad… había sido yo, todo lo había realizado
yo, incluso el coche, el sobre, todo, supongo que a causa del subconsciente que
no quiere permitirme estar bien. No debo. No tengo el derecho a estarlo.
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