Stephanie N. Juárez Rodríguez
Carla, sola en el mundo, con la única compañía de Fausto su abuelo, pasaba
mucho tiempo atendiéndolo y leyéndole historias.
Un día, mientras Carla buscaba un nuevo libro
que leerle, encontró una caja con una gran cantidad de estos, que eran los que le contaba su abuelo cuando ella
estaba pequeña, emocionada decidió buscar el que más les gustaba.
Cuando lo encontró, no podía dejar de recordar todo los momentos vividos con su abuelo, imágenes
de su infancia le llegaban por todas partes, “tanto tiempo, tantas cosas
juntos, no logro imaginar que un día no esté a mi lado”- pensaba mientras los
ojos se le rosaban, pues a su a vuelo le quedaba poco tiempo de vida.
Mientras hojeaba el libro, de repente, entre unas
páginas se encontró con una carta que tenía su nombre, sorprendida comenzó a
leerla
Para mi querida Carla
Mi amor hoy cumples 18 años, ya eres toda una mujercita, y lo único que
quiero es seguir contándote estas historias de aventuras que tanto te gustan,
esas que no le hacen daño a nadie, pero hija la historia que tengo que contarte
no es de tesoros ni misiones, esta es la historia de tu vida, de tu realidad,
de la realidad que este viejo no ha podido contarte por miedo, a que sepas que
tu verdadero padre soy yo, ¡sí! este anciano que aparte de viejo es cobarde y
nunca quiso que supieras la verdad.
¡Ah! Hija, solo quiero que sepas que lo siento mucho, eres lo que más
quiero en este mundo, espero puedas perdonarme algún día.
Ella, se quedo inmóvil por un momento, solo miraba la carta, “siempre lo
creí un hombre valiente, honesto, pensé que éramos confidentes”- dijo, mientras sentía una profunda tristeza.
Mientras se limpiaba las lágrimas, tomo la carta, la coloco de nuevo en
el libro y salió del cuarto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario