por: Carlos Francisco Grimaldo Alcántara
Samuel
ha comprendido que es la medida de todas las cosas, pero al mismo tiempo es
medido por todo en cuanto le rodea. Y sin embargo no conoce aún lo suficiente
como para entenderse a sí mismo, aún mantiene un vacío que le motiva a
descubrir nuevos rumbos y motivos.
Camina
tan despreocupado de sí mismo por el pueblo, pero siempre va pensando en
aquellos que son importantes en su vida, procurando su bienestar. Con una motivación
de ayudar, Samuel siempre avanzando, aunque sin mucho para ofrecer, solo un
poco de fuerza y cabeza.
Espera
siempre el mejor momento y el tiempo adecuado para hacer las cosas, sobre todo
las importantes, las que marcan diferencia en la vida diaria, mesurado y algo antipático,
Samuel va de aquí hacia allá sin rumbo más que el deseado por Roma. Perdurar en
la memoria, un objetivo difícil para cualquier mortal, sin embargo para Samuel
ya no es más, pues un súper-hombre, naciendo en su ser, ni siquiera matar a
dios tiene que; solo destrozar sus propios límites en ideas.
Lo
acepta y lo destruye, Samuel es como cualquier otro y nada lo diferencia, solo
que lo ha comprendido bastante bien, incuestionablemente evoluciona en su ser. Por
fin ha perdido todo miedo, habitando en la única frontera, animal, bestia,
hombre o humano, como cualquier otro ha conseguido y se significa a placer.
Se
ha manifestado solido por fuera como un gran trozo de mármol, suave y movedizo
como la arena por dentro, que con el calor adecuado se endurece tanto;
hermetismo adecuado, a nadie parece importarle, da igual, no es miserable, pues
aunque parece ser un lobo solitario, cuando el animal está herido, con la
manada se alimentará.
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