Por: Angélica Vilet
Sentada en el Jardín bajo el más frondoso de los árboles del parque, con sus ya avanzados 40 años, se hallaba Rosa, aquella tarde del mes de Abril, en las orillas de la ciudad, con la calma y quietud de un bello y tranquilo atardecer.
Sentada en el Jardín bajo el más frondoso de los árboles del parque, con sus ya avanzados 40 años, se hallaba Rosa, aquella tarde del mes de Abril, en las orillas de la ciudad, con la calma y quietud de un bello y tranquilo atardecer.
Pero
en contraste con ese paisaje tan maravilloso su corazón estaba enardecido de
coraje, no soportaba pensar todo lo que sabía y no poder decirlo. Regresaba de
pasar la tarde con su editor, habían discutido, y aún así produciría una más de
sus obras. Su machismo estaba a flor de piel. No podía soportar más esa
relación tan loca editor-pareja.
Pese
a todas las contrariedades y agitaciones de amor y de trabajo que habían venido
a perturbar su vida en estos últimos días, Rosa, con su serenidad distintiva,
aunque un poco pálida y fría, rabia y odio en su corazón, llegó a caminar al
parque, dejó caer su bolso y tomó asiento a la sombra del árbol más exótico que
encontró.
ROSA:
¡Diablos!
¿Cómo
ser feliz si tienes a tu lado un ser que te detiene en lugar de amarte?
¡Que
te encierra y te pone a trabajar?
Se queda callada.
¿Qué
debo hacer? ¿Quedarme callada? ¿Gritar?
Somos
iguales, profesiones diferentes pero nos hemos entendido.
Aunque
¡claro! ¡A veces no te soporto! Eres tan arrogante, crees que todos debemos
rendirte pleitesía, trabajar para ti, cubrirte.
Se acomoda en el pasto
Eres
el jefe, estoy de acuerdo, pero ¡Entiende! Soy tu pareja, hemos vivido juntos
por 12 años, ¿Cómo puedes tratarme de esa manera? Jajaja ¿Cuánto tiempo más
crees que podré soportar? Y mis libros…
Se queda pensativa
No
entiendo…¿Qué tiene de malo mi libro?
Grita con desesperación
y voltea a los lados
a ver si no pasaba alguien por ahí.
No
puedo olvidar cuando te conocí, aquella noche, en el bar…
Tu,
en la mesa con tus amigos y yo… yo llegué a tomar una copa sola, triste,
acongojada. Me senté en la barra, pedí…¡Ya ni recuerdo!, lo que si recuerdo es
que llegaste tu, te sentaste a mi lado, me miraste. Sentí tu presencia, me
sonreíste.
Suspiro
Pasaron
los días, nos fuimos conociendo. Salíamos al café, caminábamos por el parque,
íbamos al cine. Y al cabo de un tiempo reconocimos la inevitable conexión que
nos unía, yo amaba escribir y tu, tu amabas leer. Tenías el poder económico
para tener una casa editora, tus padres te ayudaron a ponerla y echarla a
andar, y tu supiste trabajarla. Sin embargo siempre me pregunto: ¿hubieras
podido lograrlo sin tus padres? Fueron bellos momentos, conocerte, descubrirte
y amarte.
Se queda pensando
Durante
un par de años todo fue dulce luna de miel. Pero ¡ah que estúpida fui! ¿Cómo no
pude verlo en ese momento? Si bien dicen los que saben (o sea los que lo han
vivido) ¡Que el amor es ciego! Me
gustaba sentarme en la banca a platicar contigo sobre nuestro futuro, ¡lo
imaginaba contigo! Si, ¿Cuántos hijos tendríamos? ¡Ah, ya recuerdo! Tu querías
2 y yo 4. Los imaginábamos y platicábamos largas horas sentados aquí, en este
mismo parque, ¡en éste mismo árbol!
¡Qué
dichosos éramos! No había muro que nos detuviera ¡Todo lo podíamos!
Me
mostrabas los libros que te gustaban, me leías frases de amor.
Pero…¡ajá!
¡Eres
un ca…!
¿Cómo
fui tan tonta?
¡Me
manipulaste tantos años!
Se queda callada, moviendo la cabeza,
pone las manos sobre su cabeza y hace un berrinche.
¿Cómo
quisiera regresar el tiempo? Durante mucho tiempo me mantuviste encerrada, escribiendo,
creando, escribiendo y…escribiendo, mientras tu vendías y vendías mis libros y
yo…ni cuenta me daba. Llegabas a casa con dinero y me envolvías con tu rollo.
¡Ganaste
tanto! Que yo ni cuenta me di como todo fue creciendo, abriste cuentas,
compraste la casa, ¡Tu casa! ¡Y mi cárcel! Ahí me construiste un estudio donde
me ponías a trabajar, primero toda la tarde, después toda la mañana y al final
¡hasta parte de la noche!
Se pone a caminar alrededor del árbol
¡Guau!
Me embobaste.
Nació
una pequeña, que literalmente yo cuide y eduqué, porque nunca permitiste que
fuera a la escuela. Ahí nos tuviste encerradas a las dos, ¡ni salir podíamos!
Cuando
la pequeña Ale creció, aprendió a escribir y luego, nos mantuviste encerradas a
las dos escribiendo todo el día, casi era imposible salir del estudio, me
envolvías con cualquier cosa, que me mantuviera ahí, escribiendo.
Yo
no tenía nada, ¡Sólo a mi pequeña!, renuncié a toda mi vida por ti.
¡No
te soporto! ¡No resisto más!
Lo repite con odio y se detiene frente al
árbol mirando hacia arriba.
Hoy,
la pequeña Ale tiene ya 6 años, seguimos ¡en cautiverio! me has humillado
nuevamente, por más que te rogué, mis novelas las vendes, mis historias las
cuentas, ¡no has dejado de hacerlo! Pero… ¡Por Dios!
Rodin, decía que el arte es el placer de un espíritu que
penetra en la naturaleza y descubre que también ésta tiene alma. Pero tú, ¡eres
un infeliz! No has descubierto mi alma, al contrario, la has cubierto de arena,
hasta quedar enterrada.
Pero saldré adelante, no puedo quedarme así.
Entonces se para frente
al árbol y le habla como si fuera una persona
Nunca nos casamos, nunca te juré fidelidad ni amor por siempre,
así que no rompo ninguna promesa. No se que hagas tu fuera de casa, pero
¿sabes? Ya no me interesa. Tu vida, ahora lo veo, nunca me ha pertenecido, más
bien, era de tus padres, que te dieron todo y a quienes le debes todo.
Si, lo confieso Te amé, pero eso fue ¡hace mucho tiempo!
Nos vamos, juré venganza, te dejo sin mis libros, no sé que
venderás hoy, porque cuando necesites mas novelas yo ya no estaré aquí para
ayudarte y entonces…¡A ver que haces!
Me llevo a mi pequeña, por fin saldrá a la calle.
Camina y se va al otro
lado del árbol, pero lo sigue mirando.
¡Ja! Me extrañarás y te volverás loco! Recuerdas hoy cumplimos
12 años y tu, ni cuenta te has dado. Al contrario, hemos discutido como nunca lo habías hecho. Te
dejo la puerta abierta, puedes salir, tomar tu copa, emborracharte, llorar,
gritar, yo ¡no estaré ahí!
Se aleja del árbol y mira
hacía el público
Uds. ¿Creen que yo deba quedarme? ¿No entiendo?
¿Por qué sigo dudando? Me he conformado muchos años, he
mantenido mi encierro en silencio, escribiendo como autómata novela tras novela,
haciéndolo rico, dejando las sobras para mí, he llorado tardes y tardes, he
parido a mi hija y soportado también su encierro, sola he vivido por años, sola
con mis libros, he tenido malos pensamientos de suicidio, soportando sus
engaños, sus vilezas.
¿Que esperan? Yo, débil como soy ¿Qué podía hacer?¿Pero saben?
¡Carajo! Ya basta, me voy, no tengo vergüenza, ni arrepentimiento, me utilizó por años.
Me equivoqué al elegirlo, lo sé. Pero mi vida y la de mi pequeña
sigue. Debo apresurarme o el llegará a casa.
Se marcha, deja atrás su
vida, y mira un nuevo comienzo.
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