¿Para qué quieres volar?
Por: Gonzalo De la Torre Amaya
En cuanto cierra la puerta, suspira aliviada. Ya no hay más peligro en su cuarto; su refugio. Hace mucho tiempo que no tenía un día así de difícil; sin embargo, ahora estaba en casa y no tendrá que ver a ese profesor hasta que el fin de semana termine. Tira en el escritorio los papeles que cargaba y se deja caer en la cama.
Su habitación es la única ordenada de la casa. Todos los pares de zapatos están acomodados por colores; los lápices de maquillaje clasificados desde sus favoritos hasta los apenas toca; las joyas que le heredó su madre están guardadas en el más alto de los cajones, justo arriba de donde viven los libros de cuentos que su padre le leía todas las noches antes de quedarse dormida.
“¡Jimena!” gritó desde abajo su abue “¡Les dejé a ti y a Larisa un pedazo de tarta de atún en el horno, por si tienes hambre!”, pero ella apenas se está limpiando las lágrimas que recorrían apresuradas su ancha mejilla. Lo menos que quería en ese momento era bajar para compartir mesa solamente con la esposa de su abuelo; la última persona con la que le gustaría compartirle lo ocurrido en la mañana con el profesor Braulio.
Toca la puerta súbitamente “¿Qué pasa mi niña? ¿Todo bien?” pregunta. “Todo bien abue, muchas gracias”. Entra al cuarto sin permiso alguno. “Recuerda que ningún mal puede ser ocultado de tu familia”. Las palabras de su abuelo le hicieron recordar aquellas risas que soltaban sus compañeros sin compasión alguna. Helados escalofríos que subieron desde los pies hasta la cabeza que le explotaba a causa del eco de las burlas que hacían sus compañeros. No dos, sino tres o más comparñeros grabando la escena con sus celulares sin ser regañados por el profesor.
“A mi sólo se le ocurrió contarles de mi idea” le cuenta Jimena a su abue. “Ah, ya. La nave impulsada por energía nuclear, ¿no?” Jimena asiente sin despegar la mirada del suelo. “Pero el profesor me dijo que no. Que lo único para lo que me serviría la nave sería para que me lleve con la nutrióloga a pedirle reembolso porque según él que disque ya estoy volviendo a engordar” Un silencio se apodera de la habitación. El abuelo paralizado por el relato, y Jimena sin ánimos de contarle todos los detalles.
“¿Y para qué quieres volar, mi niña?” Jimena le contó aquella frase con la que terminaba un cuento que salió de la hábil boca para contar historias de su padre, hace ya muchos años. “...y el viajero espacial miró a su alrededor. Sonrió y se despidió. Su acto seguido fue contemplar las estrellas. Ese era el único límite. No importaba cuánta gente buena o mala se quedaba en el mundo, él estaría a salvo entre los lejanos astros...”.
Escrito por: Gonzalo De la Torre Amaya
Inspirado en los personajes de: Jaime Antonio Rocha Zapata
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