Por: Jairo Cristóbal Norato Franco.
Joven de aspecto frágil, parece un apóstol
de Jesucristo. Ojos pequeños similares a los de un venado, parece que le
asechan y persiguen pero, cuando sonríe extrañamente cambia de ojos, se vuelve
liebre o mejor aún gacela. Su nariz es un pico, como el cerro del Picacho; su
boca parece la mayoría de las veces sellada. Le adorna una larga cabellera
femenina que hace un curioso contraste con su bigote y barba masculinamente
revolucionaria y descuidada.
Habla con calma, lento y meticuloso,
cuida todo lo que dice, piensa mucho lo que habla. Su voz es de buen volumen aunque
como la del típico potosino habla para escucharse más él que para los otros, es
decir muy rápido. Prefiere no hablar pues.
Tímido social, rockstar en su habitación.
Quien le estima le quiere mucho más por el tiempo que ha pasado junto a esas
personas, que por su personalidad, él mismo se ha dicho (las pocas veces que bromea)
“el mueble” ahí está, sirviendo y acompañando. La gente apenas le conoce no le
suele apreciar, pero a él no le importa, prefiere con su melena jugar. Sabe
escuchar.
Tiene el sueño de encontrarse siendo
otro, lo ha intentado, pero ha disfrutado día a día su solitaria personalidad,
en la vida espera una recompensa por su prudencia y su serena personalidad.
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