Por: Alexis Guerrero Lomelí
Como
el sol y la luna, día y noche que en un ritmo eterno bailan, así ella y yo nos
tomábamos en la gloria. Ahora estoy yo, muriendo como quien espera que se
desvanezca en el firmamento sus rayos, que en su paso nacerá la penumbra.
Majestuoso pliegue de luces que me enseñaron sus ojos, estrellas fugaces. Pero su
canto nunca llega. Hace tanto que se fue de mí y desolado dejó mi cuerpo que la
sintió arder, derretir mis hielos, volviéndolos agua que surcaron sus playas,
valles majestuosos en los que bebió mi boca su dulce néctar. En mis manos,
artesano esculpí la pronunciada silueta de sus soberbios cerros; conquistador
de su manantial que me invitó a quedarme… a habitarla. Y me uní a ella en el
delirio del aroma húmedo de su madrugada, volviendo a gozar juntos ese Edén del
que nos habían arrancado.
Embriagados
en amor tocábamos el firmamento con una sola mano y el éxtasis hacía de las
suyas: se apoderaba de nuestros cuerpos desabrigados, inundándonos en esa
llamarada que se encendía hasta fundirnos el alma. Obra perfecta que nació de
ti.
Con
el ocaso surcando los cielos, y el otoño bajo sus pies desnudos, desapareció su
suspiro. Letargo que pronunció su descanso del que nunca despertó. Fui errante,
viajero solitario en estos secos llanos, que con tragos llenaron mi boca de
arena, condenado al olvido y al recuerdo, de la labios que profirió mi sentencia.
Extrañé
sus pasos en mis pasos, ya cansados de su recuerdo. Era león sin melena, sin
orgullo, atado a la tierra que me condenaste trabajar, labrarla y hacer de ella
una casa, cuna de perros hambrientos que mendigan el polvo al que me condenó tu
voz.
La
carne de mi carne, me fue arrancada. Mi vida fue ahogada en el lago de la
soledad. Dama que susurra constante el miedo que nace de su garganta y lo
escupe en mi cara. Reprochándome a gritos la burla de mi estado más precario.
Con
ira pronuncié todos y cada uno de tus nombres, esperando que tu rayo bajara y
arrancara la vida que aún me quedaba. Te reproché y no acudiste a mi llamado. Había
sido abandonado.
Espada
en mano, decidí con hierro romper el hierro que ataba mis pies a esta pena.
Escribí su amor en la empuñadura que clavada mitigó el dolor de mi extravío. Y
liberé el suspiro del aliento que me dio la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario