Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

23 may 2017

Nocturno


Por: Abelardo Medellín Pérez
I
Dentro del confusionario,
vestida de mármol de inicio,
desgarbo hoy su vitropiso
que ensancha su rostro arísco.

Dama en ramas maquillada,
desviste poco esa luna
blanca sobre tus efélides,
dibújala sobre el centro
de tu eterna ilusión.

Déjame encontrarte sola,
perdiéndome entre el pasillo
esculpido por tu cuerpo
en el paisaje funesto,
funesto de estar contigo.

Muchachita libanesa,
no te olvides de mí cuento.
Recuerda siempre esas noches
cuando en calma me paseaba
buscando en ti un cariño.

Ni en mi mente tus camelias,
ni en tu aroma el mío herido.
Apestando a compañía
ya que sola no has estado,
mi “no estar” lo ha permitido.

Te frecuentaba por eso
a la ausencia de otros hombres,
sin mermar cortejo ajeno
Pa’ que sepas que soy noble,
y que volveré algún día
a tu extensión galicina.

Dentro del confusionario
volveré a ti plaza de armas.

II
Dentro del confusionario
dos amantes se alborotan.

No se besan, no se tocan.
Se ahorran caricias diurnas,
se miran mirando nada.
El no verse los protege
de una tradición resabia.

La puta babilonia
acecha enojada al amor.
Amarilla en la esquina,
purificada en mentiras,
buscando la culpa en el hombre.

Sobrellevando el asecho
los amantes se comparten.
Compartiendo un mismo sexo,
reflejándose soledad.
Cachitos chicos de sufrir.

La santa madre amarilla
no los deja transgredirse.
Frontera de labios finos,
mano cerrada al cariño,
madre, no los dejas volar.

Tampoco tu sombra hará
el trabajo de tus cruces,
tu presencia ya no basta,
fantasma del pasado eres,
fuiste, no volverás, arde.

Arde viendo al amante
pedir un abrazo oculto,
recibirlo con la boca,
devolverlo con sus ojos.
El amor pájaro astuto
de tu azote se ha librado.

Dentro del confusionario,
la capilla de él eres tú.

III
Dentro del confusionario,
el tiempo se petrifica.

El agua escurre del suelo
regando los cielos grises.
Verdosos y aconcretadas
nubes abrazan al pasto,
que basto, apenas se acuerda.

Aquí un cura se descubre
dorado tamaño tenue.
Reducido y subversivo,
su lucha ahora es olvido,
pelea por ser recordado.

Estridente ver soleda’,
Es tridente, verso le da.
Germinado de Neptuno,
la fuente a mares aplaca
mansa, mansa queda a chorros.

Osando un suelo divino,
la memoria se encañona,
Tonelaje secular
pernoctando expuesta al alba.
A nada tirando eterna.

De plumas color escama
piedra que no hace justicia,
Dios padre de una piel cobre,
viperina ave caza almas,
Madre España la suplanta.

Entonces níveo reposo
unifica a Libia al suelo,
presente de otro almanaque.
Descanso regaló oriente,
pagó con refugio el yermo,
al extraño en el desierto.

Dentro del confusionario
la efigie hidrata el recuerdo.

IV
Dentro del confusionario
se ilumina un oscuro ángel.

Y es tatuado en tonos sepia
por el crepuscular cielo,
anaranjando pasillos,
llorando luces ocaso,
pierde lento su obscuro hito.

Obstruida, en comunión
la luz contra el viento opaco,
modela una silueta astral,
como quien estrella un lago
lastrando el secreto estelar.

Ángel fugado en silencio,
la mullida imagen negra
expoliada de sus brillos,
atada ahora al oropel
de una tristeza solar.

Una idea arrodillada
al límine de tus ojos,
como accediendo a un beso,
beso que nunca ha pasado,
casi imaginado y frio.

Ahora el beso y el ángel
vertiginosos ascienden,
cantando en enoquiano al sol,
cuya ausencia brinda alea
al noctívago lucero.

Los faroles Marcharán,
y tu luna hoy no está abierta,
prostituye tus visiones
en mis luces polvorientas,
al final con tinta china
escríbeme una noche ideal.

Dentro del confusionario
hay un oscuro esclarecido.

V
Dentro del confusionario
pocas veces he salido.

Y al escapar sin quererlo,
vagando en camino inerte,
alejándome descubro
que a mi suerte he de retornar,
escapar es enancarse.

Pues tu superficie es ínfima,
pero tu espacio infinito.
Por ello en ti me deslizo
veleidoso, sin el tiempo
suficiente, pero el justo.

A sabiendas de mi dicha,
ocupando la extensión
que amable ofreces, me calmo…
Y en el aire de tu andador
paseo un albur de idilio.

Caigo en cuenta del tugurio
que para mí es el abrazo
arrancado de ese manto,
tú entiendes, esa cascada
azabache hundida en sueños.

Y sin haberte ocupado
me declaro tu habitante,
pues si muero he de regresar.
Con mi cuerpo a ser rescoldo
o mí alma en ti a penar álgida.

Oriundo de tu efélide,
a tus pieles pertenezco,
tú mi disímbolo
a cualquier otra odalisca.
Inconquistable terreno
de la calipedia fruto.

Dentro del confusionario


mujer, tu cuerpo es mi epónimo.

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