Carlos Armando López González
Sabía que estaba perdida. Aquel
terrible se lo hacía saber, sólo podía ver el reflejo de una mujer confundida y
triste, desdibujada entre lágrimas que corrían no sólo el maquillaje, sino
también las ilusiones que alimentaban el amor y su juventud.
Hoy estaba frente a ella la
mujer a la que tanto temía. No había vuelta atrás, había que huir para escapar
de la melancolía y muerte de su propio ser.
Pronto tendría que marchar; en
su maleta no sólo estaban sus sueños, sino también la esperanza de marchar
hacia un buen fin, de escapar hacia la felicidad.
Sólo su lento caminar daba
un espasmo de vida a la lúgubre habitación donde, por tan poco tiempo, había
compartido existencia con su amado Nicolás.
La pureza, la blanca ropa,
el vestido del alma, su ser, estaban ya dentro de aquella pesada maleta, de
aquel lastre que hacia aún más lento y doloroso el camino por la vida buscando
una salida. Una vida distinta estaba cerca, por eso la importancia de vaciar
aquellos cajones donde la intimidad alguna vez estuvo escondida.
Sacó de aquel viejo cajón el
blanco vestido que la adornaba aquel día en que entregó su ser a alguien más
con la esperanza de ser distinta, con la esperanza de ser feliz.
De aquel pálido ropaje cayó,
como si fuera una señal del cielo, un colorido sobre remitido por “la persona
que más te quiere”. Aquella carta nunca había sido leída, no por pereza o falta
de tiempo, sino por el miedo a lo desconocido, miedo a saber que el final
estaba cerca.
La búsqueda de respuestas la
hizo romper aquel sobre, sintió tras de sí aquel pesar, aquella presencia que
por tanto tiempo la había perseguido, la sombra que la empujaba al abismo de la
perdición.
5 de octubre de 1945
Kazán, Rusia.
Amada Anna:
Hace tanto tiempo de mi regreso y aún me
persigue aquella ansiedad propia del campo de batalla, me siento perdido, como
si ya no perteneciera más a esta realidad. El doctor supone que se trata de un
cuadro de neurosis, pero yo no lo creo, esto va más allá de la ciencia y el
entendimiento de un médico. Sé que estoy perdido, me falta algo, no sólo mi
pierna, sino también un trozo de mi alma.
Sólo tu presencia, tu esperanza me ha
dado la suficiente fuerza para seguir dentro de una realidad en la cual no
existe ya el sentido.
Hoy quiero pedirte perdón por ser un
lastre para tus sueños, te pido perdón por el tiempo que invertiste en esperar
mi regreso, no sabes la pena que siento por verte sufrir, por ver los esfuerzos
que haces para servir a un ser incompleto, perdón por el llanto que te escucho
derramar cada noche tras la puerta.
Es tan difícil comprender que la mujer a
la que tanto amo se haya calcinado junto a los campos alemanes. No quiero que
me malinterpretes, te sigo amando, pero ahora todo es distinto, ahora te tengo,
te escucho, te siento, pero esto es tan diferente al anhelo que significabas,
al motor vital en que te convertiste. Como una fotografía te congelaste en el
tiempo. Ya no eres la misma.
Mi existencia no encuentra ya ningún
motivo para continuar, me es difícil comprender una realidad a la cual ya no
pertenezco. Mi misión está cumplida, te dejo para que seas feliz, para que no
pierdas tu tiempo con un inútil fantasioso.
Hasta siempre, querida, No me olvides
nunca, recuerda mirar hacia adelante y que nada detenga tu camino.
Te amo, la libertad me espera.
Cpt. Ivan Stanikov
Un escalofrío se separó de
su cuerpo, era como si aquella presencia se apartara en silencio. Al limpiar
las lágrimas pudo levantar su mirada hacia el espejo, ahora podía ver más allá
de la mujer destrozada que había en él, ahora podía ver su propio se frente a
ella. Era consciente de su existencia, podía ver a la joven mujer que aspiraba
a la grandeza.
Tomó su maleta, sabía que la
felicidad estaba a unos pocos metros y tenía que ir tras de ella antes de que
sea tarde.
Caminó hacia la puerta y
miró a Nicolás como si fuera la primera vez. Acercó su sonrisa a su frente y lo
besó con tanta ternura, aferrándose a él cual niña pequeña.
Se sentía tranquila y
segura, Nicolás la envolvía en sus brazos y brillaba con la luz que sólo el ser
amado puede ofrecer. La felicidad estaba ahí y era deber de ambos construirla
para no perder el amor, la esperanza y las ilusiones nunca más.
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