Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

30 may 2017

Nocturnos

I

A
un frío
se entrega
el alma
mía  

Al cúmulo de abandono
oigo al sol ya fundido,
 y el cielo queda viudo
en un juicio que rompe
a pedrada limpia los
vidrios de unos ojos míos
doloridos

A la pérdida
de mis hermanos
calma la pena
cálmala, pena
la animalidad
desconocida
de un gris verdugo,
lastimero que
me tiende mano
tal cual los hijos
a esta Patria
ya no le juran

Y con el nombre
usurpado gritar
un propio auxilio
sin ceder a callar:
cómo y por qué
se oprime el corazón
al más amargo
de los goces:

despertar en silencio,
esforzarse por soltarse
y quedarse aún más preso
Dormir con la voz a medio
parir y tragar la saña
grosera de varias miradas
que en vez de quietud, provocan
 una fiereza de nada.
Se olvidan o se convierten
en recuerdo, se llevan en
la espalda
en la sangre
que nos llama,
en silencio y
 en las noches.


II

Hablamos de dolores
de llantos explotados,
mares que rompen tierra
conquistada, hablamos de
todo cuando no pasa
nada
Hablamos de temores
de tu cuerpo huérfano,
de la herida que no
duele
de cielos que no lloran,
hablamos
Hablamos y dormidos
dentro de un útero
vacío
Hablamos oscuro y
velamos al sol,
hablamos desolados
igual que una espina
cuando mira una flor.
Hablamos de mis queridos
vivos, de quienes
por palabra herida
yacen en el fuego
sus pasiones,
enmudecen con el tiempo
los temores
y rezan con tristeza
a nosotros sus muertos
Hablamos de burlas y
pérdidas de razón,
fúnebre juicio que
postra en mi pecho
una daga de extremo
dolor.
Hablamos con intención
de callar lo que se escucha
al azar, rumores que
necios del tedio verbal
alumbran de ébano mi mar.
Hablamos desvelos
que sumergidos en el
cuerpo nostalgia hacen crecer.
Hablamos de nacer
y exigimos que alguien escuche
esta pena calma florecida
noctámbula, que teme
al ciervo amarillo,
sol absurdo de vagos cantos
Háblame, que yo soy de aquí
prisionera de la noche.




III

De agonía fallecen mis
semillas fuera de mi voz
penumbra, libre delirio
que ausenta la existencia
de violenta divina mar,
oscura sombra que rasca
perversa el filo de mi sol.

De silencio se encarna
mi viento, y gime hasta
hacerse suspiro frío
Suspiro que el frío calla de
brusca derrota amarga,
la inválida luz nocturna
que muerde feroz el alba.

Los suburbios de lívido
juicio, amanecen en tus
marañas dentro de una
negra voz oscilante, con
afilado y grácil tono
hierven tus nubes sobre
el minúsculo cielo que
tengo como único mundo.

De humillo lóbrego nacen
profanos aquellos que de
risa mueren, de bullicio
beben, de eco crujen, de turbios
viven, de inocencia murmullen,
resuenan de frivolidad
y encarnan de piedra en piedra.


IV


Cuán caliente tiene que ser el sol
para que desaparezca este frío,
infierno abismo de negrura espesa
Cuán profundas mis entrañas
para que el viento toque el pensamiento
Cuán violenta mi huida
hasta desaparecer mis susurros
Cuán sangrante la herida
que deja de lado la cicatriz para convertirse en llaga encendida
Cuán sufridos los ajenos
que de llanto abrazan, sus más
humildes tristezas
Cuán desaparecido el hombre
para manchar con delirios
su propio reflejo
Cuán hundida mi tormenta
para hacerse río dentro
de un suplicio caudal
Cuán destrozo habré hecho
para encontrar partes mías
por todo el cielo
Cuán gigante será el canto
de mis ojos ahora que de
vil indiferencia
ciegos se quedaron
Cuán perdidos hemos quedado
para arrancar del suelo el camino,
llevarlo a rastras con uno y
dejarlo varado
con la ausencia del caminante,
con el rumbo de una roca
con el vacío de una madrugada
con el cansancio de mis manos
con el ardor propio de
querer otro camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario