Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

20 ene 2014

El gato de ojos verdes y bigotes blancos


Por: Ivonne Fabila García



Había una vez un gato negro con las patas, la panza y los bigotes blancos. Ojos verdes y algo flaco. Se llamaba Merlín. Vivía a las orillas de la ciudad, en un callejón, donde habitaban muchos gatos, unos grandes, otros chicos, gordos, flacos, rayados, pintos y más, que en las noches buscan socializar.

Merlín tenía muchos años viviendo ahí, desde su niñez. Conocía la zona con exactitud y también sabía cómo eran las cosas ahí. Los gatos del callejón lo respetaban por su prestigio. Pero a pesar de eso quería mudarse a otro vecindario en la ciudad, uno lujoso y de re nombre. Él quería lucir como gato de alta sociedad. No era tan fácil salir del callejón. Por un lado, había gatos envidiosos que no les gustaba ver que otro gato tuviera mejores cosas que las suyas y obstaculizaban su salida. Y por otro, a los gatos de lujo no les gustaban que los gatos precarios se mezclaran con ellos.

Este gato de bigotes blancos comenzó a compartir con algunos amigos sus ideas de buscar otro lugar donde vivir, diferente del callejón. Era fácil pensar que desistiría, pues sus amigos sólo le hablaban de los problemas que podría tener al intentarlo. Así que decidió dejar de platicar de eso con cualquier otro gato y mantener sus sueños en secreto.

Un  día muy temprano en la mañana salió del callejón para ir a explorar nuevas zonas de la ciudad. A esa hora, la mayoría de los gatos ya habían regresado a dormir. Ese primer día no fue muy lejos, estaba asustado. Era la primera vez que salía.

Sus salidas comenzaron a ser frecuentes y cada día llegaba más lejos.

Ahora dormía mucho por las noches y los gatos del callejón comenzaron a preguntarse qué era lo que estaba pasando con Merlín. Sus amigos se preocupaban, pues pensaban que podía estar enfermo. Pero los gatos que controlaban el dominio, recordaron sus inquietudes en donde mencionaba el salir del territorio en busca de nuevos horizontes. Lo cual no les agrado y mandaron a dos gatos a que lo espiaran. Así, sin darse cuenta, en la siguiente salida del gato de los ojos verdes, los dos gatos asignados lo espiaron y notaron que salía del callejón. Mas no lo siguieron, sólo fueron con el chisme al jefe, quién se enfureció, pues este gato estaba poniendo un mal ejemplo a todos los demás y temió que los otros lo siguieran.

Mientras tanto, Merlín hacía ya un par de días que había encontrado el vecindario ideal donde le gustaría vivir: un lugar espacioso, con calles limpias, jardines con flores, casas grandes y bonitas. Había uno que otro perro, pero no le vio problema, pues en general eran pequeños que, con correa, sólo los sacaban a pasear sus dueños.

El vecindario no era como el callejón: donde había cajas, pequeños espacios cubiertos por diferentes materiales como telas, cartón, o incluso alguna lata en donde los gatos usualmente hacían sus casas. Este lugar era tan limpio y ordenado que no encontraba ni un rinconcito en donde habitar.

Ya conociendo mejor esta nueva zona, por fin decidió visitarlo de noche, para ver cómo eran los gatos que poblaban ahí. Quizás hasta preguntarles si ellos sabían en dónde podría encontrar un lugar en donde vivir.

Esa noche Merlín salió rumbo al nuevo vecindario, sin darse cuenta que lo seguían los dos gatos que había mandado el jefe del callejón. Sólo que estos gatos que lo seguían decidieron regresar a la mitad del camino, pues se sintieron asustados por la lejanía del lugar a donde se dirigía el gato de los ojos verdes, además ellos tampoco habían salido del callejón con anterioridad. Entre otras cosas también los asustaba el bullicio de la ciudad, los carros a alta velocidad y el ladrido de los perros grandes.  

Merlín llego lleno de ilusiones y esperanzas, al lugar en el que pensó sería su nueva morada, pero los gatos del vecindario no lo recibieron con los brazos abiertos como él esperaba, por el contrario, se unieron entre ellos armando una gran pelea, ya que no les gustaba que gatos de callejón invadieran su preciado territorio. Los maullidos se escuchaban desde lejos. Obviamente, entre tantos gatos, Merlín llevaba las de perder. Quedó tirado a una orilla de la calle, mal herido y casi sin poderse mover contempló la salida del sol. Incluso pensó que sería la última vez que lo vería.

Un poco más tarde, esa misma mañana, salió una señora de su casa a sacar la basura, cuando vio al pobre gato mal herido y sin pensarlo lo levantó y curó sus heridas. Cuido de él hasta que se recuperó.

La señora adoptó a Merlín, lo atendía y mimaba. El afecto era mutuo, aunque ella le cambio el nombre a “Suertudo”, pero a él eso no le molestaba.

Los gatos del vecindario, al ver que fue adoptado poco a poco lo han ido aceptando.
Ahora después del trágico suceso y gracias a la bondadosa señora, el gato de los ojos verdes y bigotes blancos vive feliz en un nuevo y verdadero hogar, en el vecindario que algún día había soñado.

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