Es una ventana por la cual descubrimos la posibilidad de nuevos mundos narrativos. Son escrituras que experimentan con emociones figuradas desde el relato.

Taller de expresión escrita. Facilitadora: Margarita Díaz de León Ibarra

7 may 2015

La tranquilidad de vivir juntos


                                                        Carlos Armando López González

Sabía que estaba perdida. Aquel terrible se lo hacía saber, sólo podía ver el reflejo de una mujer confundida y triste, desdibujada entre lágrimas que corrían no sólo el maquillaje, sino también las ilusiones que alimentaban el amor y su juventud.
Hoy estaba frente a ella la mujer a la que tanto temía. No había vuelta atrás, había que huir para escapar de la melancolía y muerte de su propio ser.
Pronto tendría que marchar; en su maleta no sólo estaban sus sueños, sino también la esperanza de marchar hacia un buen fin, de escapar hacia la felicidad.
Sólo su lento caminar daba un espasmo de vida a la lúgubre habitación donde, por tan poco tiempo, había compartido existencia con su amado Nicolás.
La pureza, la blanca ropa, el vestido del alma, su ser, estaban ya dentro de aquella pesada maleta, de aquel lastre que hacia aún más lento y doloroso el camino por la vida buscando una salida. Una vida distinta estaba cerca, por eso la importancia de vaciar aquellos cajones donde la intimidad alguna vez estuvo escondida.
Sacó de aquel viejo cajón el blanco vestido que la adornaba aquel día en que entregó su ser a alguien más con la esperanza de ser distinta, con la esperanza de ser feliz.
De aquel pálido ropaje cayó, como si fuera una señal del cielo, un colorido sobre remitido por “la persona que más te quiere”. Aquella carta nunca había sido leída, no por pereza o falta de tiempo, sino por el miedo a lo desconocido, miedo a saber que el final estaba cerca.
La búsqueda de respuestas la hizo romper aquel sobre, sintió tras de sí aquel pesar, aquella presencia que por tanto tiempo la había perseguido, la sombra que la empujaba al abismo de la perdición.

5 de octubre de 1945
Kazán, Rusia.
Amada Anna:
Hace tanto tiempo de mi regreso y aún me persigue aquella ansiedad propia del campo de batalla, me siento perdido, como si ya no perteneciera más a esta realidad. El doctor supone que se trata de un cuadro de neurosis, pero yo no lo creo, esto va más allá de la ciencia y el entendimiento de un médico. Sé que estoy perdido, me falta algo, no sólo mi pierna, sino también un trozo de mi alma.  
Sólo tu presencia, tu esperanza me ha dado la suficiente fuerza para seguir dentro de una realidad en la cual no existe ya el sentido.
Hoy quiero pedirte perdón por ser un lastre para tus sueños, te pido perdón por el tiempo que invertiste en esperar mi regreso, no sabes la pena que siento por verte sufrir, por ver los esfuerzos que haces para servir a un ser incompleto, perdón por el llanto que te escucho derramar cada noche tras la puerta.
Es tan difícil comprender que la mujer a la que tanto amo se haya calcinado junto a los campos alemanes. No quiero que me malinterpretes, te sigo amando, pero ahora todo es distinto, ahora te tengo, te escucho, te siento, pero esto es tan diferente al anhelo que significabas, al motor vital en que te convertiste. Como una fotografía te congelaste en el tiempo. Ya no eres la misma.
Mi existencia no encuentra ya ningún motivo para continuar, me es difícil comprender una realidad a la cual ya no pertenezco. Mi misión está cumplida, te dejo para que seas feliz, para que no pierdas tu tiempo con un inútil fantasioso.
Hasta siempre, querida, No me olvides nunca, recuerda mirar hacia adelante y que nada detenga tu camino.
Te amo, la libertad me espera.
Cpt. Ivan Stanikov
Un escalofrío se separó de su cuerpo, era como si aquella presencia se apartara en silencio. Al limpiar las lágrimas pudo levantar su mirada hacia el espejo, ahora podía ver más allá de la mujer destrozada que había en él, ahora podía ver su propio se frente a ella. Era consciente de su existencia, podía ver a la joven mujer que aspiraba a la grandeza.
Tomó su maleta, sabía que la felicidad estaba a unos pocos metros y tenía que ir tras de ella antes de que sea tarde.
Caminó hacia la puerta y miró a Nicolás como si fuera la primera vez. Acercó su sonrisa a su frente y lo besó con tanta ternura, aferrándose a él cual niña pequeña.
Se sentía tranquila y segura, Nicolás la envolvía en sus brazos y brillaba con la luz que sólo el ser amado puede ofrecer. La felicidad estaba ahí y era deber de ambos construirla para no perder el amor, la esperanza y las ilusiones nunca más.


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