Por: Katia
Sánchez Ortega
Ausente
y nunca peripuesta, casi apática en los discursos argumentativos ajenos, en los
disturbios protestantes mundiales y en las gentes. Julia ha desarrollado un
mecanismo de defensa invisible, para que, con la intención de que no sea
saqueada, invadida, transformada, se sumerja en los límites de sus inquietudes
mentales, perpetuas. No es criatura; individuo, mortal, un supuesto inteligente
con físico aparente, sin religión, tampoco oración.
De
supuesta carne ocre, que alberga lunares en las mejores partes de su anatomía.
Anatomía que muestra unas caderas pronunciadas, pertenecientes a unos muslos
desproporcionados a unos tobillos escuálidos. Escuálidos como los hombros
caídos, de donde emergen una clavículas prematuras al inhalar oxígeno, humos,
tierras húmedas. Húmedas como sus manos, siempre llorando presencias,
extrañando ausencias, buscando otras manos, aunque estén en otros planos,
secos. Resecos, como los labios que aumentaban su capacidad de comunicación y
que manifiestan un lunar, cuyo tamaño va más allá de lo esperado, que atribuye
a su aspecto, rasgos burdos, recios. Recio como su ceño fruncido a la hora de
caminar, marcando un compás entre unas cejas calvas y una nariz, sede de una
perforación en ruinas. Arruinados, como sus ojos pequeños, portadores de unos
lentes, protectores de cualquier contacto visual, progenitores de una capacidad
de asombro moribunda.
Portadora
de una melancolía imperceptible, se vuelve frágil, a instantes, y siente náuseas,
en los brusco, lo horrible, lo grotesco, lo cursi, lo inútil, lo amable (del
verbo amar), lo ridículo, la fe, lo precioso, lo elegante, lo indiferente, lo
solitario y lo social, lo erótico y lo frívolo; se sumerge, lo sufre y se
desprende, se voltea y se controla, juzgando circunstancias, momentos, atentos
a tiempos.
Constante
se adiestra Julia, voluntariamente, libre, sin acudir a alguien. Demuestra la
inocencia perdida en algún tipo de esfuerzo por obtener talento artístico.
Anhela obtener un mundo en el que nunca ha vivido, rompiendo la estabilidad de
su zona de confort, salvando al mundo de la única manera que sabe, aprendiendo.
Se
va espiando el mundo material, para comprender la función en su mentalidad,
volverse víctima de un mundo espiritual, llenando vacíos de hambre, cubriendo
tejidos, verdades, tristezas y felicidades.
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