Carlos Armando López González
A
consecuencia de las guerras élficas, Lahn es hecho prisionero y condenado a
muerte por traición en batalla al negarse a matar a un enemigo desprotegido.
Hoy está en espera de su ejecución, los minutos más cortos para una vida de por
sí joven.
En el
calabozo, Lahn reflexiona pacientemente los últimos minutos de vida, esperando
la hora del adiós.
El calabozo presenta
oscuridad, apenas alumbrada por la luz de la luna. En el medio de la pared se
presenta la señal de la trifuerza como símbolo de la hermandad élfica. A la
derecha está presente la puerta que conecta con el patio exterior de la
fortaleza, donde por órdenes del rey los prisioneros de guerra son ejecutados
ante ojos de los generales del Ejército.

(Se pone
de pie y merodea por la mazmorra) Ya no hay nadie, estoy completamente solo (comienza
a tocar la pared, para después mecer su cabellera) y no sé si ahí fuera
alguien recuerde mi existencia; el asalto a la aldea me dejó sin padres, sin
esposa, sin vida. Sólo dejó este triste vacío que nunca encontrará alivio.
Quizá siga vivo en algún recuerdo,
pero serán tan efímeros como aquellos tristes capullos que florecen al amanecer.
Desconozco el estado de mi unidad, incluso desconozco la identidad y paradero
de aquel guerrero que, por bondad, me condenó a esta celda y al incierto camino
que me espera. (Ríe con sarcasmo) Quién diría que aquel sueño terminó en esta
hermosa pesadilla, el cuerpo pesa y el alma duele, pero están son heridas que
quizá, sólo una injusta muerte sanará. El sonar de la espada, el peso del
escudo, el sueño que había impulsado mi vida termina aquí, de la manera más
triste y deshonrosa posible, (Se escucha el alardeo de la unidad militar,
es el sonido de las ballestas) frente a aquellos hombres que algún día
consideré mis amigos, y que hoy, me condenan al frío de las lanzas, al silencio
que sólo aquel que ha tenido la muerte ante sí, puede conocer.
(Camina al frente del escenario,
habla con voz suave y un ligero toque de sarcasmo) Un minuto, sólo queda un minuto para dejar mi ser, mi existencia,
mi sueños, mis amores, enterrados en el fondo de una fosa común. Voy a cambiar,
será polvo todo mi cuerpo, el tiempo será líquido y la inmortalidad tendrá un
espacio para mí en el edén de su existencia. (se escucha el rechinar de una
puerta) Alertan mi presencia, la hora ha llegado, la vida se escapa y
sólo el soplo del corazón ha venido a decir adiós. (Suspira, habla con tristeza) El largo suspiro del tiempo ha
comenzado su exhalación, afiladores de cuchillos preparan ya mi despidida (Dice
con alegría) ¡Vamos!
(La puerta se cierra, se escucha el caminar hacia el fondo del escenario,
para concluir con el sonido de las ballestas y un cuerpo cayendo al suelo con
un sonido seco).
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