Por: Felipe de la Rosa
Rivera
Se
acongojan las nubes
con lamentos de mares,
con
lágrimas que labran de la tierra
las venas.
Y a mí
que se me enquistan en los ojos las penas,
acalladas
se engrudan bajo minas de sales.
En
candores cerúleos se acunan
sosegadas,
entre
mimos de céfiros
restregando el ayer.
Y a mí
que en ansiedades me asoma el fenecer;
endurecida
el alma, del todo abandonada.
De
fulgores de soles los cuerpos engalanan;
Y a mí
que se me incitan los placeres que engañan;
furtivos me guarnecen en los falsos fracasos,
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