Por: Cruz Fraga Rosalba Elizabeth
De
pronto abrí los ojos y me encontré en una caja cerrada, color marrón para ser
exacta si tenía algo de visión, intente abrirla pero fue en vano, en un pequeño
orificio se veía que caía algo, era tierra!
Imposible!
Pensé, no pude haber muerto aun me quedan miles de pendientes, comencé a gritar
de desesperación, alguien que me ayude, sáquenme de aquí!
Nadie
me escucho a pesar de que se oían una serie de rezos y llantos, pero yo seguía en mi negación, yo sentía frio y eso
significa que estás vivo, porque se siente, ¿que estaba pasando?
Mi
vida entera paso por mi mente, para ser exacta más énfasis en mi niñez y es que
cuando era niña decía que siempre creería aunque fuera en una última esperanza,
que nunca me daría por vencida fuese lo que fuese, y esta no sería la
excepción, alguien tenía que escucharme.
De
pronto escuche la voz de mis padres decir: ella nunca se ha dado por vencida.
Aun
lado de mi estaba ella, era la muerte con ese aire de arrogancia y maldad que
se nota a leguas, parecía reírse de mí, pero yo me reiría de ella, sabía que me
reiría de ella.
Un
fuerte viento soplo, cayeron muchas hojas de los arboles, una voz a lo lejos
gritaba, levántate, era mi madre con su voz ordenadora, levántate que ay muchas
cosas que hacer, todos haciendo ruido, ya escuchaba la música, de pronto
desperté, mire a mi alrededor y una vez más aprecie las cosas tan simples y
bellas de la vida había sido una pesadilla solo eso una pesadilla, la cual le
habría de contar a mi madre.
Al
regresar Elia a casa después de un turno de trabajo pesado, todos la abrazaron
y le dieron palabras de apoyo, tienes que relajarte un poco más, comenzaron a
platicar y así se fue la tarde, conviviendo en armonía y llenos de vida,
murmurando, fue solo una pesadilla.
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