Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

8 mar 2015

La levedad de ser insoportable

Por: Katia Sánchez Ortega



Hablando en voz baja, Caterina y Emilia se esconden en la biblioteca. Lo único casi escuchable:
-Espero, con ansia, escuchar lo que te responderá cuando lo sepa.
Nunca lo supo.

Dice una carta temblando en las manos de Emilia:

A tu levedad de ser insoportable:
Has de saber que ésta será una de las pocas veces que te escribiré, y que lo sabrás. He intentado por medio de métodos inútiles, recordar qué éramos, antes de volvernos tan ajenos. No sé nada seguro de ti, no tengo una visión permanente de ti; lo único intransigente que puedo conocerte, es que yo te soy incondicional. He hablado a través de ti, he sabido a través de ti.
Tú eres lengua y aroma, no un montón de silencios y turbias miradas. Transitas en una cierta ruta por mi subconsciente: de la imagen al relato, del relato a la presencia, de la presencia a la idea, de la idea a la duda, de la duda al pensamiento, del pensamiento a la historia, de la historia a la realidad, de la realidad al recuerdo y del recuerdo al olvido. De forma eterna permaneces. Convocas impaciencia, caligrafía dormida, incertidumbre profunda, recia, tranquila.
Yo no te debo nada, me has dado cosas sin tu consentimiento. No te las devolveré. Debería pues, darte las gracias, por los tactos y contactos lejanos, por las palabras sordas, por las sonrisas flacas, por los deseos vacíos, los golpes izquierdos, oídos mudos, por tu ausencia ridículamente amorosa.
Te he querido más de lo que debería y menos de lo que me apetece. Hasta estos tiempos, sólo desconocidos. Hasta después de los mismos, si me lo permites y me correspondes por lo menos la cuarta parte de lo que he llegado a sentir, humanos amigos amantes.
Te espero hasta que salga mi vuelo. NO llegues tarde.
Atte.: Tristán  

Ésta fue la declaración que Tristán, había escrito sin destinatario. Confiando en Caterina, la dejó en sus manos.

Tristán:
Has de saber que ésta será la única carta que recibirás de mí. Siento que confundas mi comportamiento, como algo más, te pido disculpas si llegaste a pensar que te correspondería. Hasta entonces, sólo desconocidos. Nos vemos del otro lado de la ciudad.
Atte.: Emilia

Y en el arte más humanamente ruin que se puede esperar de alguien, un hombro amigo de una Caterina casi enfermiza, fue lo único que Tristán pudo ver todo el verano.
Emilia, siempre esperó a que se separaban, pero por alguna extraña razón, nunca lo hicieron, y por otra aún más extraña ella siguió en contacto con los dos.
Qué manera más brutal de vivir, a punto de perder  su espíritu y siempre ganando más realidad.
Fueron los años sin júbilo ni felicidad que le dieron a Emilia un poco más de paz. Un vacío sonámbulo de un Tristán fallecido,  le proporcionó una muerte habitable.
Y una última carta de remitente Caterina, hizo que colapsara en los rincones más vivos de su ser:

Estimada Emilia:
Hace ya algunos años sin saber de ti, desde la muerte de Tristán. Siento mucho haberte corrido de su funeral, pero me afectaba tu presencia, nunca superé esa relación tan pura que ustedes tenían, aun cuando yo estaba junto a los dos.
Estoy ya un poco muerta, ya me han alcanzado mis errores, de la manera más cruel que se puede esperar, una soledad casi infinita y total.
Yo no sé cómo es que pudiste aguantar mi relación con él. Siempre lo supe, eras la más fuerte de los tres.
Espero que un día me llegues a perdonar, pero Emilia, hice una carta intermedia con tu nombre como remitente hacia él. Aquella carta que te enseñé escrita por Tristán, era para ti.

Atte.: Caterina

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