Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

10 dic 2015

Tiempos transcurridos

                                                  Por: Alexis Guerrero Lomelí

Había salido con 6 minutos de retraso hacia el metro. Pero no había nada que pudiera impedir a esos Nike azules y su trote veloz llegar a tiempo antes que la línea saliera. El regordete policía, escoltaba ya, a la última persona a bordo del transporte.

Al cabo de unos pasos más y una zancada más larga, estaba dentro. Lo había logrado. Bocanada a bocanada recuperaba el aliento que le había entregado al camino, que pronto desaparecía tras esa puerta cerrada y la velocidad con que avanzaba el vagón.

Con música alta en sus oídos, estremecía centímetro a centímetro sus piernas delgadas y las hacía tiritar en son de compases. Había olvidado el lugar en el que estaba y se profundizo en el intrínseco campo deshabitado de su mente. Algo le hizo volver y dio una rondada al vagón con la mirada para ver que nadie se había transmutado como él, ni aquella señora anciana que se aferraba a su bastón con las dos manos. Al fondo del vagón un sujeto leía un libro: “Tiempos Transcurridos” tenía la portada. Sus ojos navegaron en el ancho vagón, mientras su mente se hundía en el mar de ese título.

Un verde muy chillón se alzaba por sobre todos al otro lado de la ventanilla, con la ceja arqueada y una reacción expectante detuvo el divagar de aquel chico. Era el encuentro de la manecilla de hora con el segundero, que se tocaban tan frágil y rápido dando vida a la oportuna pasión que hay en ese roce.

El filo de la espada se había blandido. Una danza en el viento. Nadie parecía ceder en ese intenso toque de miradas y aun que delicados los suyos, destellaban firmeza como hojas en primavera agitadas por el viento. Silencioso fue el rubor que se hizo presente, uno de los dos perdía el duelo y bajaba la mirada en paz.

El altavoz enunciando la estación aparecía tan inoportuno que degolló el momento de forma abrupta. Ambas miradas de pronto tímidas, analizaban el espacio buscando un hueco que ocultara el cálido efecto de ese duelo.

Tras una puerta cerrada. En ella se asomaba cautiva una mirada por la rabilla del ojo, que le iba encontrando despacio al mismo tiempo en que él, aunque torpe, miraba con más brusquedad haciendo notar sus pómulos rojos.

El juego volvía a reanudarse lento con caricias aún más sutiles que se iban volviendo besos, sin que ambos pudieran tocarse. Una y otra vez tras las estaciones, se pronunciaban las miradas más sagaces y brillantes en sus ojos.

Pero el segundero estaba a punto de terminar su roce de pasión. El tiempo deforme ya se había detenido mucho ante ellos y una parada más, debía ser la definitiva. El corazón le iba a mil por hora, casi a la misma velocidad con que avanzaba el metro.


Un sonido más fuerte se presentaba. Las puertas abiertas eran su oportunidad. Un movimiento que se extendía desde sus muslos lo impulso para salir tras un titubeo que casi le arrancaba la vida. Exaltado por salir y tomarla, miro atrás, pero ya no encontró nada. Había desaparecido.

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