Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

1 dic 2016

105 motivos para matar a Sofía

Celina María Alfaro Pérez Molphe

Siento ahogarme en este lugar, que no llamaría hogar, puedo pensar en miles de significados que darle a la casa donde vivo y siempre el más cercano será sinónimo de prisión. Me quiere deshacer, habito más cerca del infierno que de la tierra y me rompo cada que abro los ojos y pienso que hay un día más que tengo que vivir, mi cobardía es mi peor debilidad.

Necesito salir, huir de todo lo que me hace o se me esfumará la vida, temo en quien me convierte este horrible espacio y el miedo que me inunda cuando aparece frente a mi un desconocido al mirarme al espejo me hace odiar a esa maldita...
Sé que mis ilusiones de escapar no son más que una utopía a la que ni me acerco, la sombra de este lugar se ha enredado en mi cuerpo y sé que me perseguirá el resto de mi vida como si fuera un castigo; hogar son palabras extrañas para mí y siento mi lengua dormirse al intentar pronunciarlas como si intentara protegerme de ellas; deseó borrar mi memoria y que escapen los recuerdos desde el inicio de mi vida aquí o al menos desde el momento en que nació Sofía.
Sofía, otra palabra que sabe extraño, un nombre inadecuado para mi hermana que es todo menos inteligente, pareciera que la sabiduría se le escapó al nacer y le dejó como obsequio un horrible castigo ¿o será que su especie no es reconocida por ser inteligente? Mi hermana extraterrestre.
No es tonta, la palabra correcta sería llamarla ingenua, un ser de otro mundo o al menos la mitad de su rostro que no pertenece a la tierra, un poco más de otro planeta y algunos días solo puedo mirarla con aberración, siento asco de mis pensamientos, de cómo Sofía y su cara de plastilina derretida pueden lograr que me llene de odio y de sensaciones oscuras cercanas a la muerte.
¿A quién debo tenerle rencor? Será al mundo que me moldeó para no apreciar todo lo bueno de Sofía porque parece una carcasa de lo que alguna vez fue alguien o a aquellos que me dieron una hermana defectuosa.
Temo el rumbo que mi mente toma, corriendo hacia la locura hasta poder acariciarla, hacerle el amor y dejarme manipular por ella, y mis pensamientos al final del día siempre regresan a Sofía, sea de una u otra manera, buenos o malos, de vida o muerte, pero ninguno con una pizca de sanidad. ¿Será mejor pensar en mi hermana como un extraterrestre que como defectuosa? Porque escucho a mi madre llamarla así como si lo que afectara a Sofía fuera sordera y no la deformidad que me causa arcadas inconscientes.
En este momento puedo escuchar a lo lejos como murmura Rebeca y no quiero más que cocerle la boca, que guarde silencio, por un minuto que cierre la boca y ese sonido que sale de ella retumba en mi cabeza como martillazos. Rebeca y no madre, no merece el título, nosotros la matamos, yo y Sofía, le succionamos la vida como parásitos; lo sé por como pronuncia mi nombre, como si le diera asco la simple idea que pude salir de su interior; y si somos un castigo Sofía sería el mejor ejemplo; la imagen perfecta de cómo se vería su alma, deforme, derretida. Mi padre no es mejor, el epítome de la mala suerte y los monosílabos, con brazos de territorio desconocido y ojos rendidos, más un reflejo que un ser.
Puedo decir con seguridad que me muestro como una persona promedio, casi invisible, si desapareciera nadie me extrañaría; es probable que solo Sofía, a quien todos miran con una asquerosa curiosidad, es incómodo pero tranquilizante saber que no soy el único que mira a Sofía.
¿Existirá alguna razón que me moleste que ajenos miren a mi hermana de la misma forma en que lo hago yo?
Hay noches, en las que mi mente toma lo mejor de mí, en que pienso que me llevo a Sofía, utópicos pensamientos en los que su rostro no es más que uno del montón y los dos podemos ser felices. Nunca duran, siempre se rompen como el cristal ¿Qué haría a mis 17 con alguien de doce? ¿observarla? Esa niña extraterrestre, ilusa y torpe. ¿Quién soy yo como para creer que puedo salvarla? ¿Será que deseo salvarme yo? ¿Dejar de ser este engendro en el que Sofía me convierte?
Odio a Sofía más que a mis padres porque es más fácil culparla a ella que carga con su inocencia a piel viva, como si la quemara y ella lo disfrutara; como si le extasiara la espina que crea dentro de mí con su nombre y estruja mi corazón, pudriéndolo con sucios pensamientos de ira y desesperación que me transforman en quien no soy.
¿Qué clase de titiritero experto es ella que hace nacer dentro de mí monstruosos deseos?
La quiero pero detesto cada pizca de su existencia, cuando recuerdo como se acerca a mí y balbucea mi nombre como juguete roto, ’Abel’ Abel’ y yo la veo con una morbosa fascinación pues es porque debo sentir algo más que odio por ella.
No puedo recordar cuanto tiempo llevo molesto.
Me gustaría asfixiar a Sofía y despojarla de su miserable vida que mejor hubiera sido que naciera muerta, sería de mi parte un acto de bondad romper con su estúpida realidad que se sonríe como si nunca se hubiera visto en un espejo.
Uno de los recuerdos que más abruman mi mente es de mis diez años, cuando dejaba detrás mi niñez y tomaba de la mano al rencor; en mi delicada y quebrantable inocencia pensé en ayudar a Sofía, me dije que si le enderezaba el rostro las cosas mejorarían; tome la cinta adhesiva y con un poco de asco comencé a colocarla en su rostro. El resultado aún me causa pesadillas, esa sonrisa torcida y maliciosa que creé, si yo no era un artista y mucho menos un dios como para creer que podía lograr algo. Aún siento vergüenza ¿qué me creía? Ahora le diría a mi joven ser que con esas manos no podría causar más que dolor.
Mis calificaciones han bajado estos últimos meses, lo mejor sería dejar la escuela, demostrarle piedad a Sofía y largarme de esta casa ¿realmente no aprendo nada? ¿de verdad pienso que podría lograr más que sellar mi destino?
¿Seré yo más monstruo que ella por pensar así?
Es inevitable cargar la sombra de una muerte piadosa entre mis dedos cuando puedo observar la perversión que es mi hermana en las miradas ajenas, similar a la que aparece en el mío cuando ella no me puede ver y eso me enferma.
Mis manos dudan cada que ella me pide que peine su cabello o que pinte sus uñas, cuando exige historias nocturnas para poder dormir y murmura mi nombre como si fuera la respuesta a los secretos que esconde la vida, como si mi existencia junto a la de ella fuera suficiente; es doloroso, mi garganta se cierra y me doy cuenta de la aberración que se esconde en mi interior igual que la de Rebeca cuando al ver a Sofía solo pensaba en su muerte y en mi consiguiente libertad.
No recuerdo la última vez que hice más que mirar a Sofía, una respuesta a mi dolor de cuello, el mantener la mirada baja y sé que pronto necesitaré lentes, consecuencia de genética, como si mis padres no hubieran jodido mi vida lo suficiente ¿O habrá sido por mirar tanto a Sofía?
Sofía, Sofía, Sofía, uno no debería pasar tanto tiempo pensando en su hermana.

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